Es el gran impacto cofrade de estos días: la Virgen de la Hiniesta está en su paso de palio vestida de hebrea. Porque además de ser precisamente el primer paso montado de 2021, la bellísima dolorosa sevillana no había vuelto a estar así desde que procesionara el Domingo de Ramos 10 de abril de 1960, como puede verse en una de las fotografías en blanco y negro que en exclusiva muestra este reportaje.
Es la noticia cofrade que corre y va de boca en boca: la Hiniesta está bajo su palio luciendo a la usanza hebrea. Además de ser la imagen por excelencia vestida al modo que innovó el genio de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, la Hiniesta se muestra impresionantemente bella con el atuendo de hebrea sobre su paso de palio. Es tan característica su estampa, que hasta vestida de hebrea quedó para el retablo cerámico que flanquea -junto al del Cristo de la Buena Muerte- la puerta ojiva por la que sale en Semana Santa del templo de San Julián.
La iglesia es un ir y venir constante de devotos que están acudiendo prestos a no perderse esta ocasión excepcional de contemplar a la Virgen de la Hiniesta ataviada con su saya, manto, aureola, cíngulo y corona de espinas sobre sus manos, componiendo y evocando en el siglo XXI lo que sólo eran ya antiguas fotografías de principios de la década de los 60 en el XX.
No están del todo claros los motivos de aquellas salidas de la Hiniesta vestida de hebrea, porque se apuntan varias versiones, dos principalmente: la restauración de su palio por un lado, y por otro rencillas -después superadas- en el seno de la Hermandad con su gran mecenas económico entonces, el abogado sevillano Eladio García de la Borbolla (cuyo recuerdo figura en la actualidad inscrito en una lápida blanca de mármol situada al lado derecho de la Virgen en su camarín). Quien esto escribe da fe al menos de que hasta la corona imperial de la venerada imagen se guardaba en el bufete que el letrado tenía en la planta primera del edificio que en la calle Sierpes hace esquina con la de Rioja (es justo la esquina contraria a la sombrerería de Maquedano). Puedo afirmarlo porque yo mismo la vi varias veces. Mi padre, José María Fuertes Corces, fue el que se convertiría más tarde en uno de los integrantes del Servicio Jurídico de la extinguida Cámara Oficial de la Propiedad Urbana de Sevilla (con puertas a las calles Trajano y Jesús del Gran Poder), pero empezó su larga y brillante carrera de abogacía como pasante de don Eladio, que así se le llamaba. Yo era entonces un niño al que, cada vez que se encontraba allí con su padre, le fascinaba mirar la corona de la Hiniesta. Estaba dentro de una urna de cristal, sobre una base de damasco rojo cardenalicio, y con luces que aún resaltaban más el esplendor y brillo de semejante joya, hoy lucida en cada Semana Santa o besamanos sobre las sienes de la bendita Madre de la Hiniesta.
Por don Eladio fui hermano de la cofradía, como mi padre y mi inolvidable amigo Luis Álvarez-Ossorio García de la Borbolla, sobrino de don Eladio. Fue precisamente mi querido Luis y su entonces novia -después su esposa- Carmen López Urrutia quienes me llevaron de la mano en la tarde del Domingo de Ramos, 10 de abril, de 1960, al que pertenece la última de las fotos de la galería de Beatriz Galiano, realizada esta semana. En ella se puede ver a la Virgen de hebrea bajo un modesto y liso palio de cajón. En lo que se llama “la calle” entre cirios cabe destacar un detalle curioso: la pequeña imagen mariana es la Virgen de Montserrat, no la Hiniesta gótica, como ocurrió posteriormente. ¿Por qué la moreneta? ¿Quizás estuvo la razón en la procedencia catalana de la Hiniesta, donde la leyenda cuenta que fue encontrada con la inscripción “Soy de Sevilla”?
Durante años -y hasta ahora, gracias a la cuenta en Facebook del cofrade Jesús María Fernández Fernández, dedicada temáticamente a la Hermandad de la Hiniesta- indagué sin resultados, incluso en los testimonios gráficos enmarcados en la Casa Hermandad, el motivo por el que la Hiniesta llegó a salir de hebrea. Nada. Nadie sabía nada. Y yo tenía -tengo- unos documentos incuestionables para reafirmarme: mis fotografías vestido de nazareno con capa ante el palio de la Virgen momentos antes de salir, cuando hasta las velas de la candelería aún no se habían encendido. Tampoco su encomiable camarera, María del Carmen Elvás Santos, pudo darme una explicación.
Como niño que era, jamás tuve conciencia ni de restauración alguna del palio ni de desavenencias de don Eladio que hubieran causado retirarle a la Hermandad por unos años el ajuar de la Virgen. En cualquier caso, ¿qué más da ya a estas alturas? Lo importante es que la Hiniesta ha regresado de hebrea hasta su palio. El acierto ha sido tan grande y tan celebrado por miles de sevillanos, que bien podría proponerse su nueva Junta de Gobierno sacarla así, con carácter excepcional, un Domingo de Ramos. Sería uno de los grandes “estrenos” de la Semana Santa. Un conmovedor y emocionante recuerdo de su historia.
Las fotografías de Beatriz Galiano dejan la evidencia de la hermosa y vieja estampa, pero ya en nuestros días, de la Virgen de la Hiniesta de hebrea en su palio. Incluso ha tomado imágenes en blanco y negro (una de las señas de identidad que practica la joven fotógrafa en sus reportajes) para demostrar la invariable solera de la inigualable talla de Castillo Lastrucci, que sin color confunde al tiempo, que no se sabe si es la Hiniesta de estos días (la que estará así durante dos semanas) o es la Hiniesta de hace décadas. Y es que en el corazón de Sevilla -también en el de mi infancia- es la Hiniesta de siempre y por siempre, Reina y Señora, la Estrella Sublime y, dos veces resurgida de sus cenizas, el Ave Fénix de nuestra Semana Santa.
Reportaje gráfico de Beatriz Galiano
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