El Hospital Militar, una estafa consentida por los sevillanos

El Hospital Militar “Vigil de Quiñones” fue utilizado por la Junta de Andalucía como arma arrojadiza contra el gobierno central de José María Aznar en la llamada “política de confrontación” que caracterizó las relaciones del gobierno autonómico socialista contra el ejecutivo del PP. La insistencia del PSOE, a todos los niveles, fue de tal envergadura que el Ministerio de Defensa tuvo que desprenderse en 2.004 del magnífico centro hospitalario para su incorporación “inmediata” al sistema público de salud, tal y como prometió, en su día, el presidente Manuel Chaves. Hoy, trece años después, el hospital, con cinco quirófanos, 240 habitaciones individuales y 750 camas, presenta un aspecto fantasmagórico y sufre el expolio de lo que aún queda de valor en el recinto.

No hace falta mucho esfuerzo para recordar la beligerancia demostrada en su día por la Junta de Andalucía, los grupos municipales del PSOE en los Ayuntamientos, Diputación y Parlamento de Andalucía para defender sus sólidos argumentos y reclamar al gobierno la transferencia del Hospital Militar, “fundamental”, entonces, para completar el sistema público de salud de la provincia de Sevilla. En aquella estrategia política de desgaste participaron de manera muy activa los sindicatos, numerosos movimientos vecinales y la mayoría de los medios de comunicación que hoy callan ante la vergonzosa situación en la que se encuentra un hospital que sigue siendo “fundamental” para Sevilla y los sevillanos.

Nuestra memoria es frágil. El Hospital Militar dejó de ser noticia y salvo contadas ocasiones en las que se ha hablado sobre el edificio en plenos parlamentarios de puro trámite, los sevillanos nos hemos dado por satisfechos perdonando una vez más al gobierno autonómico socialista en esta afrenta al pueblo de Sevilla. Ni siquiera nos acordamos del Vigil de Quiñones cuando observamos, un día sí y el otro también, las Urgencias de los hospitales públicos saturadas, las listas de espera interminables y, en definitiva, el colapso de la sanidad pública en la capital y su área metropolitana.

Y es que Sevilla, con 1,7 camas hospitalarias por habitante, soporta una media por debajo del resto de Andalucía, con 1,94 camas  y a años luz de la media europea, fijada en 5,2 camas por habitante. Ni siquiera con la hipotética puesta en marcha del Hospital Militar llegaríamos a situarnos en la media andaluza. La única esperanza que podemos albergar la depositamos en manos de Marea Blanca, un grupo de irreductibles surgido de la sociedad civil dispuestos a dar la batalla por recuperar un centro hospitalario utilizado por intereses políticos al margen del interés general de los sevillanos. El problema es que en Sevilla no tenemos ningún “Spiriman” que nos defienda, a diferencia de los granadinos que decidieron salir una y cien veces a la calle hasta forzar ceses y dimisiones en la cúpula del Servicio Andaluz de Salud, evitando atropellos y forzando a la administración a mejorar la sanidad en aquella provincia hermana. 




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