Si hay que ir se va, pero es tontería

Sánchez hizo rabona, pellas, se escaquea. Iglesias, también. Los dos escabulleron su asistencia al funeral por las víctimas en la Catedral de la Almudena y a mí me parece bien.

Por la boca muere el pez y no hay mayor confesión de culpa que rehuir la convocatoria de un muerto, aunque a un funeral no te convoca nadie, ni un párroco, ni un obispo, ni la familia. De un funeral, todo lo más, se dan a conocer la fecha y la hora y el resto corre de tu cuenta, porque sólo el respeto a la memoria de los fallecidos te cita en ese no lugar que es el recuerdo de los que ya te han olvidado para siempre jamás.

Ellos se abstuvieron y a mí me parece bien, repito, porque Sánchez e Iglesias se han enrocado en cobardía sobre el tablero ajedrezado y tenebroso de muertos y vivos que nos ha dejado el coronavirus. En seis meses de gobierno viven ya en una torre de marfil, alejados del pueblo como unos Lannister de pacotilla y sin contacto apenas con la realidad.

Hacen bien en no acudir a mezclarse con el populacho, porque ambos son temerosos y conscientes de que los habrían atiborrado de abucheos e improperios en el antes (quién sabe si en el durante) y también en el después. Así que los dos han salido escopetados, como con un resorte, el uno hacia el sol poniente, a tocar la flauta de la transitoriedad ecológica y de la vaciedad de Portugal para comerse un bacalao, y el otro en dirección al lugar donde aún se aplaude y se celebra a los asesinos.

Además, hacen bien en no acudir a la cita con las víctimas, porque no se habla de la soga en casa del ahorcado y en una reunión de víctimas de la pandemia ambos gerifaltes son la imagen misma del estrangulador de Boston y de su ayudante.

Tal vez, ya digo, deberíamos agradecerles, incluso, que no acudieran y considerar la inasistencia como un dechado de buen tacto y sensibilidad, porque los dos conocen bien la responsabilidad que han acumulado en el desastre y en tal caso les alabo el gesto de buscar cualquier excusa para lo que era inexcusable.

Más vale solos que mal acompañados, deberían pensar los familiares compungidos que acudieron a fundir una plegaria de consuelo por los que han caído en soledad en la trampa mortal que urdieron la insensatez derramada antes y después del 8-M por el ministro Illa y por su acólito Simón, o viceversa.

No hay dolor ni víctima que merezca el escarnio de contar con la presencia de los cómplices o colaboradores del mal causado en el momento del recuerdo, pero me temo que también aquí juega el sectarismo y la impostura, porque se trata de la Iglesia católica, cuyas festividades no se felicitan, como sí acostumbra a hacer este mozo Don Pamplinas con la Hanuká, el Ramadán o el Año Nuevo chino.

Sánchez pudo haber enviado al acto a su Begoña, por hacer el bulto junto a Carmen Calvo sin la gorra de cuadros de tonos lilas, aunque la consorte no pinte nada en cuanto a representación. Pero tampoco pinta nada en la pancarta del 8-M junto a las ministras y allí se planta ella cada vez, a expandir el virus que se tercie o a volver a casa solas, pero rodeadas de escoltas, y borrachas de gritar vacuidades y eslóganes preadolescentes.

Perdida desde aquella fecha fatídica del Día Internacional del Coronavirus, Begoña se esconde detrás de la banales homilías de su esposo y esta vez seguramente prefirió quedarse a contemplar la puesta de sol desde la playa que le pagamos todos.

Sólo había un oficio más penoso para un político que el de enterrador: el de desenterrador. Y Sánchez se ha doctorado en ambos. Saca los restos de Franco y se afana en abrir las fosas de una guerra, pero lo que desentierra por un lado lo atiborra por el otro de cadáveres como si esta gente jugara con unos vasos comunicantes en el laboratorio de Dr. Jekyll Sánchez y Mr. Hyde Iglesias.

A los chicos de Rosa María Mateo, los funerales religiosos y la pena se la sudan, a menos que se trate de uno de los nuestros…, como George Floyd, tan de la cuerda que votaba por correo al PSOE y a Podemos desde Minneapolis. Lo sé de buena tinta. Cristóbal Colón votaba a Vox y esto lo sabe todo el mundo.

Como Yoli Díaz prohibió por decreto los despidos, esta gente se ha creído que puede prohibir lo que le apetezca. Cualquier día, Illa sacará un Real Decreto que prohíba morirse por el covid19, siempre que no seas facha, claro. Y cuando se hayan muerto todos, pero toditos los fachas, entonces aprobarán una Ley Orgánica con el apoyo de Bildu y de los esquerros que prohibirá contagiarse de coronavirus, bajo multa. Y el que se contagie, entonces, será declarado facha. Menuda forma de recaudar impuestos.

Sánchez no acudió a visitar la morgue en el Palacio de Hielo ni los garajes subterráneos de Barcelona, atestados de catafalcos, por temor a que se tratase de un bulo o una cueva de gente de la derechona que se moría sólo por joder al gobierno de progreso.

Tampoco fue a visitar el Pabellón de IFEMA, donde la España que madruga, la de las ‘fragonetas’ con las cajas de herramientas y los palaústres y las plomadas, levantó un hospital alternativo en cuatro días que causaba admiración hasta en la China.

No era un funeral de Estado, ya se sabe, y Sánchez no está para otra cosa que los oropeles y las emanaciones del poder. Efectivamente, yo pienso que esos dos sedicentes sobraban en la Catedral de la Almudena, donde no quiso enterrar a Franco. Si les aprietas un poco, esta gente acabará enterrando a todos los muertos del covid19 en Mingorrubio. Yo los habría llevado al Valle de los Caídos: es lo suyo.

PS: Y C’s…, meciendo la cuna.

He dicho.




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