Que el dirigente gallego haya sido aclamado de manera prácticamente unánime como nuevo líder del PP no es en absoluto una buena noticia porque denota que los populares no han aprendido nada y no han hecho autocrítica, ya que supone volver a la etapa de Rajoy, que llevó al partido al hundimiento y a los peores resultados bajo esas siglas, pues Feijóo es el nuevo Gallardón, el mayor caballo de Troya de la izquierda dentro del partido que dice representar al centro-derecha.
No hay más que remontarse a la propia trayectoria personal del flamante sucesor de Casado, un votante del PSOE (en 1982 y 1986) hasta que Fraga lo fichó para la Junta de Galicia y que ya como presidente autonómico ha afirmado que Felipe González fue un buen presidente y que piensa igual que cuando lo votó, lo que implica renegar de la oposición que Fraga y Aznar tuvieron que hacer en los duros años del felipismo, evidenciando que aspira a liderar el PP alguien que ni siquiera asume como propia la historia del partido bajo cuyas siglas se presenta, reivindicando en su lugar el ruinoso legado de Felipe González, que dejó un país en quiebra que no cumplía ninguno de los requisitos para pertenecer al euro, con una tasa de paro del 22.8 %, un descomunal déficit público del 6.6 % del PIB, una Seguridad Social en bancarrota con un déficit del 0.7 %, cuando Solbes recomendaba a los pensionistas que contratasen planes privados porque el sistema de pensiones estaba en suspensión de pagos, con tres devaluaciones de la peseta en tres años (un escenario propio de un país del Tercer Mundo), la mayor etapa de corrupción de la Historia de España desde el Duque de Lerma, manchados por esa lacra el director general de la Guardia Civil, la directora del BOE, el gobernador del Banco de España, el ministro del Interior y el secretario de Estado de Seguridad (a los que el propio Felipe González acompañó a la puerta de la cárcel) y el vicepresidente dimitiendo por espiar a todo el país, del Rey para abajo. A todo lo anterior se suman los GAL, que desviaban dinero de los Fondos Reservados porque según el dicho común “empezaron robando para matar y acabaron matando para robar”.
Con semejante carta de presentación, no es de extrañar que Feijóo haya manifestado que el PP debe atraer a la socialdemocracia, el centro-izquierda y el socialismo templado que se ha quedado sin cobertura política por la radicalización del PSOE, convirtiendo al PP en el PSOE clásico anterior a Sánchez, lo que a efectos prácticos supone que los populares ocupen de manera decidida el espacio del centro y el centro-izquierda a costa de abandonar al que históricamente fue su votante natural de la derecha y el centro-derecha, pasando a ser el PP un partido a la izquierda del Ciudadanos de Arrimadas, que no es más que una muleta de Pedro Sánchez.
Las declaraciones y la gestión de Feijóo en sus trece años al frente del gobierno gallego constituyen el preludio de la deriva que va a tomar el PP bajo su liderazgo, algo que ha recopilado Elentir en su brillante blog Contando Estrelas (del que soy asiduo seguidor), ya que el inminente líder del partido de la gaviota incumplió sus promesas electorales en materia de libertad lingüística imponiendo un trilingüismo obligatorio a la par que obstaculizaba la labor de Galicia Bilingüe y desde el gobierno inducía en los centros a elegir el gallego como lengua vehicular, del mismo modo que ha afirmado a lo largo de estos años que “hay que ser galleguista para participar en la democracia gallega”. ¿Se imaginan su reacción si alguien dijese que hay que ser españolista para participar en la democracia española? Es más que previsible teniendo en cuenta que ha llegado a definir a Galicia como una “nación sin Estado” o que la ley no debía ser un “obstáculo” para negociar con los golpistas catalanes, lo cual es la negación fáctica de la democracia y el Estado de Derecho, que se basa en el cumplimiento de la ley emanada del cuerpo de soberanía popular elegido por los ciudadanos.
Feijóo, con mayoría absoluta, ha impuesto la ideología de género en Galicia, obligando a las empresas bajo pena de multa a contratar en base a la orientación sexual, siendo uno de los barones que presionó a Rajoy para que no cumpliese su compromiso electoral y no derogase una ley que elevaba el aborto a la categoría de derecho, ya que no sólo asume sino que lidera la ingeniería social progre al apoyar abiertamente los vientres de alquiler y como líder del PP gallego, su partido ha retirado las medallas concedidas a Franco en la Diputación de La Coruña mientras que la Junta que él presidía impulsaba en Láncara (Lugo) el proyecto de una casa-museo en honor a Raúl Castro, un dictador que lidera la segunda dictadura más antigua del planeta y la más sangrienta de América, con 8000 muertos a sus espaldas, ya que Feijóo actúa al dictado de la izquierda, censurando a los dictadores de derechas y glorificando a los de izquierdas.
En el plano económico, no se puede decir ni mucho menos que destaque por ser precisamente liberal, ya que no ha hecho algo tan básico como suprimir o bonificar el Impuesto de Sucesiones al 99 %, manteniendo intacto el tributo a la muerte que los comunistas presentan como un “instrumento al servicio de la lucha de clases” (en palabras de Llamazares) cuando incluso Moreno ha hecho lo propio en Andalucía, a lo que se suma que en 2011 competía directamente con el PSOE afirmando que su política era la “socialdemocracia de verdad”.
Con estas credenciales, el PP de Feijóo es peor que el de Rajoy porque si el expresidente era tibio a la hora de defender la unidad nacional, su sucesor es claramente filonacionalista como ha demostrado en Galicia, consumando la deriva iniciada por Rajoy, para quien la economía lo era todo y no le importaban más valores que los que marcaba el Ibex-35, abrazando una tecnocracia desideologizada que dentro de su política de despachos permanece ciega sin ver que las elecciones no se ganan con gestión sino con política, y sólo de esa forma se puede explicar que el PSOE haya gobernado cuarenta años (más que el régimen de Franco) en Andalucía pese a la ruina económica que ha dejado a su paso, a base de alimentar los tópicos sobre la derecha ante los que el PP se acobardaba.
Ese PP de Rajoy que Feijóo quiere resucitar como modelo recibió un partido que unía a todo lo que estaba a la derecha del PSOE, siendo prácticamente literal aquello que decía el histórico líder de la CSU bávara Franz Josef Strauss: “A mi derecha, la pared”, pero Rajoy lo condenó a la escisión invitando a irse a su propio partido a liberales y conservadores, algo que posteriormente se materializó en forma de profecía auto cumplida: liberales a Ciudadanos y conservadores, a VOX, y como sigan en esa línea van a tener que cerrar desde fuera porque, ¿quién va a quedar en el PP si se van las dos sensibilidades que nutren la que en teoría es su esencia ideológica?
En este contexto, Isabel Díaz Ayuso es una isla, un cuerpo extraño (como dice Pío Moa) y un verso suelto del soneto progre que es su partido, motivo por el que desde Génova han intentado acabar políticamente con ella igual que hicieron con otra mujer valiente como Cayetana Álvarez de Toledo, manifestando la presidenta madrileña en un emocionante discurso el orgullo de una identidad ideológica distinta a la de la izquierda, sin esconderse y sin pedir perdón por ello en un alegato integrador que constituye una enmienda a la totalidad al funesto mitin que Rajoy pronunció en Elche, señalando su partido como la casa común de liberales, conservadores e inspirados en el humanismo cristiano, que se preocupa por los vulnerables sin despreciar a los que triunfan y que ven el éxito como una meta a alcanzar y no a perseguir, pero lo único positivo de su negativa a presentarse a las primarias es que ha servido para dejar aún más en evidencia la mezquindad de Casado, que trató de fulminar a una Ayuso a la que veía como peligrosa rival cuando no tenía más intención que cumplir su compromiso con los madrileños.
Lo preocupante de la forma en la que el PP va a cerrar la que ha sido la peor crisis de su historia (sin parangón en ninguno de los principales partidos) es que incluso aquellos que han representado y representan un PP alternativo como Ayuso y Esperanza Aguirre apoyan entusiastamente a Feijóo para unir un partido roto, y si bien es cierto que el presidente gallego serviría para acercar posturas a raíz de la brecha insalvable que se ha abierto por los conflictos entre Casado y Ayuso, no lo es menos que las discrepancias en torno a la línea política a seguir no tardarán en aparecer como se evidencia en los discursos antagónicos y lo que en el plano ideológico representan Feijóo y la propia Ayuso, pero se ve que con muy escasas excepciones, en el PP, unos y otros viven instalados en el cortoplacismo.
Si el PP se desplaza a la izquierda, el PSOE se radicaliza para diferenciarse, consumando la deriva izquierdista de los dos principales partidos, quedando el partido de la gaviota retratado como lo que realmente es: la versión descafeinada del PSOE.
Las cookies necesarias son absolutamente imprescindibles para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría sólo incluye cookies que garantizan las funcionalidades básicas y las características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.