Mañana domingo se conocerán las nuevas medidas con las que la Junta calcula combatir los contagios. El Gobierno andaluz no parece ofrecer otra deriva que sumarse al efecto dominó europeo (Inglaterra, Francia, Italia o Grecia) y también español (Asturias, Cataluña, Castilla y León, etc.), y restringir aún más la movilidad, afectando sobre todo a los ámbitos comerciales y hosteleros, los grandes “criminalizados” como focos de contactos, además de ordenar el toque de queda a las siete de la tarde, como la guinda del pastel de esta auténtica ruina sanitaria y económica en la que el presidente andaluz denota seguir perdido.
El Gobierno andaluz va a debatir con sus “expertos” las medidas que va tomar aumentando las restricciones de movilidad. Lo de los “expertos”, cuyo número e identidad se desconocen a estas alturas, siguen siendo un acto de fe para los ciudadanos, como si las administraciones -las que sean- pudieran funcionar con actos de fe, sin documentos, sin pruebas, sin justificaciones, sin apoderamientos notariales para ostentar y bastantear una representación. La Ley de Procedimiento Administrativo o la del Régimen Jurídico de la Administración del Estado o la de las Comunidades Autónomas se han convertido de inmediato en papel mojado en cuanto se ha exigido por la ciudadanía saber quiénes deciden sus vidas abocándolas a situaciones económicas tan graves.
Juan Manuel Moreno Bonilla se está quemando día a día en su presidencia de carambola (ni a soñar que él se hubiera echado), cogida con alfileres gracias al apoyo de Vox. No sabe -uno más desde luego- gestionar la crisis sanitaria, por ende no sabe su Gobierno, y por lo mismo tampoco su consejero de Salud… y Familias (arruinadas). Los hospitales tocan sus techos de ingresos, pero también las ciudades están para verlas. Se puede rodar en sus calles un western del desierto de Almería. A Sevilla, sin ir más lejos, que ya levantaba cabeza, se la han cargado desde el Ayuntamiento y desde la Junta. Tiendas abiertas sin nadie y bares en pleno centro que parecen ventorrillos de carretera en la madrugada. Ha tenido que cerrar hasta el Hotel Alfonso XIII, incapaz de reanimarse cuando aún le estaban haciendo el boca a boca. Y también un lugar emblemático del mejor circuito del tapeo sevillano como es La Flor de Toranzo (Trifón) que por la prohibición del uso de la barra ha contemplado inviable servir a sus cientos de clientes. Un cartel en sus persianas aclara que harán “lo imposible” por su reapertura. Asimismo resulta de lo más descriptivo de la situación lo que se puede leer en un local de artículos varios que hace esquina en la calle Imagen con Santa Ángela de la Cruz: “Por fin se acaba el 2020”.
La opinión pública repite ya una frase como si fuera un estribillo veraniego de Georgie Dann: “Nos han tocado los peores políticos para las peores circunstancias”. Y la clásica sobre los políticos: “Todos son iguales”… de incompetentes y más cosas. Hay un hambre de ajuste de cuentas y facturas en las urnas que ni el lobo de Caperucita y el cobrador del Frac son capaces de igualar.
La Junta de Moreno Bonilla espera llevarse del cónclave del domingo, si no la solución infalible, al menos el cupón de la invidencia política: “Es la ilusión de todos los días”.
Las bases de la Junta no han visto lo que es un silogismo ni por el forro. Tienen la inercia sanchista de llamar a la cosas por el nombre que no tienen, por ejemplo “actividad económica no esencial”. ¿No es esencial llevar un sueldo a casa para sacar adelante una familia? Y por si fuera poco, eso que llaman “no esencial” lo van mutando a “esencial” según sus incoherencias políticas.
En esta vida cada vez más militarizada -con todos los respetos para los militares- y cada vez más totalitaria -dicho sin ningún respeto para los dictadores-, se está filtrando la idea de que el presidente Moreno baraja el cambio de hora del toque de queda, que pasará de las once de la noche a las siete de la tarde. Se argumenta por la Junta que desde las siete de la mañana a las tres de la tarde transcurren las horas de máxima productividad. Ya. Porque abre la Junta al público será. Porque es cuando trabajan los funcionarios. Y los bancos. Ya. Y con esta sesuda idea propia de gobernantes que por ese camino de lucidez política acabarán descubriendo la vacuna (es una ironía, claro) Juan Manuel Moreno (nada de Juanma, ¿a qué esas confianzas?) puede que no adelante el toque de queda, pero sí el cierre de bares y comercios. Tela.
La ciudadanía está pendiente de su futuro, sujeto a las decisiones que tome el domingo el denominado Comité de Pandemia. Se espera que las medidas sean asimétricas, evaluando distrito por distrito sanitario. Y se confía, que ya es confiar, en que la Junta abandone las intenciones imposibles de hacer cuadraturas de los círculos, imponiendo sus restricciones mientras pretende con ellas no agravar el impacto económico de las mismas.
En cuanto al confinamiento domiciliario, el presidente Juan Manuel Moreno se mueve en la proverbial ambigüedad que rige a su partido, el Popular, descartándola a la vez que solicitándola al Gobierno central como incorporación otra vez al estado de alarma. Moreno, como Casado, no es ni frío ni caliente, ni de aquí ni de allá, sino un caso claro de desconcierto ante sus votantes de derechas, que no paran de fugarse a Vox.
El horizonte de las limitaciones a la libertad de movimientos se vislumbra en el puente de los días festivos de la Constitución y la Inmaculada, con el pretexto de proteger al menos la campaña de ventas de Navidad. Todo se andará. O no precisamente, porque andar andar, lo que se dice andar, ya veremos. Queda visto para sentencia de los “expertos”.
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