Sánchez se aferra desesperado a su caudillismo buscando zonas blandas de apoyo, como Inés Arrimadas

La tarde de hoy martes se ha convertido para el Gobierno comunista en un tenso desasosiego que no se imaginaba para sí ni el mismísimo Pedro Sánchez. Está prácticamente arrinconado, al menos climáticamente hablando, por el conjunto de la política española, incluso por socios tan impensables como ERC, inesperados para estar en contra de la prórroga del estado de alarma. Sin embargo, un líder como Casado, descubierto en estas circunstancias como decepcionante por su ambigüedad para la gran mayoría de su electorado, aún hace debatirse a su formación entre votar en contra o la mera abstención. Las redes populares están que trinan, temiendo que sea precisamente el partido que votaron aquel que se mantenga en la complicidad de este secuestro de la democracia, propiciando encubrir con el alargamiento del estado de alarma la destrucción paulatina de nuestro régimen de libertades. Entienden que en estos momentos cruciales abstención es sinónimo tramposo e inaceptable de indefinición. Mientras, Sánchez y Calvo procuran ganar tiempo con Inés Arrimadas para hacerse como sea  con los diez apoyos de su escuálida  -pero ahora decisiva-  representación en el Congreso. Lo único que le faltaba a Ciudadanos es caer en los chantajes del Gobierno comunista, para ver que en las próximas elecciones se le apague la débil llama que dejó Ribera antes de marcharse en pos de la felicidad.

 El Gobierno Comunista  -¿para qué añadirle huecamente lo de social?-   se defiende como gato panza arriba. Lo hace asustando a Casado, del que ya le consta su miedo bien probado en otras ocasiones. Cualquiera diría que Sánchez celebrara, más que Consejos de Ministros, reuniones con gabinetes psicológicos que le faciliten en minuciosos informes el examen de la personalidad de Casado. Lo tiene diagnosticado como a un hombre fuerte de arengas, como aquella bellísima del símil de la economía con el Titanic hundiéndose en manos del capitán Sánchez, pero examinado como débil de carácter. Debe pensar Sánchez que Casado es el mejor ejemplo del viejo refrán, “perro ladrador, poco mordedor”.

Los votantes del Partido Popular  -no hay más que seguir miles de mensajes en las redes afines a la formación-  han descubierto a través de la pandemia la ocasión más oportuna para desvelar el auténtico talante político y de liderazgo de Casado, que ahora compite en desventaja de imagen y en asombros con esa gran figura popular que ha emergido de una crisis sanitaria, ese alcalde de Madrid cuyo nombre es José Luis Martínez-Almeida. Todo el mundo lo ha visto por la tele arremangándose en primera línea del campo de batalla, fajándose, sin remilgos ni posturitas.

El Gobierno azuza a Casado para meterle en el cuerpo todos los miedos que sea posible con tal de que, aunque sea con la postura cómoda de la abstención, le saque otro cheque en blanco para ir dando este golpe de estado por fases y entregas en que se han ido convirtiendo los sucesivos estados de alarma. Ya no hay que entrar en el Congreso de una vez y dando tiros como Tejero. Todo es mucho más sibilino, se hace con los guantes blancos de una pandemia, poco a poco, tomándose su tiempo, el tiempo que torpemente les va regalando Casado. Es como si cada quince días fueran diciéndole que aún queda faena, que no han terminado todavía con España, que ya falta menos para convertirla en Venezuela o en Cuba. “Otra prórroga, Casado, que ya queda poco y esperamos terminar cuanto antes”. Como los albañiles, pero derribando España, que ya tiene una buena parte de su larga y sufrida construcción en la cuba junto a la puerta.

Todo el Gobierno se dedica a acojonar a CasadoÁbalos ha dicho que “el presidente del Gobierno le ha advertido al líder del PP que si persiste en esta actitud puede llevar a un caos sanitario y económico”. El más temible ultimátum pronunciado por el mayor cínico, el que nunca cesa en su cinismo: “No es legítimo acorralar a un Gobierno para que sean los ciudadanos quienes paguen las consecuencias”.

El Gobierno comunista declara muy solemnemente la tontería de que el estado de alarma es “imprescindible” para detener al virus y ser la base para poner nuestros esclavos pies en los peldaños de esa idiotez que no está ni en el diccionario y que llaman “desescalada”. Pero la verdad es que eluden un plan B con otras leyes sanitarias que están al alcance de cualquiera que no pretenda desmantelar el Estado mientras todos estamos arrestados en nuestras casas, más que en un estado de alarma, en el de excepción, según tantos relevantes juristas. El estado de alarma es “imprescindible” para que cuando salgamos libremente y a todas horas, encontremos Venezuela donde estaba España. Habrá cambiado todo, menos un búnker en La Moncloa y un lujoso chalet de privilegiados millonarios comunistas que costó 600.000 euros.

Tiene gracia que el Gobierno alegue el estado de alarma como “imprescindible” marco jurídico, con la de marcos jurídicos que el Gobierno ha destrozado.

“No esperamos un acatamiento ni un cheque en blanco, porque el estado de alarma no entra dentro del programa de gobierno ni de la ideología del Ejecutivo. Es un apoyo a España, no al Gobierno ni a los partidos del Gobierno, es una medida en beneficio de España”. Qué cara más dura. Parece una declaración de Falange.

Si finalmente el Partido Popular se abstiene, para su electorado  -ojo al dato en un futuro-  habrá provocado la nueva y más sonada hemorragia de votos desde la histórica de Rajoy en la que perdió, hasta el día de hoy, la mayoría absoluta. A Casado le quieran cargar los muertos de mañana quienes no han sabido hacerse responsables de los de hoy, los que empezaron a caer tras las manifestaciones autorizadas del 8 de marzo, escondiendo los datos del avance de un drama que partió de China. Echenique, el marginal y marginado Echenique del protagonismo político en Podemos, quiere que Casado cargue con los muertos. Resulta llamativo que no prevea ningún cadáver para las espaldas de Rufián a pesar de su rotundo no a la prórroga del estado de alarma. Lo ha podido decir más alto, pero no más claro.

Queda para Inés Arrimadas decidir si cae o no en la trampa, para demostrar si verdaderamente y como ha afirmado tomará postura de acuerdo a los intereses generales, para que todos puedan ver de manera fehaciente y probada si cede o no al vergonzoso y despreciable chantaje del Gobierno comunistaNo debería olvidar su nutriente electoral, que procede del PP troceado que causó Rajoy. Y tiene la oportunidad extraordinaria y valiosa, difícil que se le vuelva a presentar, para llevar su proyecto desde la humilde franja en que lo dejaron ella misma y Ribera hasta cotas más notables y contables de escaños.

No cabe duda de que estas decisiones, según se tomen, están dejando a los partidos en una situación de vistos para sentencia en las próximas elecciones.




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