La gente se arranca, puebla las calles como si con su multitudinaria presencia quisiera estar enviando un mensaje subliminal a los políticos y a los presuntos expertos sanitarios a los que nadie conoce: basta de aconsejar quedarnos en casa, ya está bien de recomendar confinamientos voluntarios en los domicilios, de cierres perimetrales por provincias mientras más de 1600 vuelos hacen desembarcar extranjeros en España y, particularmente, en Andalucía. Y basta de multas a los castigados ciudadanos al mismo tiempo que el consejero de Salud y Familias, Jesús Aguirre, es sorprendido por la calle sin mascarilla. Le bastó una disculpa en redes. ¿Si a cualquiera le pasa lo que al consejero, le basta frente a la Policía con disculparse?
La calle parecía anteayer en Sevilla una viva manifestación proclamando de un lado a otro el cansancio que causan los políticos, los de la Junta sobre todo en el caso de Sevilla, los que fueron capaces de declarar varias veces que nos les tiembla el pulso dictando restricciones que arruinan a hosteleros y comerciantes. ¡Cómo les va a temblar el pulso a quienes tienen el sueldazo asegurado, caiga quien caiga! De vergüenza.
La calle parecía contener una oculta sublevación popular en la actitud decidida de llenarlo todo: bares, restaurantes, tiendas, comercios y lugares de todo tipo… Y los templos: los templos con largas colas en sus puertas aguardando el turno de visitar a las cofradías y contemplarlas en auténticas estampas históricas jamás vistas antes, al menos antes o durante la última Guerra Civil española, cuando una excepción como La Estrella fue llamada desde entonces “La Valiente”, desde entonces hasta nuestros días. Semana Santa en la memoria… histórica. ¿Lo pilla el Ayuntamiento socialista de Espadas, hijo al fin y al cabo de aquel socialismo de la República que tanto despreciaba a la democracia? Lo digo por la exposición gráfica callejera gracias al fondo Serrano, que está llena de muestras y ejemplos de lo desaparecido en los incendios que causaron sus antiguos y miserables congéneres políticos.
La Iglesia de Santa Catalina tenía a cientos de personas agolpadas a su puerta mudéjar para acercarse hasta las imágenes de la Exaltación. Y en la calle Bustos Tavera y en el Convento de la Paz se podía presenciar a la Sagrada Mortaja. En San Isidoro, el Cristo de las Tres Caídas. Y en la Parroquia de San Lorenzo, el besamano o acto de veneración de la Virgen de la Soledad, y en el altar mayor un bonito Calvario de la Virgen del Dulce Nombre -qué pena de restauración- a los pies del Crucificado del Mayor Dolor y acompañada por San Juan, y en su capilla habitual (en otro tiempo del Gran Poder), Jesús ante Anás, otra lamentable restauración de las que decoloran la carne sagrada de nuestras imágenes.
Fotografías de Beatriz Galiano
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