Fernando Villalón. Centauro de pena. Una autobiografía, novelada y no autorizada de Fernando Villalón. Entrevista a Eduardo J. Pastor

La editorial Almuzara ha publicado el libro Fernando Villalón. Centauro de Pena, de Eduardo J. Pastor. Una obra que entronca en la escuela sevillana de la literatura y que pone voz al poeta olvidado de la Generación del 27.

Eduardo J. Pastor (Paradas, Sevilla, 1978) es licenciado en Derecho en la primera promoción de la Universidad Pablo de Olavide. Nos confiesa que comparte con Manuel Machado su vocación frustrada de banderillero así como la de vivir la vida tal y como le llega, asumiendo las sombras que la vida trae consigo. Su pasión es la lectura y a partir de ahí empieza a escribir, aunque nos repite que él no es escritor, pues un escritor tiene que tener forzosamente lectores y a día de hoy éstos son mi familia y mis amigos. Eduardo se declara lector y buscador de la esencia del pueblo y la ciudad que a veces escribe, pero sin ninguna pretensión.

S.I._ Eduardo, ¿por qué Fernando Villalón?

E.J.P._ Hay un puñado de artistas que me han interesado desde siempre. Son esos que no siguen a la cultura oficial ni la senda que marcan las modas. Un manojito de artistas que unen su obra y su vida, que no separan el artista del hombre, que no crean personajes. Que no copian. Sino que viven y sienten. Y Fernando Villalón es uno de esos personajes que llevó por bandera la máxima belmontina del se torea como es, sin dejarse llevar por el qué dirán ni someterse a las lenguas de doble filo.

S.I._ En muchas antologías de la poesía de la Generación del 27 no aparecen textos de Fernando. ¿Olvido casual o premeditado?

E.J.P._ En algunos casos, supongo que casual. En otros estoy seguro que premeditado –con alevosía y seguramente que con nocturnidad. Aunque la poesía de Villalón aparece una de las antologías más importantes (Poesía española. Antología 1915-1931 de Gerardo Diego), con posterioridad su nombre empieza a desaparecer, a disiparse. Incluso en estudios sobre el 27, lo que es más grave. Durante mucho tiempo, Fernando no estuvo bien visto por lo de ser Conde de Miraflores de los Ángeles, ni caballista, ni ganadero… Se quiso señalar como señorito y a su poesía relegarla a una poesía menor y fandanguera. Este hato de los lobos, como él decía, quiso dejarlo fuera del mundo poético. Pero el espíritu de Fernando sigue ganando batallas hasta después de muerto y olvidado, como un Cid Campeador de las letras que no se resigna al abandono.

S.I._ Sevilla es una ciudad muy dada a estos olvidos premeditados que se disfrazan de casuales…

E.J.P._ Esta Muy Hipócrita y Muy Cobarde ciudad de Sevilla, como reitera tantas veces el maestro Antonio Burgos, es referente en el olvido premeditado porque no interese hablar de alguna cosa o porque nadie quiera señalarse. Pero nunca a las claras, nunca a calzón quitado. Siempre se le dan dos o dos mil vueltas a las cosas para decirlas de otra manera y mirar para donde nadie vea que estás mirando. Y Fernando Villalón sufrió estos olvidos, estos desmanes; como persona y como poeta. Y lo acusó en sus últimos días. Lo acusó, y de qué manera…

Sin ir más lejos, hace poco se presentó el cartel taurino de la Real Maestranza de Caballería para la feria del año que viene, en el que se cumplen  100 años de la muerte, ni más ni menos, que de José Gómez Ortega. Y no han aprovechado la ocasión para homenajear al Rey de los Toreros (Paco Aguado dixit). La suerte que tienen es que ya no hay un Muñoz Y Pabón dispuesto a dar la cara por un torero que nació del pueblo y al que el pueblo, y solo el pueblo, homenajeó como merecía. En esta ciudad faltan Muñones y Pabones.

S.I._ ¿Por qué una autobiografía no autorizada y novelada? 

E.J.P._ Autobiografía porque es el espíritu de Fernando el que pone voz a las páginas del libro. No autorizada porque no he firmado contrato alguno con su espíritu, por lo que puedo escribir lo que desee. Y novelada porque así puedo decir lo que quiera. Es una obra que no se sujeta a ningún tipo de corsé. No es una biografía al uso. Villalón ya las tiene y poco había que aportar en esa línea.

S.I._ Durante su juventud, mientras estudiaba en la Escuela de los Jesuitas del Puerto de Santa María, conocería a otras figuras como el dramaturgo Pedro Muñoz Seca y el poeta Juan Ramón Jiménez. ¿Qué puede decir de esta generación? 

E.J.P._ Los tres, por edad, tendrían que pertenecer a la generación el 14. Pero el único que puede considerarse como miembro de pleno derecho al novecentismo es Muñoz Seca. Juan Ramón nace como poeta en el modernismo y nunca, a mi juicio, deja esa corriente, aunque tenga al final bastante que ver con el 27, con los que no terminó muy bien que digamos. Y Fernando es del 27 total y absolutamente aunque por edad llega tarde a esta corriente, pues ya tenía cumplidos cuarenta y seis años cuando publica su primer libro, Andalucía la Baja. En 1914 Fernando andaba a lomos de un caballo por la marisma y con las botas llenas de pergaña. Pero es cierto que el Colegio de los Jesuitas del Puerto puedo presumir de haber tenido como alumnos –también estudió allí Rafael Alberti, pero en otros años- en un mismo curso a tres figuras literarias de este nivel.

S.I._ ¿Y la generación del Mediodía

E.J.P._ Es la edad dorada de la literatura sevillana. Una generación olvidada quizás por el exilio interior al que voluntariamente se entregaron los escritores que la conformaron. Pero, en mi opinión, aquellos años veinte sevillanos –aglutinados alrededor de la revista Mediodía– son la época en la que, por número y calidad, las letras sevillanas vivieron su momento más excelso, de más calidad. Nombres como Joaquín Romero Murube, Rafael Laffón, Juan Sierra o Rafael Porlán, por ejemplo, deben ocupar un lugar de privilegio en la literatura sevillana y española. Fernando Villalón empezó a escribir con la generación Mediodía pero no terminó muy bien que digamos con ellos y por eso se fue a Huelva a publicar Papel de Aleluyas con Adriano del Valle y Rogelio Buendía. Y Luis Cernuda… desde fuera.

S.I._ Un libro, pues que viene a recuperar la memoria perdida del poeta de la baja, Fernando Villalón.

E.J.P._ Fernando tiene dos magníficas biografías como son las de su primo Manuel Halcón (Recuerdos de Fernando Villalón: poeta de Andalucía la Baja y ganadero de toros bravos; apuntes para la historia de una familia, 1941) y la de Manuel Barrios (El sacritán del diablo: vida mágica de Fernando Villalón, 2006). Asimismo tiene la obra crítica de su poesía del catedrático de la Universidad de Perpignan Jacques Issorel. Lo que viene a aportar este Fernando Villalón. Centauro de Pena no es mas que la ilusión de recuperar la voz libre de un hombre de campo que volcó toda su sensibilidad sobre un papel para dar forma a una obra literaria que rezuma Sevilla, Andalucía y campo.

Editorial Almuzara




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