El Ayuntamiento de Sevilla y sus obras. Nicolás Antonio (I)

El personaje que nos acompañará durante estas semanas fue un célebre erudito e iniciador de la Bibliografía española moderna, está retratado en dos cuadros ubicados en la Casa Consistorial del Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, una calle de Sevilla está rotulada con su nombre, y se ha dicho de él  que “fue la persona que más libros vio y conoció de todo el siglo XVII. “ Se le ha considerado precursor de la bibliografía moderna y fundador de la bibliografía española.

Nicolás Antonio nació en Sevilla el 28 de julio de 1617 en el seno de una ilustre familia de ricos mercaderes flamencos originaria de Amberes  y afincada en Sevilla, siendo  bautizado en el antiguo Sagrario de la Catedral de Sevilla. Cursó sus primeros estudios en el colegio de dominicos de  Santo  Tomás, donde aprendió Latín, Filosofía, Teología y Gramática, entre otras materias, estudiando posteriormente Derecho Canónico en el colegio de Santa María de Jesús o de Maese Rodrigo de Santaella (antigua Universidad de Sevilla); de allí marchó a Salamanca  en 1636, en cuya universidad  continuó sus estudios de Derecho, destacando como alumno, y donde obtuvo el título de Doctor en 1639. Durante su estancia en Salamanca conoció al entonces famoso Francisco Ramos del Manzano, del que fue alumno, catedrático de Derecho Romano de aquella universidad  (que más tarde sería preceptor del rey Carlos II), y es probable que permaneciera más tiempo en dicha ciudad  profundizando en el estudio del Derecho.  Por aquella época ya tenía aficiones de bibliólogo, empezando  un estudio sobre los nombres propios que figuraban en el Digesto o Pandectas, para elaborar un catálogo, pero cuando llevaba realizado  parte del trabajo, desistió de continuarlo al enterarse de que ya se había escrito una obra análoga en el siglo XVI  por el humanista y bibliófilo Antonio Agustín. Entonces, pensando en otras metas más importantes relativas a la historia y a la crítica literaria,  concibió la idea de formar un extenso  y crítico índice bio-bibliográfico  de todos los escritores españoles desde el reinado del emperador romano Octavio Augusto hasta su tiempo, y por ello regresó a Sevilla, su ciudad natal, en la que llevó una vida  austera y apacible, ejerciendo brevemente, al parecer, su actividad como  jurista, y  en la que existían  bibliotecas muy importantes y numerosas, tanto  de particulares como de conventos, ( como la formada en el monasterio benedictino de San Benito, de abundante contenido,  o la de su amigo Juan Lucas Cortés ). Con tal fin se dedicó, casi por completo, a recorrer y frecuentar todas ellas durante casi once años, así como archivos públicos y privados, entregándose con empeño e interés investigador a leer, estudiar y analizar con avidez  todos los libros y documentos que poseían – consultados directamente- y llevando a cabo una incansable e ilimitada tenacidad y un esfuerzo muy intensivo, con un método de trabajo muy riguroso  (infrecuente en su tiempo), consiguiendo  la mayor cantidad posible de información sobre cada autor español habido hasta entonces a base de acumular datos y noticias de primera mano  sobre los mismos ( prescindiendo, en lo posible, de  notas secundarias y datos no contrastados ) que luego organizó inteligentemente, comenzando a preparar de esta manera la que iba a ser su obra principal y más famosa, (proyecto que pronto se conocería en el mundillo erudito de la Corte), su  gran obra bibliográfica  razonada, la” Biblioteca Hispana,” empresa hercúlea  que abarcaba a  los  escritores españoles ( aportando  de cada autor genealogía, obras, y otros datos biográficos). Es uno de los mayores trabajos bibliográficos de todos los tiempos, que no ha tenido continuación,  actualización  o superación ni en España ni en Europa, y que por su envergadura y calidad habría de ser muy superior a todas las existentes, siendo  el primer intento serio de documentar todos los libros escritos en España;  escrita en gran parte en el ya mencionado monasterio de San Benito y en latín, publicada en varios tomos, y dividida en dos partes : Antiqua o Vetus , desde el emperador romano Augusto hasta 1500, y Nova, desde 1500 hasta 1672. De esta manera, llegó a ser Nicolás Antonio  el español más entendido del momento en libros y escritores, siendo considerado como el más grande bibliófilo español,  revolucionando el mundo de la bibliografía en España y siendo el bibliógrafo por excelencia. Sentía pasión por los libros, que le facilitaron su labor en la recogida de información para su obra, siendo muy diligente tanto en su consulta como en su adquisición, buscando libros por todas partes, procurando conocer todo lo que se había publicado, comprando muchos de ellos con sus pequeños ahorros,  llegando a adquirir incluso alguna biblioteca particular y reuniendo una biblioteca personal  muy famosa, compuesta, al parecer,  por más de treinta mil volúmenes (que llegó a ser la más cuantiosa después de la Vaticana y una de las más importantes de España,  en la que había libros escritos en francés o italiano y  apenas había en ella libros religiosos). Tal vez le indujo a emprender su actividad bibliográfica el ejemplo de Hernando Colón, aunque Nicolás Antonio añadió el espíritu crítico y una cultura más profunda. Esta tarea la completó recurriendo también a fuentes indirectas que le sirvieran para su trabajo, estudiando las bibliografías existentes, recogiendo datos  de  hagiografías, manejando valiosos manuscritos y manteniendo una intensa, prolongada y fructífera correspondencia  epistolar con historiadores, bibliógrafos y numerosos escritores de su tiempo ( como el cardenal José Sáenz de Aguirre, el cual sentía pasión por la bibliografía y la crítica literaria, y apreciaba la obra de Nicolás Antonio,  al que  conoció y con el que mantuvo una sincera amistad). Nicolás Antonio siempre procuró  tener colaboradores fiables, ya que de  aquella documentación que no podía ver personalmente solicitaba datos a personas que la poseían, pidiendo informes y referencias sobre dichas personas – si no las conocía a fondo-  a  sus amigos más acreditados, a fin de comprobar si la información que recibía de ellas era cierta. Esta correspondencia  explica el porqué  de la precisión de toda la información que consiguió para su Bibliotheca Hispana Nova,  información que utilizó para la Vetus o Antiqua , así como de la documentación que obtuvo para escribir su famosa obra “ Censura de historia fabulosas. “ Logró gran prestigio y admiración entre los eruditos de su tiempo, tanto españoles como extranjeros, fama  que  fue aumentando, hasta tal punto que el rey Felipe IV  le concedió en 1645  el hábito de caballero de la Orden de Santiago en recompensa a sus méritos y a su afán bibliográfico, marchando brevemente a Madrid por tal motivo y regresando a Sevilla enseguida  para continuar con su ardua labor.  

En 1651 Nicolás Antonio volvió a Madrid, donde  se puso en contacto con otros eruditos y bibliógrafos, haciendo un catálogo impresionante de libros, y, además, tenía el  propósito de conseguir algún beneficio o empleo en alguna materia próxima a sus intereses, lo cual se vio satisfecho en cierto modo al ser nombrado por Felipe IV  agente general de los asuntos del rey y de España en Roma en 1659, cargo  completado con los de agente o procurador para las posesiones españolas de Milán, Nápoles y Sicilia,  y  familiar del Santo Oficio de la Inquisición para ofensas contra la fe católica, cargos que ejerció  con prudencia, integridad y cordura durante casi veinte años, compaginándolos con su actividad investigadora y de búsqueda y adquisición de libros que continuó allí en Italia (debido a su prolongada estancia allí), estando al corriente de todos los libros editados que llegaban a las librerías de Roma, y consultando en la Biblioteca Vaticana todo lo que había sobre autores españoles; gozó de la estima de los diplomáticos españoles los cuales le invitaron frecuentemente a asistir a sus consejos privados. En este periodo de tiempo se ofreció para impulsar y mediar ante el Vaticano en las causas de beatificación de Fernando  de  Contreras y de sor Francisca Dorotea, aunque dichas propuestas  fueron rechazadas. Gran parte del dinero obtenido de sus cargos lo invirtió Nicolás Antonio en la compra de libros, en la publicación de algunas de sus obras  y en dar limosna a los más necesitados, endeudándose por ello. Para evitar que cayera en la ruina total, el papa Alejandro VII, que se había interesado por él, atraído por su ingente biblioteca,  lo nombró canónigo de la catedral de Sevilla con dispensa de residencia  el 22 de mayo de 1664, con una notable renta anual. Allí en Italia concluyó  su obra Biblioteca Hispana Nova  que estaba inconclusa. 

En esta época  (en 1659) se publicó su primera obra, “De exilio “en Amberes y en Madrid, en varios tomos,  un estudio de la pena de destierro dedicada al inquisidor general Diego de Arce y Reinoso, poseedor de una copiosa biblioteca, con quien mantuvo correspondencia.

En 1679  volvió a Madrid al ser nombrado por el rey Carlos II  fiscal del  supremo tribunal del Real Consejo  de la Santa  Cruzada con deber de residencia, en recompensa por los servicios prestados,  cargo que desempeñó brillantemente, y que mantuvo hasta su muerte. Se dice que no llegó a ejercer más cargos por humildad y sobre todo para disponer de más tiempo libre para el estudio.  

Hasta la semana próxima, queridos lectores.




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