Atraco en el gran banco de votos de EE.UU. La confesión de un directivo de Smartmatic convierte a los venezolanos en los principales sospechosos (III)
Comisionistas, engaños, corrupción y pelotazos tras la cortina

Tal vez muchos lectores puedan sorprenderse de lo que aquí se expone, pero eso sólo indicaría que en este mundo globalizado en el que la información corre pareja y abundante con la desinformación, los ciudadanos, pero también los periodistas, carecen de tiempo para retener y evaluar tantos datos y referencias como se nos ofrecen a diario y deslindar lo que tiene algún significado. Y esto, más allá de que el sesgo ideológico o partidario condicione lo que pueda resultar verdaderamente relevante para ellos y para sus lectores a la hora de asimilar lo que sucede.

A estas alturas resulta casi incomprensible que alguien pueda sorprenderse o deplorar la denuncia de un candidato a la Presidencia de los EE.UU., que a la vez continúa siendo el presidente de la nación todavía más poderosa del mundo, sobre la presunta existencia de un fraude electoral a gran escala, especialmente si se tiene en cuenta que no se trata sólo de los indicios veraces que ahora salen a la luz en boca mayormente de sus abogados, sino que denuncias parecidas han sido publicadas en los últimos años a montones y con gran despliegue pero de actores muy distintos y de menor relevancia.

Por ejemplo, acusaciones de esa clase fueron hechas no precisamente por el entorno de Trump, sino todo lo contrario. Así, resulta casi una extravagancia que puedan acusar ahora a Trump de promover una tesis a la que califican de “conspiranoica” quienes estuvieron tres años de los cuatro de la Presidencia de Trump volcados en promover un ‘impeachment’ que fue un fiasco y cuya misión principal parecía intentar acreditar que ‘hackers’ rusos (sin delimitar un sólo nombre) le habrían ayudado a ganar las anteriores elecciones del año 2016.

Ni siquiera en esos tres años que menciono, los del Partido Demócrata de Hillary Clinton, la gran derrotada, que inundaron de guerra urbana las calles de decenas de ciudades norteamericanas, lograron explicar qué sentido absurdo o qué interés podría tener Putin o el régimen ruso en que Donald Trump se hiciese con la Presidencia de los EE.UU. ni en qué podría beneficiarles a los rusos una incierta ayuda de esa clase.

Es decir, la conclusión de aquella farsa fue que el Partido Demócrata se quedó ojiplático tras su derrota y se volcó en demostrar un presunto fraude que no conducía a ninguna parte y del que no lograron certificar ni un sólo nombre ni un sólo indicio serio, más allá de hundir la reputación personal de algunos miembros de la judicatura o del estamento militar sin vinculación alguna con unos hechos no sólo improbables sino también sin un indicio sólido que apuntase en esa dirección.

Como era previsible, el falso ‘impeachment’, que fue alentado unánimemente también por los medios de comunicación del mundo entero durante meses, con acusaciones tan ridículas como que Donald Trump pudo mantener relaciones sexuales muchos años antes con una rusa en un conocido hotel de Moscú (¿cuál es el delito?), quedó en nada, y no es del todo descartable que en aquella ocasión, los demócratas de Hillary calcularan mal el manejo que habían preparado, convencidos como estaban de que Donald Trump jamás podría llegar a presidente frente a Hillary Clinton y así lo repitieron durante la campaña de 2016 desde los más prestigiosos analistas de la TV a las más variadas estrellas de Hollywood, con risotadas, apuestas y amplias mofas en todos los programas estelares de la radio y la TV.

Se les quedó cara de idiotas cuando sucedió y lo atestiguan los numerosos videos que recopilan las afirmaciones y hasta las chanzas que descartaban dicha posibilidad.

No sabemos si aquel desparrame de soberbia y de desprecio antes de las votaciones era por convencimiento propio (le tenían por un payaso poco serio) o si alguien les había trasladado que los Demócratas lo habían previsto a conciencia para dar un vuelco a los resultados en caso de haberles sido necesario.

El caso es que de haber sido así, nadie pudo robarle la victoria al republicano de “Make Great America Again”, quizá porque los cálculos fallaron y se quedaron cortos en la repuntuación de los votos obtenidos, lo que otorgó la victoria a Trump por estrecho margen (en conjunto obtuvo menos votos que la candidata demócrata), cosa que no podría volver a sucederles en una próxima ocasión, las elecciones de 2020, lo que les obligaría a ir a lo bestia y a por todas.

Esto, sin embargo, sería una mera hipótesis, pero lo que es una certeza indubitable es que los Demócratas de Hillary, tras perder las elecciones, se han volcado estos años en pretender el ‘impeachment’ de Trump acusándole de algo bastante más incierto y alocado, como ya se ha dicho, y nadie dijo entonces que no estuvieran en su derecho de exigir que se investigara lo ocurrido con alguna base fiable.

Dicho de otro modo, la posibilidad de fraude en unas elecciones, a las que en los últimos 20 años se han ido incorporando más y más dispositivos electrónicos de recuento y de gestión de datos en un proceso muy complejo, se convirtió en mucho más que una mera suposición plausible y alcanzó los límites de la certeza absoluta cuando en 2017 el empresario venezolano Antonio Múgica, uno de los fundadores de la compañía especializada en estos menesteres, de nombre Smartmatic, denunció con todas sus letras un inmenso pucherazo electoral de Nicolás Maduro, justo allí donde hasta unos meses antes Smartmatic había desarrollado sus proyectos de recuento y gestión de datos de las 13 elecciones y referendums organizadas con el beneplácito, primero de Hugo Chávez y luego de su sucesor, Nicolás Maduro, entre 2004 y 2016.

En aquella ocasión, el 2 de agosto de 2017, el mencionado Múgica, desde su nueva sede en Londres, a donde se había trasladado la empresa después de los primeros años en Caracas y luego en Boca Ratón (en el Condado de Palm Beach, Florida), denunció sin ambages que “en las pasadas elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente (en Venezuela) hubo manipulación del dato de participación” y señaló que “la diferencia entre la cantidad de votos anunciada y la que arroja el sistema es de al menos un millón de electores”.

Múgica aclaró que por el momento no podían precisar el número exacto, pero es que la oposición hablaba entonces de un fraude muy superior, de más de 5 millones de votos, lo que a la BBC le hizo sugerir en un reportaje publicado aquel mismo día que la denuncia de Múgica tal vez sólo tenía por objeto legitimar las elecciones aparentando exactamente lo contrario. En definitiva, que se tratase de una mera operación de imagen para distanciar a la empresa de las constantes acusaciones de fraude que la persiguieron durante todo el período de colaboración con la dictadura chavista:

“¿Por qué convocar a una conferencia en Londres antes de haber discutido sus hallazgos con las propias autoridades venezolanas con las que Smartmatic lleva más de una década trabajando?”, se preguntaba la BBC en dicho reportaje.

En un comunicado de la empresa de aquel mismo día se insistía en la denuncia e indicaba de manera textual que “las autoridades electorales venezolanas simplemente decidieron ignorar los resultados arrojados por el sistema”. Y Múgica añadía: “Nuestro sistema automatizado está diseñado para evidenciar cualquier manipulación, pero deben existir personas observando el sistema y esperando por esas evidencias. En esta elección no hubo auditores de la oposición porque ésta no participó”, dijo el ejecutivo, quien destacó en particular la ausencia de representantes opositores en la sala de totalización.

Cabe recordar, no se olvide, que todo esto ocurría en agosto de 2017 y era el reconocimiento minucioso de un pucherazo en toda regla por parte del propietario y fundador de una empresa que a esas alturas llevaba varios años trabajando con las autoridades de numerosos estados norteamericanos para la gestión de los datos de sus elecciones.

Así pues, ¿cuál podría ser el asombro ante una denuncia de Trump que se apoya en los indicios veraces ajustados como un guante a la descripción detallada que hizo Múgica tres años antes sobre cómo se ejecuta un pucherazo?

Buena parte de los indicios acumulados por el equipo de abogados de Donald Trump en estos días para presentar demandas en las Cortes estatales como paso previo a dirigirse al Tribunal Supremo, consisten precisamente en la ausencia de auditores republicanos durante el conteo de papeletas anticipadas y por correo cuando a partir de las 4 de la madrugada del siguiente día al de las votaciones comenzaron a llegar cajas y cajas sospechosas, introducidas en muchos casos por la puerta trasera de los edificios, con cientos de miles de papeletas rellenas de cualquier modo y procedieron a ocultarse tras una mampara en algunos casos y en otras ocasiones denegaron el permiso para acercarse a los escasos apoderados existentes a esa hora del Partido Republicano. ¿No les suena al relato de Múgica sobre el fraude venezolano?

Cuando aquel 2 de agosto de 2017, BBC Mundo le inquirió a Múgica si había discutido con las autoridades de Venezuela sus hallazgos, aquel reportaje recuerda que Múgica guardó “un espacios silencio” y luego dijo: “No nos pareció que alertar a las autoridades del Consejo Nacional Electoral (CNE) antes de hacer esta declaración hubiera sido lo correcto”.

El citado reportaje cita entonces que “Desde Caracas, la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, Tibisay Lucena, rechazó las acusaciones de la compañía”, y dice que Lucena calificó las denuncias como “una opinión sin precedente por parte de una empresa cuyo único rol es el de proveer ciertos servicios y soporte técnico no determinante en sus resultados”.

Dos semanas después de celebrarse aquella convocatoria electoral, Lucena anunció que el CNE “rompe relaciones” con Smartmatic y será otra firma la que se encargue de los conteos de votos”, como así, al parecer ocurrió. O no, ¡quién sabe!, porque si anunciaba que rompía relaciones tal vez es porque Smartmatic también había participado en aquel recuento que ahora Múgica sospechosamente denunciaba.

Pero es que por aquel entonces, Smartmatic, con Roger Piñero como presidente y cofundador de la compañía junto a Múgica, ya había ampliado mucho su negocio a numerosos estados norteamericanos, se trasladó a Boca Ratón y en 2012 desplazó su sede central a Londres.

Según el comunicado entregado al inicio de aquella rueda de prensa de Múgica a las que se refiere BBC Mundo, “entre 2004 y 2015, Smartmatic organizó 14 elecciones (…) y procesó más de 377 millones de votos sólo en Venezuela”, aparte de la polémica elección de la constituyente de aquella misma semana y en el documento se explicaba que la empresa fue fundada en el año 2000 en Estados Unidos, aunque con raíces firmes en el país sudamericano como demostraba su historial.

Las primeras elecciones en las que trabajó Smartmatic (con tecnología íntegra de Indra, que ya por entonces realizaba numerosos procesos en diversos países de América, Europa y Asia) fue el referendo presidencial de 2004, en el que un 58% de venezolanos le dijo “No” a la propuesta de la oposición de revocar el mandato del entonces presidente Hugo Chávez.

Y en 2006, como resultado de la entrada de Smartmatic en el mercado estadounidense, el congreso de EE.UU. se vio obligado a investigar los supuestos vínculos entre la empresa y el gobierno venezolano.

El diario The New York Times de aquellos años primerizos mencionaba la existencia de un préstamo gubernamental de 200.000 dólares, garantizado con un 28% de las acciones de una empresa vinculada a Smartmatic, como una de las primeras causas de sospecha.

Dicho préstamo, realizado siete meses antes de la obtención del contrato para el referéndum revocatorio, fue luego justificado como ayudas a pequeñas empresas y fue pagado antes de celebrarse el referéndum.

A partir de ahí, The New York Times señalaba que los tres primeros contratos de Smartmatic con Venezuela le garantizaron la nada despreciable cifra de120 millones de dólares, lo cual, según la BBC citando al NYT, alimentaba las sospechas en Washington: “Pasó de ser una pequeña startup tecnológica a un importante actor en el mercado, catapultado por su participación en el referendo revocatorio de agosto de 2004”, puede leerse en un cable de la embajada de EE.UU. en Caracas fechado en julio de 2006 y filtrado por la red anónima WikiLeaks en aquellos días.

Y añade el cable aunque la empresa afirma tener origen estadounidense, “sus verdaderos dueños -probablemente miembros de la élite venezolana de diferentes filiaciones políticas- permanecen ocultos detrás de una red de holdings en Holanda y Barbados”.

Cuando Smartmatic comenzó sus operaciones durante 2004 en Venezuela, el régimen chavista la catalogaba como una tecnología de punta que agilizaría el proceso electoral con resultados supuestamente transparentes.

Ahora, en las elecciones presidenciales norteamericanas de 2020, Smartmatic ha participado en el recuento y control de datos de muchos estados y también en el condado más poblado de la Unión: Los Ángeles, una jurisdicción con 5,2 millones de votantes registrados y 5.000 lugares de votación.

En su sitio web, Smarmatic afirmaba antes de las elecciones que esta vez había instalado 31.100 máquinas de votación, lo que representaba la mayor adquisición electoral en Norteamérica. A su vez, la empresa informó de que también suministraba la integración, ingeniería y fabricación de este nuevo sistema de votación.

La decisión de esta adjudicación fue de la junta de Supervisores del condado de Los Ángeles para desarrollar su “Solución de Votación para Todos” (VSAP por sus siglas en inglés). El Estado de Texas, en cambio, lo había rechazado porque sus expertos encontraron numerosas debilidades en el sistema que lo hacían fácilmente hackeable.

De todos modos, entre lo más aparatoso sólo de este caso de Smartmatic, en su web aún puede encontrarse reflejada la composición de la junta directiva que la empresa nombró para el dispositivo de las elecciones que han enfrentado a Donald Trump y a Joe Biden y en esa lista aparecen cuatro nombres, tres de ellos ex directivos del Ministerio del Interior estadounidense (DHS por sus siglas, Department Homeland Security) encargados superiores de la ciberseguridad nacional.

 

 

Abiertamente y sin ninguna clase de tapujos, la web de Smartmatic que hasta la hora en que se escriben estas líneas al menos, aún puede consultarse, dice textualmente lo siguiente a ese respecto:

Sus miembros son:
– El vicealmirante Peter Neffenger (en retiro de la USCG), quien se desempeñó como el 29º Vicecomandante de la Guardia Costera de los Estados Unidos y también como Subsecretario del Departamento de Seguridad Nacional y Administrador del Departamento de Seguridad del Transporte (TSA), un cargo que ocupó hasta enero de 2017;
– Robert Cook, que cuenta con más de tres décadas de experiencia ayudando a las comisiones electorales de todo el mundo a mejorar la transparencia y la eficiencia de sus procesos;
– Gracia Hillman, quien se desempeñó como comisionada y presidenta de la Comisión de Asistencia Electoral de los Estados Unidos (2003-2010); y
– Paul DeGregorio, experto electoral que también se desempeñó como comisionado y presidente de la Comisión de Asistencia Electoral de los Estados Unidos (2003-2007).
La primera reunión de esta nueva Junta Directiva se llevará a cabo en Washington, DC, este viernes 26 de octubre. Neffenger ejerce como Chairman y Robert Cook actúa como Director Ejecutivo.”

Como es bien conocido, buena parte de los indicios relatados en los últimos días por el equipo de abogados que encabeza el ex fiscal del Distrito Sur de Manhattan que descabezó a la mafia neoyorquina en los 80, y en el que están integrados también la ex fiscal federal Sidney Powell y el célebre abogado Lin Wood, el cual ya ha afirmado que “Biden va a ir a la cárcel”, incluye las denuncias de la existencia de numerosos comisionistas e implicados en sobornos para alterar el proceso electoral de las presidenciales de 2020.

Aún falta por relatar aquí muchas piezas en relación, sobre todo, a la canadiense Dominion Voting System, a las españolas Scytl e Indra, así como a las miles de irregularidades sospechosas, testimonios y declaraciones juradas de testigos sobre el recuento del voto por correo.

(Continuará)

Capítulo I:  España en el ojo del huracán del “fraude electoral más atroz de la era moderna”, según Rudolph Giuliani. La tecnología española se esconde detrás de los recuentos (I)

Capítulo II: El “nudo español”: La lucha por el control de un “caballo de Troya” y de una empresa en quiebra asfixia a la democracia más avanzada del mundo desde España. El Santander entra ahora en el capital de Indra (II)




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