El mundo sigue

Fernando Fernán Gómez, un genio de nuestra cultura que lo hizo bien en todo lo que profesionalmente abordó en su vida, fuera la interpretación, la dirección de películas como El Viaje a ninguna parte, El extraño viaje o La vida por delante… el teatro o la literatura (Las bicicletas son para el verano o su autobiografía El tiempo Amarillo), realizó, en 1963, el que a la sazón sería su título menos visto, una película que, apenas estrenada, fue retirada de las salas y que no pudo recuperarse hasta después de fallecido su director, en el año 2015. Es por ello conocida como “la película maldita de Fernando Fernán Gómez” y similares. El film en cuestión es “El mundo sigue”, basado en la novela de Juan Antonio de Zunzunegui, un drama social con todas las de la ley, extremadamente duro y una de sus mejores películas como director.

El mundo sigue, al igual que otra grandiosa película de nuestro cine, la firmada por José Antonio Nieves Conde y con guión de, entre otros, Torrente Ballester, Surcos (1951), es una nada complaciente visión de la España posterior a la guerra civil, la España del desarrollismo y la autarquía. La España, en fin, del franquismo. Una España que, lejos del costumbrismo o el folklorismo que retrataban otros cineastas de la época, sangraba por la herida de la pobreza, la miseria y las desigualdades sociales.

No en vano, al comienzo de El mundo sigue, tras un fundido en negro posterior a los títulos de crédito iníciales, se puede leer esta premonitoria cita de Fray Luis de Granada que nos avisa de que lo que vamos a ver es dramático, tal vez injusto, y en fin, profundamente humano: “Verás maltratados a los inocentes, perdonados los culpados, menospreciados los buenos, honrados y sublimados los malos; verás los pobres y humildes abatidos, y poder más en todos los negocios el favor que la virtud”, (“Guía de pecadores”, libro 1, parte 3ª, cap. XXVIII).

Fernando Fernán Gómez nació accidentalmente en Lima (Perú) un 28 de agosto de 1921, y se trasladó pronto a España con su madre, también actriz y ferviente anarquista. Vivieron la segunda república, pero también la Guerra Civil. En 1936 se afilió al sindicato de actores de la CNT y comienza a intervenir en pequeños papeles hasta que, ironías del destino, es Jardiel Poncela, que colaboró hasta el final de la guerra civil en Prensa y Propaganda de Falange Española y de las JONS y había tenido que exiliarse en 1937 por haber sido denunciado y detenido por los milicianos rojos acusado de haber ocultado en su casa un ex ministro de la República, el que le descubre y le da su primer papel en Eloísa está debajo de un almendro en 1940.

Coincidiendo con la reciente reedición de sus Memorias, un amigo del cineasta le comentaba a la editorial: “Él se sentía libertario. Decía que el comunismo y el capitalismo habían fracasado y nos habían llevado a un mundo injusto y cruel”, en los actos públicos siempre se despedía con el puño levantado y las manos unidas y cuando falleció, en 2007, en su capilla ardiente y encima del ataúd que contenía su cuerpo, una bandera roja y negra lo cubría. La bandera anarquista.

Por su parte, Juan Antonio de Zunzunegui, el autor de “El mundo sigue”, vasco nacido en Portugalete, era un falangista de la primera hora que colaboró en la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda y también en la revista falangista Vértice, reseñando estrenos de teatro. Fue galardonado con todos los premios literarios más prestigiosos de los existentes en España y en 1957, el mismo año que ocupó su asiento Camilo José Cela, el pasó a ser el propietario del sillón “a” dejado por Pío Baroja, que había sido su principal inspiración literaria, y al que precisamente dedicó su discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua.

Falangista y joseantoniano convencido, compartía fervientemente las ideas de José Antonio Primo de Rivera en cuanto a la justicia social y los males tanto del comunismo como del capitalismo a ultranza que intentaban despojar al hombre de todo vestigio de espiritualidad y solo se edificaban sobre el materialismo. Como José Antonio ponía en el centro de todo al hombre, a la persona y no al Estado. Todo esto le hizo ser muy crítico con el régimen desde casi el principio, al ver como se prostituían los principios y valores en los que creía, los de José Antonio, bajo el caudillismo de Francisco Franco. Por esto su obra, áspera, incómoda, extremadamente dura mostrando las miserias de esa España que no era por la que él había luchado uniéndose desde el primero momento al Alzamiento Nacional. Y eso fue también lo que a un anarquista convencido como Fernán Gómez sedujo de su texto, uniéndose así un falangista camisa vieja y un libertario ácrata que con 15 años ya tenía carnet de la CNT, en la denuncia de las lacras de esa sociedad, la ambición, las envidias, el materialismo, la hipocresía o la beatería mojigata, que culminaba con un final terrible no por previsible menos trágico.

“Las derechas, sí, invocan a la Patria, invocan a las tradiciones; pero son insolidarias con el hambre del pueblo, insolidarias con la tristeza de esos campesinos que aquí, en Andalucía, y en Extremadura y en León, siguen viviendo como se vivía hace 500 años, siguen viviendo como desde la creación del mundo viven algunas bestias…”

“Mientras la terrible crisis económica actual ha arruinado o está en camino de arruinar a los modestos productores, y la masa obrera sufre como nunca la pesadilla del paro, la cifra de los beneficios obtenidos por los beneficiarios del orden actual de cosas, los dueños de la Banca, es elevadísimo…”

Todas estas son palabras pronunciadas por José Antonio Primo de Rivera. No ha existido en nuestra historia movimiento político, ético y estético como el que el lideró, cuya argamasa ideológica, la que daba cuerpo a los principios y valores que propugnaba y por los que quiso luchar, estuviera tan cimentada en el hombre, en el individuo como ente dotado de dignidad y espiritualidad.

La película fue prohibida por la censura en el 63, año en que se terminó de rodar, posteriormente se autorizó con Fraga en el 65, tras suavizar varios diálogos, pero aquellos vaivenes con la censura hicieron que no se estrenara más que de tapadillo y dos años después del fin de su rodaje, en los cines Buenos Aires de la ciudad de Bilbao, y no en la capital u otras grandes ciudades y que no estuviera en pantalla más que unos pocos días. Luego desapareció del mapa. Solo unos cuantos espectadores habían podido verla.

Sólo el esfuerzo del hijo del actor y director, de su nieta Helena de LLanos y de otras personas, como el también director Fernando Trueba consiguieron que en 2015, fecha en la que se cumplían cincuenta años de su estreno, decenas de salas por toda España lograran dar a El mundo sigue el gran estreno que nunca antes había tenido y que muchos espectadores, que no tuvieron la oportunidad de verla en su día, no sólo recuperaran las imágenes rodadas por Fernán Gómez sino las palabras escritas por Juan Antonio de Zunzunegui, tan premiado en vida, tan olvidado hoy.

Como se pretende hacer olvidar a uno de los mejores españoles de todas las épocas. Aquel del que dijo en 1956 Rosa Chacel, siendo como era una republicana exiliada en Argentina, tras haber leído de un tirón trescientas páginas de sus obras completas: “Dos cosas son increíbles; una, que todo eso haya podido pasarme inadvertido a mí, en España, y otra que España y el mundo hayan logrado ocultarlo tan bien. Porque no me extraña que llegaran a matarle: estaba hecho para eso, y para que después de muerto se haya hecho el silencio sobre su caso…”.

Un español que inspiró la obra de Zunzunegui como la de tantos otros, hoy ocultos y desconocidos para la mayoría, ese hombre del que el día que escribo estas líneas se cumplen ochenta y seis años de su vil asesinato, de su ejecución, Una vez más, traicionado y utilizado por los de un lado y por lo del otro. Los mismos que siguen traicionando su memoria hoy.
No importa, seguirá entre nosotros su memoria, su inspiración y su ejemplo. Ya lo dijo el gran Luys Santa Marina en su “Hacia José Antonio”: “Contra toda lógica humana, con el fluir del tiempo, que de días hace años casi sin sentir, José Antonio se enraíza más y más en nosotros y su figura se agiganta, presente cada vez más en nuestra vida, actual, eterno, vencedor del tiempo (…..) para ahondar su huella en el alma de España…”

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