El pasado día once de este mes salió publicada la noticia, en un diario sevillano también de tirada nacional, de que el legado de Antonio Ruiz Soler, Antonio el Bailarín, seguía arrumbado en un almacén del Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla (ICAS), lugar donde está desde que salió en 2017 de unas habitaciones del Teatro Lope de Vega.
Quien haya leído el titular de esa noticia puede haber pensado que se trata del legado completo, o casi, que en 2000 compró el Estado para la Junta de Andalucía en una subasta en la madrileña sala Durán y que constaba de unos 1.140 objetos repartidos en 430 lotes. No es así, las pertenencias de Antonio que están en el ICAS son una serie de trajes de escena, un piano y varios cuadros, de los que uno parece ser que se perdió en el Lope de Vega tras las obras de 2011. Los objetos que estaban en el citado teatro no se compraron en ninguna subasta, fueron cedidos en 2001 al Ayuntamiento de Sevilla por doña Ana Ruiz Vela, sobrina del artista.
Así las cosas, de lo que hablaba el diario sevillano era de una parte del legado de Antonio que es propiedad del Ayuntamiento de Sevilla y por lo tanto responsable del arrumbamiento de estos objetos que milagrosamente se salvaron de ser destruidos en 2017 porque los trabajadores del teatro decían haberse contagiado con una bacteria procedente de los trajes del bailarín. Todos sabemos que los trabajadores del Lope son expertos bacteriólogos, y por ello el Ayuntamiento estuvo a punto de destruir esa parte del legado, aunque luego cayeron en la cuenta de que hay tintorerías y gracias a eso las pertenencias de Antonio, que cedió su sobrina, parece ser que están en el ICAS criando polvo desde hace cinco años, y los que te rondaré morena… porque ni con esta parte del legado del bailarín, bailaor y coreógrafo más internacional que hasta la fecha ha tenido España ni con las otras más de mil piezas que se compraron en Durán y que están repartidas entre el Centro de las Artes Escénicas, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, el de Documentación Musical y el del Flamenco y que se han sacado a pasear, a bombo y platillo y desperdigadas en 2021 con el supuesto homenaje al bailarín por el centenario de su nacimiento en esta “ciudad de la gracia” que la más de las veces no tiene ninguna y que con Antonio Ruiz Soler no está teniendo ni la más mínima.
Antonio el Bailarín, su legado, su figura, se merecen tener en Sevilla un museo a su nombre donde recoger todos esos objetos de su pertenencia y que han sido adquiridos con dinero público.
Hoy no quiero extenderme más sobre este asunto que viene pudriéndose desde hace casi un cuarto de siglo y que da para varios artículos más, pero sí voy a decir que es indignante que en esta ciudad se ningunee la figura de Antonio Ruiz Soler mientras se mantiene principescamente, en una casa palaciega cercana al Oratorio de San Felipe Neri, a una segundona del baile flamenco que tiene montado allí su tablao particular al que llama museo y lo dirige un alemán.
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