Aborto y cortinas de humo

La amenaza del Gobierno con una nueva reforma del aborto se ha calificado por algunos como una cortina de humo que pretendería distraernos de otros asuntos más graves. Y quizás sea así; pero es este un tema demasiado grave como para pasar por encima. No podemos acostumbrarnos a que nos sigan vendiendo una mercancía averiada bajo infumables tópicos demagogos y populistas que rozan lo sarcástico, al calificarlo como un nuevo «derecho a la salud sexual» épicamente conquistado.

Mas pese a todo, el aborto es lo que siempre fue: eliminar al ser humano más inocente e indefenso, con ADN diferente al de sus padres, que se desarrollaba plácidamente en el útero materno. Y por eso constituye en esencia una acción de muerte, un acto negativo que habría que rechazar; y no un acto positivo y de vida, a extender y facilitar.

Esto nos llevaría a afrontar cualquier debate al respecto con un rigor ya casi inexistente, pues los voceros del abortismo han logrado distraer la doble atención fundamental que requeriría este asunto, sobre la madre y el hijo, centrando el foco exclusivamente sobre la embarazada. Desaparece así la figura del hijo ya desde el inicio del debate, como antes se hizo desaparecer a la del padre.

Y esta maniobra sí que significa una auténtica cortina de humo.




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