No lo soy, ni quiero

A las ocho de la tarde.
Nos hacen héroes a las ocho de la tarde.
Nos recuerdan, y les recordamos… a las ocho de la tarde.

¡Pero yo no soy héroe! ¡Quiero ser lo que era, su médico, el de siempre!

¿Por qué me obligan? No quiero hacer proeza porque me dejan de dar esos medios que necesitamos y prometen, esos que “siempre vienen”, la “próxima semana “. Nos utilizan sin escrúpulos.

¿La sociedad de las ocho de la tarde es la misma de siempre?

Mire, el sanitario siempre está en contacto con el enfermo, desde la gripe estacional hasta en la infección por tuberculosis, y pasando por la meningitis, siempre estamos en riesgo.

Nuestro día a día conlleva el contacto con el enfermo. Nuestro compromiso vocacional, nuestro contacto diario es la enfermedad, y no nos aplauden, bien al contrario, a veces nos reprochan. Se acaban de dar cuenta de que estamos junto a ellos protegiéndolos y, muchas veces, desprotegiéndonos con las circunstancias.

Nuestra administración ha sido “roñosa” en darnos y exigentes en pedirnos.

Hasta ahora ha funcionado el 3 × 2, muchas veces por política, aumentando una carta de derechos insostenible, con unos recursos humanos menguados. Nos han hecho héroes a pesar nuestra, “Médico a palos”, encumbrándonos por nuestra labor pero dejándonos con la piel al descubierto a la espera de esos recursos que siempre llegan “la semana próxima”.

Nadie me ha dado la opción de merecer este nombramiento que requiere mucho valor, simplemente me han nombrado… a las ocho de la tarde.

Mañana, después que pase esta tormenta de agradecimiento, quiero ser un simple villano al que reconozcan que el único fin de nuestra profesión es ayudarlos. Solo que reconozcan lo que ya éramos.

Los aplausos, los reconocimientos deben plasmarse en el DÍA DESPUÉS, que durará meses, cuando los pacientes vuelvan a la dinámica habitual en los centros de salud y hospitales; cuando el estandarte de la paciencia en la espera a la normalidad ondee por todo lo alto; cuando los destellos de los cambios que se otean en las declaraciones de los políticos sean un “acuerdo transversal” para la defensa del sanitario, de su cuidado.

La sociedad es proclive a ensalzar por mimetismo puntual algo que siempre han mirado pero nunca ha visto.

Quien sí merece la medalla al valor, al sacrifico, son nuestras familias. Ellos no juraron ante las palabras de Hipócrates; tampoco se han “colgado” los hábitos para sobrellevar nuestra vida, solo una vida, una dedicada al dolor, la pena y la muerte del prójimo.

No tienen la obligación de convivir con alguien que, de forma irreprochablemente digna, se trae los problemas de los demás… incluido los contagios. Mi familia sí son héroes.

Seguiré, seguiremos, desmantelando la mentira y la incoherencia en la que rebosa la política sanitaria.

No entiendo de colores en cuanto a la organización o politización de la misma… o sí, solo entiendo un solo color: el blanco de nuestras batas.




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2 Comments

  1. José Mª Arenzana dice:

    En el dolor no hay justicia, sólo la dignidad de quienes lo soportan y de quienes contribuyen a sanarlo, aliviarlo o consolarlo. Mi admiración agradecida y mi reconocimiento, querido doctor.

  2. Ignacio Sanchís dice:

    Qué gran verdad, nadie nos pidió que fuéramos héroes, nadie nos preguntó qué nos parecían las formas, nadie nos ayudó a enfrentarnos al gigante con las manos desnudas. Cuando se dieron cuenta, ellos, los mismos de siempre, pidieron para nosotros los aplausos, para nada, pura propaganda, puro ocultamiento de la verdad, cuando todo pase seguirán ignorándonos, como hasta ahora, tratándonos y pagándonos como pordioseros, procurando que estemos siempre callados y escondidos y cuando levantemos un poco la voz nos recordarán a voz en grito, para que los oigan los ignorantes, que tenemos vocación. Efectivamente, tenemos vocación pero también queremos una vida buena para nuestras familias ya que no nos tienen a nosotros, dedicados a los demás, que eso sí que es vocación y no contentarnos con sueldos de miseria, mientras un montón de paniaguados ignorantes cobran por decir sí bwana y apretar un botoncito una auténtica indignidad de sueldo que por sí mismo y su trabajo jamás ganarían, por eso se aferran a su cargo y, cuando las cosas se ponen manifiestamente feas, engañan a los demás pidiéndonos que aplaudan. Es muy antiguo el dicho que si el cerdo te critica, malo, pero si te alaba, peor

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