El mercurio me trae recuerdos de mi niñez, cuando los termómetros se fabricaban con este potente (y tóxico) metal líquido, y jugábamos cada vez que por “mano del diablo” este se rompía, cosa que era del todo frecuente.
Hacer bolitas con la yema de los dedos y romperlas en otras más diminutas era una diversión emocionante y siempre sorpresiva. Oír a tu madre decir que “el mercurio es muy peligroso, tirarlo inmediatamente y lavaros bien las manos” era la frase que nos aguaba la fiesta.
Hoy, los que entonces éramos niños, sabemos por propia conciencia e ilustrados por informaciones divulgativas científicas en todos los medios, que este metal es:
El mercurio está presente en infinidad de productos que tenemos en casa: productos cosméticos, pilas, medicamentos, pesticidas, tubos fluorescentes, algún termómetro antiguo que aún esté en activo… Vamos, que convivimos con él.
El mercurio ha estado y está desde siempre en la naturaleza, y por la actividad volcánica, industrial o por la erosión se libera al medio ambiente.
En el agua, la actividad bacteriana sobre este, lo transforma en su forma más perjudicial y pasa a los peces por la alimentación, acumulándose (bioacumulación) en su tejido graso. Como bien es sabido, el pez grande (atún rojo, pez espada…) se come al chico, y de esta manera el pez mayor va poco a poco acumulando mayor cantidad de metilmercurio (forma orgánica más común) en su tejido graso a lo largo de su vida.
La Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) recomienda, en la dieta saludable mediterránea, el consumo de pescado varias veces por semana por sus efectos beneficiosos para salud, demostrando que el pescado es una pieza fundamental dentro de la dieta sana y equilibrada.
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha explicado que, a pesar de los niveles de exposición al mercurio, el pescado aporta beneficios y su consumo es recomendable. El pescado, y también el marisco, son una fuente de energía y proteínas de alto valor biológico que contribuyen a la ingesta de nutrientes principales (yodo, selenio, calcio, vitaminas A y D). Aportan ácidos grasos poliinsaturados, muy importantes para hacer frente a las enfermedades cardiovasculares.
Lo que si aconsejan estas entidades es a limitar el consumo de pescados con alta capacidad de retener este metal, para de esta forma minimizar el riesgo de la exposición excesiva por metilmercurio, sobre todo en la población infantil y en mujeres en estado de gestación.
Las especies de pescados que tienen más y menos mercurio en su composición:
Especies con alto contenido de mercurio:
El atún rojo (sobre todo sin cocinar), tiburón (marrajo…), pez espada/emperador y el lucio.
Especies con bajo contenido en mercurio
Abadejo, Anchoa/Boquerón Arenque, Bacalao, Bacaladilla, Berberecho, Caballa, Calamar, Camarón, Cangrejo, Cañadilla, Carbonero/Fogonero, Carpa, Chipirón, Chirla/Almeja, Choco/Sepia/Jibia, Cigala, Coquina, Dorada, Espadín, Gamba, Jurel, Langosta, Langostino, Lenguado europeo, Limanda/Lenguadina, Lubina, Mejillón, Merlan, Merluza/Pescadilla, Navaja, Ostión, Palometa, Platija, Pota, Pulpo, Quisquilla, Salmón atlántico/Salmón, Salmón del Pacífico, Sardina, Sardinela, Sardinopa, Solla, y Trucha.
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