Pascual González pregona con un éxito sin precedentes la Cabalgata del Ateneo: como sueña Sevilla

Marcó el kilómetro cero del cortejo de la ilusión. Con el Pregón de Pascual González la Cabalgata no pareció sólo anunciada, sino que ya estaba en las calles de Sevilla, tal fue su entusiasmo al proclamarla. Se acompañó de su gente inseparable, los Cantores de Híspalis, además de por músicos impecables y del coro gaditano del gran Julio Pardo, leyenda del Falla y ayer un lujo en el Lope de Vega. Desde el escenario partió toda una recreación de la Cabalgata que hizo sentir su júbilo en un aforo lleno hasta la bandera, el de un pregón que para atender el interés de cientos de personas por presenciarlo ha dado más problemas que si fuera el de Semana Santa.

Pascual González podía con su garganta mientras al público se le hacía un nudo en las suyas. El artista, como tal y de los mejores, es un experto en emociones.

Precedido por la Banda Sinfónica Municipal de Sevilla y las palabras del periodista Fran López de Paz y del presidente del Ateneo, el doctor Alberto Máximo Pérez Calero, se hizo enseguida con la situación. Traía el rumbo directo al corazón de todos. Llegaba sin rodeos, sabiéndose perfectamente en sus dificultades, pero también absolutamente consciente de que habla la lengua común de los sevillanos, el mismo idioma de sus requiebros.

La embocadura del escenario parecía un gigantesco christma sonoro, de esos que guardan una inesperada y feliz melodía cuando se abren al recibirlos. El Ateneo es una institución que hila fino, que marca estilo en actos multitudinarios, que maneja con maestría el patrón y las medidas de una Sevilla elegante que, por desgracia, no siempre lo es y a la que cada vez más se le va la mano por la catetada y el mal gusto. La Docta Casa enmarcó exquisitamente el pregón vibrante de Pascual González: dos altos árboles de Navidad, exornados con muy buen criterio en tonos y adornos, flanqueaban cada uno el escenario, cuyo filo seguía un friso de flores de Pascua y hojas de muérdago alternándose con grandes paquetes de regalo que evocaban a aquellos otros que los Reyes Magos dejan por todos los hogares. Era el marco perfecto para el espectáculo perfecto, sumando a todo una luminotécnia que hacía desenvolverse al Pregón entre azules y violetas. La magia de los tonos envolvió a la palabra decidida y valiente de Pascual González -más mirra que nunca en una hombría admirable- como si el artista avanzara haciéndose sentir por entre la mítica niebla de una lejana Cabalgata.

Con Cantores y el Coro de Julio Pardo, acompañados todos de una orquestación que bombeaba la sangre, el genial creador de tantos éxitos inolvidables cantó la marcha “Pasan los campanilleros” con letra original para la ocasión. Al Lope de Vega le iba pasando eso que rara vez le pasa a los teatros cuando dentro de ellos ocurre el delirio: que se venía abajo entre vítores, lágrimas y ovaciones interminables. Ya no era un patio de butacas, palcos y hasta la zona paraíso abarrotada. Ya era allí mismo la calle Oriente, Resolana, Campana o el puente de Triana; ya San Jacinto, Pagés del Corro y Asunción. Fue un Pregón de bolsas hacia arriba y paraguas al revés, un Pregón de serpentinas y globos en los balcones. La apoteosis surgida de un artista al que le habían negado durante muchos años el pan y la sal del otro Pregón que dan tantos mediocres, pero que ahora sabía hacerse justicia desde su hiel y su admirable capacidad de superación.

Contó y cantó la fantasía de Sevilla desde esa primera y original fantasía para el ser humano que fue el nacimiento tan increíble como real del Hijo de Dios, el hecho histórico más fantástico que haya podido ocurrirle jamás a la Humanidad. Pascual González levantó ante los ojos de todos el inmenso mural pictórico y poético del costumbrismo más sevillano. Y soñó y soñó y soñó como sueña Sevilla.

Terminó junto a Cantores, y con carácter de estreno, interpretando “Al son de una Cabalgata”, bien inspirada musicalmente en el más puro compás del gran cortejo ateneísta por las calles de Sevilla. Se comprobó una vez más que Pascual González es único en trasladar vida a partituras, por eso pudo hasta reproducir e incorporar junto a su texto y ritmo original el auténtico clamor del gentío cuando ya se acerca la Estrella de la Ilusión y estalla a coro el popular villancico: “¡Ya vienen los Reyes Magos! ¡Ya vienen los Reyes Magos caminito de Belén!”. Fue un estreno en el que invitó a cantar a todos los asistentes al Pregón. Hasta la famosa lámpara del Lope de Vega -aquella que un día llegó del Coliseo- se encendía y se apagaba como si fuera el más claro signo intermitente de la felicidad navideña. Quedó y cerró aquel son de Cabalgata con indisimulable vocación de himno para compartir toda Sevilla en la gran noche del 5 de enero, esa noche venidera que ya cruza por los sueños de niños y mayores, pero de la que ayer se soltaron grandes pedazos de cielo en el Pregón, indudablemente histórico, de Pascual González.

 

Galería de imágenes de Beatriz Galiano.




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