El Ayuntamiento de Sevilla y sus obras. El Almirante Ulloa (I)
Queridos lectores: hoy continuamos con la semblanza de este personaje tan importante por su carisma y buen hacer para esta nuestra ciudad de Sevilla.
Hacia 1734, la Academia de las Ciencias de París estaba organizando una expedición geodésica de expertos científicos franceses a Quito ( en el Virreinato de Perú ) para una misión difícil y ambiciosa como era medir un grado de arco de meridiano terrestre en el ecuador y averiguar la auténtica forma y las exactas dimensiones de la Tierra, y acabar de una vez con las largas y acaloradas discusiones que había al respecto sobre tal cuestión. Debido a que el mejor punto del ecuador para poder tomar la correcta medición se hallaba situado en tierras americanas bajo soberanía española, el rey Luís XV pidió permiso al rey Felipe V para poder entrar en la zona; al monarca español le satisfacía dicho proyecto, pero, por razones de prudencia y seguridad, al tener los miembros de la expedición francesa rango militar, se creyó oportuno por parte de España, enviar también una delegación que acompañara a la francesa en representación de la Corona española. Ante la dificultad de encontrar científicos con conocimientos superiores de matemáticas y de astronomía, fueron elegidos el sevillano Ulloa y el alicantino Jorge Juan, que sí los poseían y eran dos desconocidos alumnos de la Academia pero destacados en sus estudios y formación científica con gran valía ; el monarca Felipe V en principio dudó, ya que eran muy jóvenes, ( Jorge Juan tenía 21 años y Ulloa 18 ) pero tras sopesar los informes de Patiño, Secretario (ministro) de Marina, y de personas autorizadas, aceptó y se les confirió el empleo de tenientes de navío directamente, de golpe y con urgencia, con sus pagas correspondientes para equipararlos con los delegados franceses. Además de colaborar con la expedición francesa en sus tareas de observación y mediciones y de continuarlas ellos dos en caso necesario, debían vigilar a los científicos franceses para controlar la información que pudieran obtener sobre las colonias americanas, y que no espiasen; así, debían estar siempre presentes durante las mediciones e informar por escrito al Rey a través de las autoridades locales. Esta expedición fue la primera de carácter científico que se formó con destino al continente americano. Zarparon de Cádiz rumbo a Cartagena de Indias en mayo de 1735, por separado, en barcos distintos (Jorge Juan en el navío El Conquistador y Ulloa en El Incendio), y durante la travesía hicieron pruebas para comprobar el funcionamiento de los instrumentos que llevaban. En Cartagena se reunieron con la misión francesa y continuaron su ruta juntos, (si bien, antes de marchar, levantaron planos de la ciudad) vía a Portobelo- Panamá, navegando hasta Guayaquil, y de allí, por vía terrestre llegaron a Quito un año después, en mayo de 1736, tras un largo recorrido, siendo elegida dicha ciudad por estar muy cerca del ecuador. Iban entusiasmados y deseosos de aprender y ampliar sus conocimientos científicos y llevaban credenciales del Rey en las que se ordenaba a las autoridades de Quito que les facilitasen todo lo que necesitaran para su trabajo y seguridad, con cargo a la Hacienda real, si bien el gobernador y presidente de la Audiencia de aquella ciudad no quiso proporcionarles la asistencia a que estaba obligado, ya que sentía cierta animosidad y hostilidad hacia Ulloa y Jorge Juan, creyendo que su poder se vería limitado y sintiéndose molesto por tener que ponerse a las órdenes de dos jóvenes que dependían directamente del virrey, sin querer pagarles los gastos de envío de instrumentos que necesitaban para su trabajo ni pagarles sus sueldos, y, además creía que podrían realizar contrabando, buscar metales preciosos, o cualquier otra actividad ilícita, e incluso quiso encarcelarlos porque consideraba que no había recibido el tratamiento correcto que le correspondía por su cargo, discutiendo Ulloa con él en tono crispado, ya que era de temperamento algo impulsivo y poco maleable. Por este motivo fueron ambos acusados de insolencia y de desacato a la autoridad con pena de cárcel y sometidos a juicio, incluso quería condenarlos a muerte, teniendo que refugiarse ambos en el convento de jesuitas de Quito, donde Ulloa escribió una larga carta al virrey, el cual los eximió de toda responsabilidad y los indultó con el visto bueno del rey Felipe V, quedando todo en una simple amonestación, pero estos contratiempos retrasaron el comienzo de los trabajos científicos hasta 1737. Allí en Quito se dividieron en dos grupos, yendo Ulloa y Jorge Juan cada uno en uno, llevando a cabo una serie de mediciones y cálculos de longitud y de latitud de gran precisión con comprobaciones (ya que debido a graves defectos del instrumental que tenían les obligó a repetir numerosas veces mediciones y a rehacer cálculos por lo que construyeron un instrumento de 6 metros de largo para facilitar las mediciones ), así como observaciones astronómicas en unas condiciones muy duras y sometidos a muchas penalidades ( soportar el mal de altura, intensos aguaceros, insectos, animales venenosos, frío, nieve, hambre, sed, viento, trombas de arena, calor, tormentas violentas, parásitos, fiebres, diarreas, ciénagas nauseabundas, precipicios, ríos peligrosos, sufriendo en parajes inhóspitos, durmiendo a veces a la intemperie, dificultades del transporte de los instrumentos que sufrían desajustes y problemas con el suministro de material para realizar los trabajos de medición), e incluso recelo de los indígenas hacia ellos, ya que los tomaban por brujos que practicaban magia negra, saboteando a veces sus trabajos. A los funcionarios les resultaba difícil creer que un grupo de científicos hubiere recorrido medio mundo para medir el planeta, tomándoles por locos, y también, los trabajadores locales que contrataban – buenos conocedores del clima y del terreno- abandonaban la expedición, etc… Para colmo, Ulloa enfermó debido a la altura y al frío, aunque se recuperó con rapidez, todo lo cual produjo sucesivos retrasos, incluso con riesgo de sus vidas, durando la expedición mucho más tiempo del previsto inicialmente, tomando Ulloa nota de todo lo que sucedía y haciendo junto con Jorge Juan mediciones por su cuenta, independientemente de las efectuadas por los franceses – enfrentados entre ellos-, trabajando juntos cordialmente, en buena armonía y compenetración, con intensidad, con numerosos cálculos y durísimas jornadas de observación que requerían un enorme esfuerzo, hasta el punto de que para hacer las mediciones debían permanecer en ocasiones durante largas horas en el mismo lugar con el fin de que los cálculos fueran correctos ( debido a ello los indígenas de la zona comenzaron a referirse a ellos como los caballeros del punto fijo). Al confrontar los datos obtenidos de la medición con los de los franceses, una vez revisadas las operaciones, los resultados de Ulloa y Jorge Juan eran más correctos y más ciertos, por lo que los franceses,( que al principio los habían subestimado en tono burlesco y despectivo extrañándoles que dos jóvenes tuvieran que trabajar con ellos en tan ardua tarea científica, tomándolo a broma, y sintiéndose algo ofendidos, con roces y discusiones, intentando relegarlos a un segundo plano y negándoles méritos propios), terminaron apreciando su labor, respetándolos, admirándolos, y considerándolos dignos compañeros del mismo nivel científico, ya que además, eran cordiales, estaban bien formados y dominaban el idioma francés, haciéndose entender. También, se sacó una medida universal: el metro, y se demostró que la Tierra era una esfera achatada por los polos. La expedición se prolongó hasta mayo de 1744, debido a que, además de los preparativos y de los trabajos de la misión científica, Ulloa y Jorge Juan habían recibido órdenes de levantar planos de ciudades y de puertos, realizar estudios botánicos, de fauna, mineralogía, e informar puntualmente y en secreto sobre la situación de aquellas tierras, (situación política y militar, conducta de autoridades y funcionarios reales, estado de la administración de justicia, trato dado a los súbditos, especialmente a los indios, costumbres indígenas, etc.. ) ya que la Corona tenía interés por conocer si el gobierno en las posesiones americanas funcionaba bien, si había abusos o corrupción, por lo que tuvieron que compaginar todos estos cometidos, llevando a cabo una información exhaustiva. Asimismo, Ulloa y Jorge Juan, su inseparable amigo y compañero, tuvieron que interrumpir sus investigaciones científicas frecuentemente durante cierto tiempo, ausentándose de la expedición durante un período intermitente de casi tres años, al ser reclamados por el virrey para vigilar y defender la costa del Virreinato de Perú y proteger el tráfico marítimo de los ataques de la flota inglesa, que estaba hostigando el territorio (debido a que en ese tiempo España estaba en guerra con Inglaterra), revisando varios puertos -el Callao y Cartagena de Indias entre otros- , supervisando y fortaleciendo sus defensas, que estaban muy descuidadas, mejorando y ampliando arsenales, fortificando todo el litoral ( desde Panamá hasta el archipiélago de las Chiloé ), reclutando y adiestrando tropas y preparando dos fragatas de guerra… También, en aquella época, durante su estancia en América, Ulloa, al entrar en contacto con la naturaleza en los inmensos parajes americanos, sintió un gran interés por las ciencias naturales, y aprovechó para navegar por el río Amazonas, estudió algunos palacios incas y adoratorios (templos indígenas de culto a ídolos ); estudió el fenómeno de la aurora boreal; descubrió el platino ( llamado en aquel momento platina por tener un color parecido al de la plata, y también “pequeña plata “ y “oro blanco, ”pero mucho más pesado, que ya era conocido por los incas y otras culturas prehispánicas de la zona), pero que para los españoles pasó inadvertido, preocupados por explotar solamente el oro y la plata, siendo considerado material de desecho y sin valor, como una impureza que perjudicaba el precio del oro y de la plata, y observó que era un metal diferente a esos dos, por lo que Ulloa opinaba que era posible que tuviera sus propias minas, así como más denso, bastante resistente y muy difícil de extraer y de fundir, que bautizó con el nombre de platina del Pinto por el sitio donde lo encontró, dándolo a conocer en Europa donde era desconocido hasta entonces. Al parecer recogió muestras de platino que envió a España, dando, incluso, instrucciones sobre el modo de transportarlo; levantó planos y mapas de Concepción, Valparaíso y Valdivia, entre otros lugares; investigó las aplicaciones de la púrpura y del cacao; recabó nueva información sobre la geografía, población ,costumbres, riquezas minerales, fauna y flora de aquellas tierras, etc… poniendo entusiasmo y pasión, describiendo, por ejemplo, el majestuoso vuelo del cóndor o la utilidad de la llama. También observó la Luna en compañía de Jorge Juan con la ayuda de un pequeño telescopio y algunas auroras australes que hasta la fecha no eran tan conocidas como las boreales, y, según parece, había en aquellos territorios un pez llamado tollo que poseía un espolón sobre su lomo que curaba el dolor de muelas. Asimismo, Ulloa observó un cometa y un arco iris producido por la niebla.
Una vez cumplida su misión militar, Ulloa y Jorge Juan regresaron a Quito para terminar las mediciones geométricas y las observaciones astronómicas, después de marcharse los expedicionarios franceses. Esta expedición les sirvió a ambos para ampliar sus conocimientos científicos, (imposible de conseguir en España en esa época), y supuso para ellos un gran reto profesional participar en ella. La precisión en los trabajos era muy importante, pues ello haría que los mapas y cartas de navegación se hicieran con fiabilidad, y que la navegación fuera más segura. Una vez concluidos los trabajos, después de diez años, antes de regresar a España, Ulloa y Jorge Juan, se despidieron del virrey de Perú, y, por prudencia, decidieron hacer dos copias de la documentación reunida para preservar la seguridad del valioso material que llevaban en sus equipajes, y que no se perdiera en caso de naufragio o captura por el enemigo, doblando las probabilidades de que la documentación llegara a España, repartiéndose los instrumentos utilizados en su misión y marchando cada uno en un barco diferente en enero de 1745 desde el puerto de El Callao vía cabo de Hornos, para evitar el paso por el mar Caribe, foco muy activo de piratería. Jorge Juan regresó en la fragata de guerra Lys sin contratiempos, pero Ulloa, que había zarpado en la fragata Deliverance , tuvo un viaje accidentado, primero, por una tempestad, y luego el buque fue atacado por un navío inglés cerca de las costas de Brasil, logrando huir a pesar de las averías que sufrió hacia el norte, hasta que fue apresado por los ingleses en aguas de Terranova el 13 de agosto de 1745, haciendo prisionero a Ulloa, que fue llevado a Gran Bretaña y confinado en Portsmouth, incautándole los documentos científicos (salvo aquellos papeles secretos y de interés militar que podrían haber comprometido la seguridad de las colonias que Ulloa había arrojado al mar previamente) que fueron remitidos a la Royal Society, interesándose varios miembros por los trabajos de Ulloa, entre ellos Martin Folkes, presidente de dicha institución; pero el rey Jorge II, al enterarse de quién se trataba y de su calidad científica, ordenó que lo liberaran, concediéndole permiso para marchar a Londres en abril de 1746 a petición de Martin Folkes. Éste quedó asombrado por la recopilación de datos científicos obtenidos por Ulloa, siendo tratado desde entonces como huésped científico con todo respeto, consideración y toda clase de honores, pese a lo delicado de las circunstancias, por estar Inglaterra y España en guerra en aquellos momentos; pero para los ingleses el hecho de estar en guerra las dos naciones no debería entorpecer el progreso de la ciencia. De este modo, se le devolvió toda la documentación confiscada que tuvo que reordenar y reclasificar, si bien no le fue fácil recuperarla en principio, ayudándole en ello Martin Folkes, el cual tras conocer personalmente a Ulloa, trabó amistad con él y lo invitó a asistir a las sesiones y tertulias de la academia, presentándolo en dicha institución, cuyos miembros quedaron sorprendidos por sus conocimientos del continente americano, acogiéndolo con afecto y admiración y en desagravio, agasajándolo y aceptándolo como miembro de dicha sociedad científica a propuesta de Folkes y de cinco miembros más, pues su fama se había extendido por toda Europa, siendo considerado y reconocido como uno de los mejores científicos del momento. Como muestra de su admiración Folkes regaló a Ulloa un ejemplar de la tercera edición del famoso libro de Newton Principia Mathematica, enriquecido con una amistosa dedicatoria en latín. Por todo ello, su estancia en Inglaterra se alargó, hasta que, por mediación de Folkes, por fin pudo volver a España, embarcando en el puerto de Faklmouth con rumbo a Lisboa, desde donde llegó a Madrid el 26 de julio de 1746.
Seguiremos la próxima semana desgranando detalles de la vida de Antonio de Ulloa, estimados lectores.
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