Oportunidades robadas y oportunidades perdidas en la oportuna corrida de la oportunidad
Ruiz Muñoz dio la única vuelta al ruedo de la tarde en una aceptable corrida de Fermín Bohórquez

Una corrida como la jugada ayer en la Plaza de Toros de Sevilla es un arma de doble filo a la que, sin embargo, todos los toreros poco placeados tienen la obligación de acudir.

Los seis chavales (o no tan chavales) se lo juegan todo a una carta. Con pocos contratos por delante, un toro malo, una lidia deficiente, un accidente por leve que sea, incluso una música que no suena condenan al matador a seguir en el ostracismo. Todo pende de un hilo.

Pero también puede pasar que un toro bueno sea tan deseado como contraproducente: retrata al torero y pone de manifiesto su falta de condiciones.

El ganadero había manifestado en las horas previas que tenía mucha confianza en Ondito, finalmente lidiado en tercer lugar. Y tuvo razón. Un buen animal que, pese a su bravura, no dio excesivas complicaciones en la lidia. Mostró un muy buen pitón izquierdo que, lamentablemente, sólo mereció por parte del (des) afortunado torero enganchones en la muleta uno tras otro. Por la derecha sí le sacó algo más de partido, poco. La faena fue viniendo a menos y Rafa Serna, encarnando lo expresado en el párrafo anterior, trató de levantarla con un circular invertido, un cambio de mano, trincherilla, molinete… Nada. El sainete a la hora de matar, dudando sobre si entrar por segunda vez o descabellar y cambiando de herramienta varias veces, acabó de certificarlo.

La generosa ovación no tapó lo visto: un buen toro con unos pocos de contratos en los pitones y un torero que siempre estuvo por debajo.

Caso similar, no igual, fue el de Ruiz Muñoz, un torero con buenas condiciones que en lugar de aprovecharlas con otro buen ejemplar -algo soso- de Fermín Bohórquez tiró sólo de la pinturería que se le presupone. Tal vez empujado por la ovacion que se llevó Curro Romero, su tío abuelo, cuando le brindó el toro y por los excesivos aplausos por este motivo, lo cierto es que se acordó de que debía torear cuando su enemigo ya estaba desfondado. Entonces dio una magnífica serie de lentos y templados derechazos y le sumó otra rematada con un trincherazo de cartel. Mató de una estocada traserilla y dio una vuelta al ruedo tras petición. Sin embargo, nunca sabremos que podría haber dado de sí ese buen toro, Camarero, si Ruiz Muñoz se hubiera dedicado a torear desde el principio.

En el lado contrario, Paco Lama de Góngora tuvo que sufrir al segundo, un manso de libro con una querencia a la puerta de toriles tan acusada que hizo que hubiera que picarlo allí y banderillearlo muy cerca. Embistió bien por el derecho pero salía suelto por el izquierdo. Falto de casta, fue desapareciendo conforme la faena avanzaba, tal vez afectado por la cantidad de capotazos que tuvo que soportar durante la lidia que él mismo propició con su comportamiento. Hay que señalar que esa lidia tan dificultosa pudo resultar atractiva para el público (José Chacón estuvo enorme en todo momento y Fernando Sánchez puso dos pares extrarodinarios) pero perjudicó seriamente a Paco Lama, que sólo pudo mostrar su concepto del toreo en muletazos sueltos.

Borja Jiménez, que abrió el cartel, tampoco tuvo suerte. Su toro era soso y sin raza. Lo poco aprovechable lo usó Lama de Góngora haciendo un buen quite. La faena fue un recital de cabezazos y punteos a la muleta.

Y Ángel Jiménez y Calerito tuvieron dos toros similares: empezaron bien y fueron yendo a menos estrepitosamente. Sin embargo, los matadores ofrecieron cosas que, cada uno en su estilo, invitan a mantener la esperanza en ellos. Un buen sentido de la lidia y de adaptarse a las circunstancias, tanto para jugar con los ritmos y tirar del toro en cada pase Jiménez como para citar en largo y llevar prendido al toro Calerito. Lástima que el buen son de los animales no llegara al final, pero hay ahí dos toreros con ganas de serlo.

Ninguno de los seis matadores salió disparado ayer (todos ovacionados y la vuelta al ruedo de Ruiz Muñoz) en el panorama taurino de España, pero, cosas de las corridas de la oportunidad, varios dejaron motivos para seguir confiando en ellos.




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