Se ha ido uno de los grandes genios musicales de los últimos tiempos: Antón García Abril. Entre unas estupideces y otras que ahora llaman música, como el rap, ha dejado la vida un ser que estuvo dotado de un talento excepcional, alguien que lega para la posteridad y no para las modas pasajeras, propias de idiotas que no tienen donde caerse en los números rojos de sus cuentas, una obra prolífica, de emociones intensas y gigantes.
A los 87 años ha muerto Antón García Abril, el genial músico al que Sevilla en particular debe haber elevado a la categoría de sinfónicas las marchas de la Semana Santa de Sevilla, desde sus bandas de palio de toda la vida a The London Philharmonic. Lo hizo para “Semana Santa”, la película de Manuel Gutiérrez Aragón estrenada en 1992 como el gran documental de la Exposición Universal, y que entendió perfectamente que la sabia adaptación de García Abril adecuaría de absoluta naturaleza cinematográfica al film en el que fue decisivo el asesoramiento de un crítico de la altura profesional de Carlos Colón.
Pero la obra de Antón García Abril (nacido en Teruel) se componía -nunca mejor dicho- de una trayectoria dilatada y brillante, desde que muy joven iniciara sus estudios en Valencia, seguidos después con su formación en el Real Conservatorio de Madrid, ciudad a la que llegó con 20 años. Entre sus maestros hay que citar a Moreno Torroba, además de la influencia de Cristóbal Halffter.
Desde una preparación clásica supo recorrer el camino hasta lo popular, tanto que fue el autor de inmejorables y reconocibles sintonías del cine y la televisión españolas, como El hombre y la Tierra, Fortunata y Jacinta, Curro Jiménez una composición magistral para la serie Anillos de Oro, escrita e interpretada por Ana Diosdado junto a Imanol Arias, el “nuevo” actor que desde aquel estreno empezó a conocer la fama.
Entre muchas distinciones, es de destacar que recibió la Medalla de las Bellas Artes, la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio y el Premio Nacional de Música, además de ser nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid.
Tuvo cuatro hijos y nueve nietos, que le han acompañado hasta sus últimos momentos en vida, y estuvo casado con Áurea Ruiz, fallecida hace cinco años y que fue el gran amor de su vida, hasta el punto de que a su pérdida el gran músico se había sumido en una depresión creativa, de la que parecía que empezaba a recuperarse.
Sevilla le recordará siempre agradecida por sus adaptaciones sinfónicas de las más emblemáticas marchas de la Semana Santa, como Amarguras, Virgen del Valle, Estrella Sublime, Pasan los Campanilleros, Soleá dame la mano, Esperanza Macarena y Jesús de las Penas.
Las cookies necesarias son absolutamente imprescindibles para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría sólo incluye cookies que garantizan las funcionalidades básicas y las características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.