Los hechos ya están consumados. La cuarta prórroga del estado de alarma ha salido adelante gracias al apoyo decisivo de Ciudadanos, pero también del PNV, en medio de un Parlamento seriamente fracturado que ya no sigue el juego del totalitarismo de Sánchez. Si el Gobierno ha sabido jugar y ganar su partida, cogida con alfileres hasta ayer tarde -tras los supuestos acuerdos con el vicesecretario primero de la formación naranja, Carlos Cuadrado-, para la opinión pública que extiende sus miles de mensajes por las redes, la gran perdedora es Inés Arrimadas, que ha salido absolutamente lesionada en su prestigio político hasta ahora, causando de inmediato el abandono de la mayoría de sus electores y simpatizantes, además de las sonadas bajas oficiales en las filas de Ciudadanos de quien fuera su portavoz en el Congreso durante el periplo de Albert Rivera, Juan Carlos Girauta; y de Carina Mejías, ex diputada por Barcelona. Por su parte, el Partido Popular se ha abstenido en la aprobación de la prórroga del estado de alarma, fiel al estilo de ambigüedad de Casado, al que tantos seguidores y votantes de la formación están recriminándole desde hace muchos días un papel que entienden desafortunado y pusilánime para defender a España.
La prórroga que durará hasta el 24 de mayo ha sido conseguida por el Gobierno gracias a los apoyos de Ciudadanos, PNV y las formaciones regionalistas. Se han abstenido el Partido Popular, Bildu, Navarra Suma y el BNG, siendo votos en contra los de Vox, ERC, Junts, Cup y Foro.
Para la opinión pública la colaboración a última hora de ayer de Inés Arrimadas con el socialcomunismo ha sido vista como inaceptable. Miles de opiniones de sus militantes saturan las redes con mensajes de desconcierto y desaprobación, advirtiendo que ya no estarán para votar a Ciudadanos en próximas convocatorias electorales. A decir de muchos, Sánchez ha ganado su propuesta a costa de una ingenua Arrimadas que se ha metido en la boca del lobo, lastrando aún más la débil porción de sólo diez escaños en el Congreso. Ha caído en la trampa de adquirir con esta oportunidad la escuálida relevancia en la que la dejó Ribera. Según muchos observadores, acabará pagando la cuantiosa factura de haberse sumado a la ambición desmedida del caudillismo de Sánchez. Otros afirman que ha medido muy mal sus posibilidades, sin conciencia alguna sobre ella misma y su humilde liderazgo. Afirman que ya, hoy mismo y antes de la votación, Sánchez no ha hecho alusión desde la tribuna del Congreso al compromiso, referido por Arrimadas, de desvincular del estado de alarma los ERTE y demás ayudas. Parece que el mentiroso compulsivo ya ha empezado cuando ni siquiera se habían pronunciado en el Congreso los diez apoyos de Ciudadanos. A Inés Arrimadas parece que habérsele pasado por alto un “detalle” como ese.
Algunos califican como absolutamente equivocada la decisión tomada por Arrimadas ante millones de españoles, erigiéndose como una heroína del interés general que acabará siendo el nuevo papel clínex de usar y tirar del presidente. Se dice que Sánchez no va a consentirle a la vista de todos que desempeñe el papel de quien lo va a poner firme y a reconducir por la senda democrática de las libertades. Tampoco van a perdonarle los españoles que se haya declarado de esa forma en defensora del interés general, cuando lo que siente la ciudadanía es que la ha entregado a las voluntades dictatoriales del socialcomunismo. Una vanidad, se dice, por la que pagará electoralmente un carísimo precio.
Por lo demás, la sesión parlamentaria de hoy a mostrado a un sorprendente Gabriel Rufián, cuyo discurso era para muchos más propio de Casado que del propio Rufián, absolutamente sensato y con una energía en los argumentos que ya hubiera querido para sí un Partido Popular cada vez más falto de credibilidad, sobrado de una exasperante blandura, y con su líder puesto ya en duda por una militancia que ha puesto sus ojos de futuro en Martínez-Almeida.
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