El Ayuntamiento de Sevilla y sus obras. Félix José Reinoso (I)

¿Qué tal, estimados lectores?. Después del paréntesis veraniego nos reencontramos con la semblanza de un personaje no demasiado conocido, cofundador de la Academia de Letras  Humanas, miembro de la Escuela Poética Sevillana y clérigo afrancesado. Tiene una calle dedicada en el barrio de Santa Cruz y se encuentra retratado en un cuadro ubicado en la casa consistorial del Ayuntamiento hispalense perteneciente a la  colección Montpensier. 

Félix José  Reinoso Gómez nació en Sevilla el 20 de noviembre de 1772 y fue bautizado en la parroquia del Sagrario con el nombre de Félix José Francisco de Paula. Pertenecía a una familia de tejedores de seda de desahogada posición económica, y es posible que trabajara al principio en el telar familiar de seda.  En 1787 empezó  a estudiar Filosofía, Teología y Derecho Canónico en la Universidad de Sevilla (entonces ubicada en la antigua Casa Profesa de la Compañía de Jesús), poseía talento y era aplicado, siendo apreciado por sus profesores y compañeros, acabando sus estudios universitarios en 1798, con gran formación en dichas materias. Desde muy temprana edad, con once años al menos, sintió interés e inclinación por la literatura, especialmente por la poesía, escribiendo un coloquio teatral, avivándose esa inquietud literaria en su época universitaria al compartirla con otros amigos también estudiantes, como Alberto Lista y José María Blanco White entre otros, con los que conversaba sobre literatura, recopilando, además, en 1789 un conjunto de 70 poesías satíricas, publicando  en 1792 dos décimas de corte escolástico con sus iniciales en el Diario Histórico y Político de Sevilla y reuniendo una serie de manuscritos sobre poesías estudiantiles de la época. Reinoso pertenecía a  una  generación  de jóvenes poetas sevillanos, llenos de ilusión y de esperanza, influidos por los principios de la Ilustración y, en este contexto, promovió la creación de un organismo o entidad para facilitar el contacto con otros intelectuales deseosos de progresar en las letras e intercambiar conocimientos. Y así, el  10 de mayo de 1793, siendo estudiante aún, participó en la fundación de la Academia Particular  de Letras Humanas de Sevilla, institución que presentó, desde el principio, un carácter totalmente integrador y cuya finalidad era  la creación literaria dentro de ella, la difusión de los principios de la verdadera literatura en la vida cultural de Sevilla y modernizarla, revolucionando el gusto y las ideas  de la sociedad culta de Sevilla sobre las letras en un momento en el que el ambiente literario sevillano estaba enrarecido y sumido en la postración (las letras y, especialmente la Literatura, no se enseñaban en la Universidad de la época), de cuyo ambiente discrepaban, convocándose desde 1795 dos premios anuales con el fin de dar vitalidad a dicha creación literaria en el seno de la Academia, siendo el juez designado Juan Pablo Forner, personaje imparcial, por entonces fiscal del crimen de la Audiencia de Sevilla, aunque hombre dado a la sátira y a la polémica.  Formaron parte de dicha Academia, entre otros personajes, los escritores Alberto Lista, José María Blanco White, y Manuel María de Arjona, así como José María Roldán, cofundador de la Academia, Francisco de Paula López de Castro, narrador, Manuel María  del  Mármol,  poeta  y  catedrático,  y  Justino  Matute, periodista e historiador. Todos estos personajes  pertenecían a una minoría selecta y autodidacta, anhelaban novedades, querían autoformarse al margen de la enseñanza oficial, basada en la escolástica -que rechazaban  por  considerarla  insuficiente, caduca,  trasnochada,  y con censura inquisitorial-, por lo que la veían carente de validez y necesitada de reforma. Sentían  amor  por la literatura, una afición común que los unía, siendo los únicos auténticamente interesados en su estudio, algo que empezó como diversión y continuó como necesario, dedicando tiempo a la lectura de obras y deseando  cultivar  la   poesía,  siendo el lema de la Academia “ para ser buen poeta no es suficiente el buen gusto sin el genio. “  Esta  Academia funcionó al margen de la Universidad, entonces decadente, anclada en el tradición y en el inmovilismo, con gran peso de la Teología y  cerrada a los cambios, a las innovaciones y a las ideas foráneas ya que Reinoso y los demás compañeros sentían curiosidad y ansias de aprender y deseo de ampliar sus conocimientos, algo que la Universidad no  podía proporcionar, por lo que su actividad no fue fácil, moviéndose en un entorno hostil y con intentos de mediatizar el funcionamiento de la Academia. Su peor enemigo fue el clero, que controlaba la cultura y  la  educación  y  que,  a pesar de ser eclesiásticos, la mayoría de sus miembros, no le perdonaban que hubieran transgredido el orden establecido, criticándolos con dureza. La crítica política era secreta, al igual que la lectura de libros prohibidos, debido al control de la Inquisición, leyéndose a los enciclopedistas e instruyéndose en los principios de la Revolución francesa. Los dos primeros años fueron de gran actividad en la institución; al principio hubo escasa participación y casi nula asistencia de sus miembros, pero Reinoso se fue convirtiendo enseguida  en el miembro más entusiasta, tenaz  y combativo de la Academia,  así como el más representativo, potenciando el ambiente literario de dicha institución, luchando por sus fines y soportando el peso principal de los trabajos;  tenía capacidad de maniobra para imponer criterios, a su juicio, convenientes, consiguiendo gran protagonismo, fama e influencia dentro de dicha institución, adquiriendo en ella un papel relevante, como  guía del grupo de académicos, llegando a controlarla ( él tenía presente un principio que cumplió, el “ sacrificarse eternamente por la Academia “ ) y logrando con éxito que ingresaran en ella dos de sus más íntimos amigos: Alberto Lista y Blanco White. De esta forma quedó vinculado a dicha institución, siendo su  motor, su “alma “(como expresó su amigo Lista)  y  su sostén, sentando dentro de ella cierta especie de magisterio y dando cohesión al grupo de miembros. Reinoso vio también la utilidad de estudiar en dicha Academia materias de Humanidades y Ciencias ( tales como Historia Política, Geografía, o Física experimental), ausentes de las aulas  universitarias  ( como ya se comentó anteriormente ),  y completar así la formación intelectual  de los miembros y darle a la institución carácter docente, ya que consideraba como un deber moral la idea de difundir conocimientos entre el pueblo sevillano y educar al mayor número  posible de ciudadanos, sacándolos de la ignorancia en la que estaban sumidos por la inercia de la tradición. La Academia se convirtió en verdadera Escuela Sevillana de Humanidades, estimulados sus miembros con el ejemplo de Reinoso.  En ella, los académicos compartían conocimientos para aprender y enseñar; cada miembro destacaba en alguna materia  humanística  o científica procurando  satisfacer a los demás, explicándose, en dichas reuniones estas materias  y comentando, al final de cada reunión, una lectura. También en sus sesiones se  leían  poemas, se celebraban certámenes poéticos sobre materias sacras y profanas y disertaciones sobre temas literarios, y se dio gran importancia a la oratoria, llegando Jovellanos a elogiar a la institución.  Reinoso explicaba, frecuentemente, textos de Garcilaso de la Vega, de Fray Luís de León y de Villegas, de entre los antiguos, y  de  Moratín,  de  LLaguno  y  de García de la Huerta, de entre los modernos; tal fue la constancia de esta labor que atrajo a nuevos jóvenes y fueron ingresando en la Academia.  En 1794, siendo un simple académico, fue elegido Secretario de la Academia por mayoría absoluta, cargo para el que servía, y para el que  fue  reelegido  tres veces más posteriormente, quedando confirmado como tal al ser nombrado, finalmente, Secretario Perpetuo y potenciándose sus funciones (como quedó establecido en una reforma de los Estatutos de 1796, aprobada en Junta).  Reinoso elaboró un Plan de método y ejercicios de la Academia y redactó  los Estatutos y el libro de Actas,  asistió constantemente a las Juntas redactando todas las actas de sesiones y también fue elegido Censor por unanimidad, velando por el cumplimiento de dichos Estatutos.  Era un experto en el manejo de documentos y diligente, riguroso e intransigente, llegando a expulsar a dos académicos por falta de asistencia a las reuniones.  Además,  el  12 de febrero de 1797 fue elegido Revisor casi por unanimidad, acumulando a la Secretaría el control directo sobre las disertaciones; el 10 de mayo de 1799, sexto aniversario de la Academia, Reinoso leyó como Secretario, según los Estatutos, una Memoria que comprendía la historia de esa institución hasta aquel momento.  Asimismo, fue elegido Presidente de la Academia por mayoría absoluta, firmando las actas de la Junta en solitario, y consiguiendo de ésta la facultad de nombrar a los encargados de formar el índice de posibles disertaciones. Pero Reinoso fue un Presidente conflictivo, nada conciliador, sino más bien agresivo para imponer sus ideas sobre la Academia, dando lugar a tensas discusiones, por lo que fue perdiendo el apoyo de sus antiguos electores para la Presidencia, cargo para el que no fue reelegido al obtener solo un voto para ello, así como para otros cargos, aunque siguió influyendo dentro de la institución. La Academia cambió de sede varias veces, debido a que se consideró a dicha institución sospechosa de introducir los subversivos ideales de la Revolución  Francesa;  una de ellas fue la casa de Blanco  White, en 1796,  hasta que en 1797 se instaló  definitivamente en el Colegio de Santa María de Jesús, siendo la etapa más brillante de la institución. Reinoso sentía pasión por la poesía ( que definió como la comunicación de sentimientos por medio de la palabra ), para la que poseía ingenio y elegancia, y renovó la poesía sevillana impulsando y aglutinando la Escuela Poética Sevillana del siglo XVIII, que para él era continuadora de la  poesía sevillana del Siglo de Oro, la  de Herrera y Francisco de Rioja por ejemplo,  ya que admiraba a los poetas sevillanos, datando la mayor parte de su producción  poética de este período de vida de la Academia  ( muchas de sus obras quedaron manuscritas y serían publicadas posteriormente ). Su formación literaria se basaba en los clásicos latinos y pronto entró en contacto con nuevas corrientes, leyó a autores franceses e italianos, y a través de Blanco White a algunos ingleses  (como Milton); también leyó a jesuitas expulsados, a Forner, Mayans y Capmany, y a los grandes poetas castellanos y andaluces del Siglo de Oro, influyendo de manera significativa en su poesía Garcilaso de la Vega, Fray Luís de León, Lope de Vega, Góngora y Meléndez Valdés, entre otros. Leía asiduamente trabajos publicados en periódicos de la época, y mantuvo  cierto contacto con escritores españoles como Meléndez Valdés, dando a conocer poesías suyas, así como de Quintana o de Cienfuegos, entre otros. Para Reinoso, la esencia de la poesía está en la imitación de la Naturaleza, que idealizó. Era  un  intelectual  piadoso y devoto con principios cristianos muy arraigados y un buen conocimiento de la Biblia y que entró en el mundo clerical en plena juventud, lo cual explica que su poesía tuviera una temática religiosa en gran proporción; pero, a la vez, era un creyente con ropaje pagano por su formación neoclásica, a la que siempre se mantuvo fiel.  También ensalzó  en su  poesía  la virtud, como don divino, y la amistad, e hizo referencias en ella a hechos de su tiempo (voto español en defensa de la Inmaculada, defensa de Forner…); sus compañeros de Academia lo elogiaron por su obra poética, si bien hubo algunos contemporáneos  suyos que  la ridiculizaron. Sus poemas están hechos de bella factura, como reconocieron  autoridades literarias de su tiempo. Su primera lectura conocida en la Academia fueron cuatro anacreónticas a Filis  (La mirada de Filis, A las ninfas del Betis, La crueldad de Filis y A un pajarillo), por las que adoptó el sobrenombre literario de Fileno.  De entre sus obras merecen destacarse una serie de poemas que leyó en sesiones de  esta institución: “ Discurso sobre la utilidad de la Elocuencia para el teólogo, “ que leyó el 30 de noviembre de 1794, y en la fiesta de la Inmaculada de 1795 leyó su “ Oración en loor de la Concepción sin mancha de María Santísima, Patrona de la Academia, “  “ Silva en elogio de los ilustres poetas sevillanos, “( leída el 6 de marzo de 1796 ), “ Oda a Jesucristo en el Sacramento Augusto de la Eucaristía “( leída el 29 de mayo de 1796 ), “ Oda a la Creación “( leída el 19 de junio de 1796 ). Ese año compuso otras dos odas, dedicadas a dos grandes amigos (“Oda a Albino. De la Virtud “dedicada  a Blanco White  y “Oda a Licio. De los vanos deseos”,  dedicada  a Alberto Lista ); el 23 de abril de 1797 leyó “ Elegía a Albino en la muerte de Don Juan Pablo Forner,”  fue premiado por su “ Oda al Ser Supremo contra los impíos que niegan su existencia,“ y el día de la Patrona de 1797 leyó Reinoso  su “ Discurso sobre la piedad que  debe tener un humanista.” Asimismo, en 1798 compuso y leyó  su “Oda a Jovino, apreciador de la juventud estudiosa, “(dedicada a Jovellanos), en 1799 leyó “A Silvio”, el 27 de diciembre de ese mismo año leyó en la Academia su “ Elogio de Fernando III  el Santo, rey de Castilla y León “. En ese mismo año fue premiada su gran obra, la más extensa y famosa- fruto de su conocimiento de las Sagradas Escrituras-, el notable e interesante  poema épico religioso “La inocencia perdida” (inspirada en “El paraíso perdido “de Milton, empezada, probablemente, en 1796, y corregida, posteriormente hasta 1801 al no quedar Reinoso satisfecho ) ante una selecta concurrencia. Además, compuso, junto con Lista y Blanco White, “Poesías de una Academia de Letras Humanas de Sevilla, “que publicó la Academia en 1797 (obra de defensa ante los ataques de los sectores más conservadores de la ciudad de Sevilla, recibiendo la Academia también burlas, insultos y severas críticas, así como una carta anónima en la que se satirizaba a la Academia, a sus miembros y a sus actividades, si bien supo responder ante todo ello serenamente). Desde 1798, se publicaron Memorias anuales de los trabajos académicos y de la  convocatoria  de  premios  literarios  y títulos de las poesías y disertaciones leídas, reivindicándose, por ello, el buen nombre de la Academia. A partir de entonces, la Academia fue decayendo y agonizando, ya que la epidemia de fiebre amarilla de 1800 golpeó mortalmente a la institución, y ello afectó a las reuniones de los académicos; además, éstos habían terminado sus estudios universitarios, tenían ya una actividad profesional con responsabilidades que los alejaban de la institución, sus intereses eran distintos, y veían su etapa en la Academia como fruto de su ardor juvenil y de su afán por aprender más allá de la limitación impuesta por la Universidad. Unos miembros ingresaron en la Sociedad Económica del País ( Reinoso ingresó en ella en 1799 ), otros en la Academia de Buenas Letras, hasta que la Academia interrumpió definitivamente su actividad, celebrando sus últimas sesiones en 1803, clausurándose la institución y  disolviéndose, a pesar de los intentos de Manuel María del Mármol, entonces Presidente, de reanimarla. Entonces, Reinoso   fue  dando una nueva orientación a su vida; estaba decidido a ordenarse sacerdote y su preparación para las órdenes sagradas le hacía incompatible con su preocupación casi continua por la Academia, alejándose de la actividad poética, aunque su amor por la literatura se mantuvo, siendo  ya conocido en Sevilla por su labor literaria y como poeta de prestigio y en especial por su ya comentado poema “La inocencia perdida“. Desde 1801, su producción poética fue ocasional y poco importante en cantidad y calidad, pero Reinoso siempre  defendió  los  ideales  poéticos de la Academia.

Al parecer, Reinoso sintió vocación religiosa desde la adolescencia, y, tras superar un examen, realizó ejercicios espirituales en el Oratorio de San Felipe Neri, y el 19 de diciembre de 1788 recibió la tonsura clerical de manos del arzobispo de Sevilla en la capilla del Palacio Arzobispal; siempre vestía el hábito  talar o sotana  y servía al culto en una modesta capellanía de la parroquia de San Marcos con una conducta irreprochable, por lo que ya tenía preparación. La  epidemia  de fiebre amarilla  de 1800 había causado la muerte de gran parte del clero secular (sacerdotes), muy expuesto al contagio, y ello quizás lo motivó seriamente y aceleró su opción de hacerse sacerdote. En 1801 se presentó a la oposición a Curatos que superó, y, tras una fase previa de obtención de órdenes menores del diaconado y de ejercicios espirituales, fue ordenado sacerdote el 13 de marzo de 1802 en la iglesia del convento agustino del Pópulo, otorgándole el Cabildo catedralicio plaza de párroco de Santa Cruz, una antigua y pequeña iglesia ubicada en la actual plaza de su nombre ( que fue derribada posteriormente por los franceses durante la ocupación napoleónica de Sevilla) perteneciente a una feligresía pobre y  bastante  castigada por las epidemias, entregándose a su labor de párroco durante casi una década ( hasta 1811 ) con el mismo ímpetu  que había dedicado a la Academia, siendo un celoso cumplidor de sus obligaciones sacerdotales, dando muestras de servicio, piedad, bondad y rectitud, socorriendo todo tipo de necesidades; desde entonces apenas compuso poesía, solamente de forma circunstancial. Reinoso  fue un sacerdote ejemplar, humanista, culto y versado en la Biblia; confesaba a diario, celebraba misa, predicaba, visitaba a los enfermos,  y tenía dotes organizativas; en 1804 creó una Junta de Caridad en su parroquia de Santa Cruz, muy eficaz y humanitaria, cuyo reglamento fue enseñado como modelo a las demás parroquias por su amigo Joaquín María Sotelo, organizando numerosas comidas económicas para remediar las necesidades de sus feligreses más desfavorecidos y recaudando, él mismo, limosnas en la puerta de su iglesia para socorrer a pobres y enfermos; también fundó una escuela  gratuita en su parroquia para la enseñanza de  niños pobres y desvalidos  y, además, estableció en su propia casa una sala de vacunación pública y gratuita contra la viruela, enfermedad que había producido una gran mortandad, especialmente en Sevilla como consecuencia de la epidemia que azotó a la ciudad entre 1802 y 1803. Desde el púlpito exhortaba a vacunarse a sus feligreses, siendo respetado y admirado por su conducta y entrega sacerdotal y recibiendo por todo ello el agradecimiento general. Inmerso en sus actividades parroquiales y absorbido por ellas, Reinoso se alejó de sus trabajos literarios, y a pesar de publicarse en  un periódico aparecido en esta época, llamado el Correo  Literario y Económico de Sevilla (que  él contribuyó a fundar, junto con el resto de compañeros, en octubre de 1803) numerosos trabajos de los académicos que colaboraban gratuitamente con dicho periódico, él no compuso  ninguna poesía para este rotativo. Dichos académicos compaginaban esta labor  con sus profesiones (se publicaban no solo nuevos poemas sino crítica literaria, artículos literarios, de historia, geografía, filosofía,  moral, noticias económicas de interés general o científicos). Aun así, Reinoso no se opuso a que Justino Matute, su director, publicara algunos de sus antiguos trabajos (como Oda al nacimiento de Jesucristo o a Jehová, por la venganza de sus enemigos, y dos odas de Horacio traducidas por él). Su obra “ La inocencia perdida “ generó mucho interés del público  por conocerla, pero aún no se había imprimido, de ahí que, al publicarse  sin  su  permiso  una  edición  falsa  de dicha obra en 1803,  con erratas y faltas de ortografía, como anunció la Gaceta de Madrid, y  llegando a Sevilla algunos ejemplares, Reinoso publicó en dicho periódico una carta quejándose y prometiendo una edición de la obra enmendando los errores en que se había incurrido. Una vez terminada en 1804 bien pulida y corregida, se imprimió y Reinoso  autorizó su publicación en el Correo de Sevilla. En ese año, el 18 de mayo, fue elegido miembro honorario de la Academia Sevillana de Buenas Letras, con votos de antiguos compañeros de la Academia Privada de Letras Humanas, ahora miembros de dicha Academia, pero Reinoso solamente asistió a su toma de posesión el 25 de mayo y no presentó trabajos. 

Al cerrarse la parroquia de Santa Cruz para realizar unas obras en ella,  tuvo que trasladarse el culto, provisionalmente, por cierto tiempo, a la iglesia del convento de Clérigos Menores del Espíritu Santo, donde Reinoso continuó con su labor parroquial hasta que la parroquia de Santa  Cruz se reabrió al culto en enero de 1807, potenciando Reinoso la reactivación de su parroquia. El Correo de Sevilla publicó muchas actividades parroquiales, avisando sobre su celebración ( Quinario al Cristo de la Misericordia, Septenario de San José, Novena a la Virgen de la Paz… ).  Su amigo Ceán Bermúdez, al publicar su Carta sobre la escuela sevillana y Murillo  en el Correo de Sevilla, donó los beneficios obtenidos a la parroquia de Santa Cruz para sufragar gastos de la Junta de Caridad, fundada por Reinoso, en sufragio por el alma del pintor Murillo, que fue enterrado en dicha iglesia. 

Continuaremos la próxima semana con la semblanza de este personaje, estimados lectores.




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