Toros en Sevilla: ¡Orejas, oigaaaa! ¡Estamos que lo tiramos! ¡Y puertas del príncipe! ¡Las llevo barataaaaas!
El presidente vilipendiado por Morante consumó el descenso de la Maestranza a plaza portátil

Lo de ayer en la Plaza de Toros de Sevilla fue bochornoso. Volvio a abrirse la Puerta del Príncipe, privilegio difícilmente alcanzable en otros tiempos, de forma incomprensible sin que sepamos a ciencia cierta qué pasó por la cabeza del presidente de moda, Gabriel Fernández Rey, el mismo que negó una oreja a Morante de la Puebla hace tres días ganándose que el matador sevillano le dijera “no tienes vergüenza”. Sí, eso fue lo que le dijo Morante
Una faena aceptable de Tomás Rufo -que sería igual de buen torero con los trofeos de ayer que sin ellos- fue premiada con dos rápidas orejas que quitan prestigio a la Plaza de Toros de Sevilla descendiéndola al nivel de una portátil. Y a las corridas que en ella se juegan, a bullangueros festivales.
Fernández Rey se inventó un acontecimiento. Punto.
¿Por qué? Igual estaba pensando en Morante y su desplante del pasado lunes. Igual quiso diluir el evento del rabo cortado por el de La Puebla -única Puerta del Príncipe de verdad- en venganza por lo que pasó en su día. Igual… vaya usted a saber. Lo único que consiguió fue devaluar algo sagrado, mítico en el mundo del toreo universal.
No estuvo mal Tomás Rufo en su primer toro, pero sí estuvo muy por debajo de un buen ejemplar de Jandilla. Toreó con exquisita técnica y buen gusto por la derecha, ayudado por un animal que humillaba y embestía con codicia con apenas enseñarle el trapo. Por la izquierda se dedicó a echarlo para afuera al no poder solventar el único problema, mínimo, que ofrecía el toro, que reponía pronto por ese lado. Con una oreja hubiera ido más que despachado el toledano de Pepino, ya que ni siquiera el espadazo justifica las dos que le dio el ayer muy muy muy blandito, casi fluido, presidente.
Lógicamente, Tomás Rufo salió enchufadísimo en su último toro. Teniendo en cuenta su propio son y el del palco, salir a hombros y mirando al río estaba muy cerca. Y encontró un sensacional colaborador en Levítico, el sexto de la tarde, que humillaba, embestia con clase y nobleza y tenía cierta chispa. Tenía poca fuerza y Rufo lo hizo todo bien, cuidándolo y sacando todo el partido que podía con momentos cumbre como un natural en redondo, una serie por la zurda y, por supuesto, la estocada. Oreja.
Como cuando se abrió para Roca Rey el día 21, la Puerta del Príncipe se convirtió en una de lata y somier viejo. La otra puerta roja que había en Sevilla era la de La Carbonería. A esa nunca le hicieron perder su dignidad, incluso aunque, lamentablemente, esté cerrada ya para siempre.
Manzanares tuvo dos buenos toros de Jandilla que dejaron en evidencia el momento desganado, apático y sinsustancia que vive. Siempre fuera de sitio, a los sainetes que ahora protagoniza con la espada sumó ayer otro más, cuando intentó matar recibiendo, así porque sí. Y lo hizo varias veces antes de desistir. Atorado, agarrotado, sin recursos, el gran torero alicantino debería tomarse un descanso, echar de menos las corridas de toros para que dejen de ser una rutina para él. Está tirando por la borda el recuerdo de una bonita carrera.
Pablo Aguado apechugó con el peor lote. Un sobrero manso que siempre amenazó con rajarse y otro con tan pocas fuerzas que fue rompiendo la ilusión que generó con su indudable clase en el elegante inicio de faena.
Aún quedan cuatro festejos en la Feria de Abril, así que ánimo, que a nada que medio embista un toro el redefinido portalillo colorao puede volver a descerrajarse para alegría del presi de turno, solaz del público y desesperación de los aficionados.




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