Tras conocer la noticia a través de un mail enviado por SevillaInfo a su oficina de Prensa, Sabrina Salerno agradeció a través de Twitter a sus seguidores la creación del club de fútbol q lleva su nombre.
El día de Nochevieja de 1987, a la misma hora en que la pop-star italiana Sabrina Salerno aparecía en las pantallas de TVE dejando escapar un pezón de su camisa brocada que cambió el rumbo de la mojigatería nacional, la propia cantante actuaba en Bilbao.
Era la primera vez que la gala de fin de año de TVE, “la mejor televisión de España”, según la definición de José María García (las cadenas de TV privadas no llegarían hasta el año siguiente), se emitía grabada, esta vez bajo la dirección de la propia directora general del Ente, Pilar Miró, y con la realización de Hugo Stuven.
Aquella misma noche, a la misma hora, la cantante italiana, digo, actuaba en un club local de Bilbao y lo que sucedía es que un grupo de radicales feministas, facción puritanismo islamista, empezaron a lanzarle huevos y tomates al grito de “Sabrina a la ría!”.
Ese era el ambiente en el que se produjo el lanzamiento al estrellato de la fama de la cantante de dos únicas canciones (“Summertime love, que era el título real de la conocida como “Boys, boys, boys…” y “Hot Girls”).
Por un lado, las miles de personas que aquella noche, tras contemplar el libre bamboleo de un pezón de la genovesa que habría amamantado felizmente a Rómulo y a Remo, colapsaron la centralita telefónica de la TV pública en protesta por el descocado ‘y bien calculado accidente’. De otra parte, la coincidencia en la furia desatada de una horda de feministas rabiosas bilbaínas cuyo puritanismo era la otra cara de la misma moneda de la intransigencia y la estrechez moral con idéntica intolerancia.
Cabe apuntar aquí que por aquellos años 80 la corriente moderada y más generalizada en la España aperturista del destape era la de mostrarse favorables a que cayeran esta clase de cortinas del templo, cuando ya Susana Estrada había hecho lo propio con su delantera airosa ante el entonces alcalde socialista de Madrid, Enrique Tierno Galván, e Interviú, junto a otras muchas revistas con desnudos, iluminaban los quioscos de toda España sin tapujos y sin ganas de ofender a nadie, que lo mismo sacaban a Marisol, que a Marta Sánchez, o a Bibi Andersen que a Brigitte Nielsen, la vikinga que fue esposa de Stallone durante un rato antes de que gritara su famoso “No me siento las piernas…” de Rambo.
El feminismo más razonable de entonces estaba, por supuesto, a favor de aquella ola de apertura que presentaba a la mujer como verdadera dueña para lucir su cuerpo como más le apeteciera, sin el acoso y las admoniciones venales de sus pares más radicales, que 32 años después aún se manifiestan incluso en contra de que las mujeres guapas protagonicen series y películas: “¡Las guapas a la ría!”, gritarán ahora las nekanes que en aquellos años aspiraban a lanzar al fondo del mar a Sabrina Salerno.
En una columna del diario ABC de aquellos años (abril de 1988), el periodista y escritor J.Félix Machuca dedicaba una de sus brillantes columnas a un concurso insólito que habían organizado en Madrid los de “la movida” para elegir a “Miss Demasiado” (así se titulaba el artículo), resultando ganadora en esta exclusiva ocasión por razones obvias la también cantante del grupo Olé Olé Marta Sánchez.
A propósito de ello, Machuca se acordaba de la Sabrina que desde cuatro meses antes se había convertido en emblema patrio de camiones y talleres mecánicos de la geografía nacional con las siguientes palabras cargadas de fino humor e ironía hacia su compañero de redacción José Luis Montoya:
“Hubo una italiana, cómo se llamaba, a ver, Montoya, cómo se llama esa chica que tienes en póster en el cajón de tu mesa de redacción… Eso es. Gracias, Monty. Sabrina aquella chica de érase una vez se llamaba Sabrina y cantaba. Cantaba no porque lo hiciese bien. Cantaba porque tenía tanto sitio para colgarse medallas que el machismo militante de este país le aguantaba lo que fuese con tal de colocarle una o dos con la imaginación. Bueno -añadía-, pues Sabrina podría haber competido con Marta por el título. Pero tiene ficha de extranjera y no puede jugar en la liga del demasiado”.
Desde entonces para acá, Sabrina Salerno, que en febrero de este 2020, con 51 años, cuando comenzaba la pandemia en tierras italianas, volvió a aparecer en la televisión durante el Festival de San Remo para interpretar su celebrado éxito mundial, se ha convertido en la chica que más veces ha ocupado la portada de la revista Interviú a lo largo de toda su historia: doce veces, como las doce campanadas que la acompañaron en aquel Fin de Año estrepitoso que cambió la faz de la mojigatería española…, excepto de las recalcitrantes y rancias bigotudas del femicinismo radical que ahora siguen luciendo pelos de ocho colores electrizantes y okupan un Ministerio para seguir pregonando sus puritanas consignas como sufragistas decimonónicas, obsesionadas, esto sí, con la sangre de sus menstruaciones y con la condena al fuego eterno de las españolas, los españoles y los españolos.
Sabrina Salerno, mientras tanto, que lleva 21 años de matrimonio y tiene un hijo de 16 años, sigue luciendo un palmito espectacular que llena de celo e iracundia a las envidiosas y a las talibanas de la cosa feminoide, a la vez que coloniza todavía la imaginación de dos generaciones hasta originar que un club de amigos haya fichado para su equipo de fútbol-7 de los fines de semana el nombre mítico de “Sabrina Salerno-Societá Sportiva”…, la mejor delantera.
La noticia ha abrumado en las redes sociales y ha entrado en todos los telenoticiarios españoles, italianos y de medio mundo. Por goleada.
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