Roca Rey y Aguado se encontraron en Córdoba pero no quisieron verse
La tarde no dio lo que se esperaba ni decantó la balanza a pesar de la oreja del peruano

Un antiguo aficionado córdobés nos comentaba en vísperas del festejo que añoraba los tiempos en que la feria de su ciudad era un referente en España. Ciclos de una semana o más, festejos de todo tipo con atractivos carteles, cuidado hacia las figuras locales… La crisis de finales de la primera década del siglo se llevó esa feria, pero carteles como el que ocupa esta crónica dan motivos para el optimismo.

Todo el papel (permitido, el 50%) vendido, mucho público de Sevilla y de Francia, primer día por encima de los 30º con el consiguiente alivio en los atuendos… Y muchas ganas de toros.

Una alegría ver al periodista Juan Ramón Romero reincorporado a sus labores como coordinador de las retransmisiones de Canal Sur después de haber sufrido el COVID: ”Quise tirar p’alante en Jerez y, al final, la suspensión me dio algo de cuartelillo: Pero aquí estoy ya”, nos dijo sonriente.

Todos queríamos ver a Roca Rey -reaparecía en España tras dos años- y a Pablo Aguado -se presentaba en Córdoba-. Pero ¿y ellos? ¿Querían verse?

Durante las faenas de Diego Ventura estuvieron guardando una gran distancia de seguridad, prácticamente el ancho de un tendido, y no cruzaron la mirada cuando Aguado hizo el quite -delantales y una media- en el primero de Roca Rey ni cuando este le respondió con chicuelinas recogiendo por detrás y media defectuosa. Fue la única vez que rivalizaron en quites.

Llegó la noche sin que hubieran cruzado apenas miradas, hasta que el peruano culminó su faena por bernardinas al 5º bis, su segundo, con el que se había encontrado muy a gusto. Remató con un pase de pecho mirando envalentonado ¿al tendido?, curiosamente donde se encontraba el sevillano, durante algo más de tiempo del que duró el pase…

La penúltima, Pablo Aguado, muleta montada para empezar su faena y el 6º toro fijado por uno de sus peones en el burladero… Pero hay una persona más en el ruedo. Es Roca Rey, que lo abandona con un paso más que cadencioso y sintiéndose observado tras cumplir con su papel en el tercio de banderillas mientras Aguado lo mira entre enfadado e incrédulo. Sólo le faltó decirle “¿va a tardar mucho, maestro?”.

La última, un frío saludo de despedida con un amago de choque de hombros mientras se estrecha la mano por parte del sevillano no correspondido por el limeño.

Lo peor de todo es que esto que acabamos de contar puede ser lo más reseñable de la rivalidad que, sin duda, existe entre estos toreros.

Los goles dicen que ganó Roca Rey porque cortó una oreja a su primero tras dos buenas series de derechazos y otra igual con la izquierda. La estocada cayó un poco desprendida, pero fue efectiva.

No hubo orejas, pero sí faena en el 5º bis, (el 5º fue devuelto incomprensiblemente cuando ya había recibido las banderillas al quedar inutilizado tras un tremendo trompazo contra un burladero) el de la mirada “al tendido”. Fue un toro de Parladé con poca fuerza pero mucha clase, la misma que permitió que el peruano le administrara unos sobresalientes estatuarios y buenos derechazos y naturales. Sin embargo, la faena fue perdiendo calidad y apareció el pico en algunos momentos. Elevó el tono con las mencionadas bernardinas, pero falló con la espada. Dos pinchazos, hondo el segundo, y una estocada le privaron de otra oreja.

Y Pablo Aguado no marcó. Se fue de vacío. Y, esta vez, la espada no tuvo la culpa, ya que llegó a la suerte suprema sin haberse hecho merecedor a ningún trofeo.

Lanceó como los ángeles al 3º, de Núñez del Cuvillo, pero su escasa fuerza (boca abierta al inicio de la faena) y su poca codicia fueron un obstáculo insalvable. Imposible ligar tres muletazos. Metisaca y estocada delantera y algo baja.

Apuntó cosas con el 6º, pero todo se quedó en una buena tanda de naturales y sin que el toro le ofreciese más posibilidades. Pinchó y dio luego una gran estocada.

Sin duda que los detalles más toreros de la tarde estuvieron de la mano del sevillano porque su particular estilo natural, vertical, nada forzado y su buen gusto toreando los propicia. Pero si esta coletilla se hace habitual en cada crónica, mal camino…

Y Diego Ventura, pues eso. Fue el convidado de piedra en esta pelea de gallos y cumplió con dignidad su papel. Una oreja por toro, como es habitual, y a otra cosa.

El próximo capítulo del duelo, dentro de tres días en Vistalegre.




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