Aunque el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, se presentó a las últimas elecciones municipales con el proyecto de remodelación del antiguo Mercado de la Puerta de la Carne bajo el brazo y anunció a bombo y platillo, con todo lujo de detalles, que la remodelación estaría terminada para 2019, lo cierto es que lo único que se hizo fue amagar el inicio de las obras para volver a dejar el proyecto en el olvido.
Se cumplen 22 años desde que los placeros de la antigua plaza de abastos fuesen desalojados y trasladados (1999), diz que provisionalmente, al viejo andén de lo que fue la antigua Estación de Cádiz, primero a unas caracolas que se eternizaron y más tarde, definitivamente, a la planta baja de dicha Estación, mientras se procedería a la remodelación del bello edificio racionalista, obra de Gabriel Lupiáñez Gely y de Aurelio Gómez Millán durante los años 1927 y 1929, previos a la inauguración de la Exposición Iberoamericana, junto al puente ferroviario de San Bernardo.
Nada se hizo durante casi dos décadas y cuando, por fin, se proyectó acometer las obras y se licitó su ejecución, coincidiendo con la proximidad de la campaña electoral, todo volvió a quedar en nada y hoy es una suerte de estercolero que amenaza ruina por los cuatro costados.
El hermoso edificio, construido en plena época de expansión de edificios de estilo regionalista, esa especialidad local del modernismo, especialmente en esta zona de la ciudad, se desmarcaba claramente de la tendencia del momento y apostaba por unas líneas y unos espacios racionalistas, lo cual le otorga hoy un valor muy singular dentro del catálogo de edificios protegidos de la ciudad.
Para su construcción fue preciso el derribo en 1914 del antiguo matadero, datado nada menos que en 1489, en tiempo de los Reyes Católicos, que dio nombre a la cercana puerta de acceso a la ciudad y hoy sirve de nombre a toda esta zona.
Fue en marzo de 2017, cuatro años ya, que el alcalde, Juan Espadas, anunció la remodelación del edificio tras efectuarse unas catas arqueológicas previas al inicio de las obras.
El proyecto consistía en una concesión municipal de explotación por 30 años que contemplaba un centro cultural en la zona de sótano y un espacio de los llamados “mercado gourmet” en la planta baja, más un área comercial y una terraza en las plantas superiores, todo ello con una inversión de unos 8 millones de euros.
Buena parte del edificio sería derribado para su reconstrucción idéntica al original debido a que en su día se utilizaron materiales degradables hoy prohibidos, lo cual no resultaba un verdadero obstáculo, porque permitiría conservar la estética pero ahora en una obra renovada y consolidada.
El problema llegó más tarde, cuando, una vez iniciadas las catas más profundas para acometer los espacios del sótano se comprobó que la capa freática estaba mucho más cerca de la superficie de lo que se esperaba (a 4 metros y no a 8), sin duda como consecuencia de que se encuentra sobre el cauce o las proximidades de lo que en su día fue el arroyo o río Tagarete que iba a desembocar en el Guadalquivir, a la altura aproximada de la Torre del Oro tras su decurso bajo el puente de los caños de Carmona y después de atravesar la actual calle San Fernando.
De esta circunstancia se han hallado recientemente muestras evidentes durante la realización de las obras del edificio de la Florida, donde aparecieron los restos de importantes construcciones de un puerto secundario de época romana, almohade y mudéjar, cuyo estudio también ha demorado dicha obra durante más de una década.
Según informó en su día el Ayuntamiento, hace cuatro años, en función del dictamen emitido por la Comisión Provincial de Patrimonio los trabajos arqueológicos necesarios se ejecutarían en dos fases, mitad y mitad, de 500 metros cuadrados cada una, lo que supondría la recuperación de alrededor del 50 por ciento del total del espacio destinado al sótano, que tendría un uso cultural y que incluiría salas de usos múltiples.
Esta intervención conllevaría una duración estimada de entre ocho y diez semanas y, una vez que sus conclusiones fueran aprobadas por parte de la Delegación Territorial de Cultura de Sevilla, comenzarían las obras de remodelación del antiguo mercado, con una duración prevista de 18 meses; es decir, tendría que haber entrado en funcionamiento o al menos estar terminadas las obras en 2019.
Las dificultades encontradas en la ejecución del proyecto terminaron por multiplicar por dos el coste previsto, casi hasta los 20 millones de euros, para salvar las dificultades técnicas, lo que terminó por convencer a la promotora de que se hacía inviable en esas condiciones continuar adelante con el proyecto licitado.
Finalmente, en octubre del año pasado, en mitad de la pandemia, Ayuntamiento y constructora llegaron de mutuo acuerdo a la renuncia del proyecto licitado ante las dificultades y sobreprecio previstos, lo que obligará a elaborar un nuevo proyecto acorde con las circunstancias encontradas y que permita algún día su eventual explotación.
Mientras eso ocurre y alguien ‘inventa’ alguna fórmula que permita hacer viable la recuperación de dicha instalación, el edificio, ejemplo atípico de una tendencia singular en nuestra ciudad, continúa vallado y en estado de absoluto abandono, con cristales rotos, elementos degradados y cíclicas intervenciones para la sujeción de sus paramentos exteriores, dificultando además deambular por el entorno, a la vez que se degradan también los edificios residenciales próximos que ofrecen su fachada a la avenida Menéndez Pelayo, de los cuales, sólo el de la propia esquina de la Puerta de la Carne con el puente de San Bernardo fue remodelado y recuperado recientemente.
Galería de imágenes del estado actual del mercado:
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