La fotografía que ilustra este editorial fue captada la tarde-noche de este martes por el periodista Cristóbal Cervantes. Una larga cola de turistas esperando un taxi que nunca llega. Nos decían que esta situación sólo se producía en momentos puntuales y en días concretos, especialmente fines de semana o festivos, pero la realidad apunta a que el problema, de puntual, tiene poco. Todos aquellos que utilizan el avión para sus desplazamientos habituales saben de sobra que el problema del transporte público en el aeropuerto de Sevilla viene de lejos, si bien los turistas, varios millones de personas al año, se llevan una primera imagen negativa de una ciudad que, no nos engañemos, vive del turismo pero no para el turismo. Nos consta del esfuerzo del Ayuntamiento de Sevilla, a través del delegado de Movilidad Juan Carlos Cabrera, y del propio alcalde Juan Espadas, por intentar dar una solución al problema, pero los esfuerzos puestos en marcha hasta la fecha no dan resultados.
Cabrera ha decidido reforzar el transporte público en el aeródromo de San Pablo, pero hasta el momento sólo se anuncia un incremento de las líneas de Tussam a partir del próximo viernes, aunque el problema sigue enrocado en el sector del taxi, y en concreto en el grupo que monopoliza el servicio a su antojo, como si de un bien propio se tratase. Los taxistas del aeropuerto van a su aire, sin control, e intentan evitar, en más ocasiones de las soportables, la violencia para imponer sus normas. Han impuesto el terror entre sus propios compañeros, a quienes ni siquiera dejan acercarse al aeropuerto, y han atacado a los vehículos de transporte de viajeros, como Cabify, así como a los vehículos de los hoteles que transportan a sus clientes. Ni comen ni dejan comer. Y así, con este descontrol, los taxistas del aeropuerto provocan escenas como las que reproducimos en Sevillainfo.
El aeropuerto de Sevilla ha incrementado sus líneas con otros destinos nacionales y europeos, aumentado su actividad y, por tanto, los pasajeros que llegan o salen de Sevilla. Y esos redoblados esfuerzos de las líneas aéreas y de Aena por impulsar la industria turística sevillana debe ir acompañada por medidas políticas que eviten estos problemas generados por el mismo grupo de taxistas de siempre, que sólo saben tirar piedras sobre el tejado de todos los sevillanos.