José Matías González Arteaga es doctor en Geografía e Historia, habiendo sido profesor del colegio “Antonio Cuevas” de La Puebla del Río (Sevilla) y profesor honorario en la Universidad (Facultad de Económicas y Empresariales), además de tener un largo historial como investigador. Fue alcalde de La Puebla entre 1995-1999 por Independientes de La Puebla del Rio (IPR), partido que fundó junto a otras personas en 1994, siendo líder de la oposición en la siguiente legislatura (1999-2003).
– ¿Qué le llevó a interesarse por la política y cuál fue su proceso de evolución ideológica?
– Ya con diez o doce años un grupo de amigos con inquietudes sociales formamos en la Parroquia la Acción Católica para jóvenes, guiados más por esa inquietud social que por la propiamente religiosa. Creamos un equipo de fútbol, y desplegamos nuestra actividad a acciones, fundamentalmente, de tipo humanitario, sociales y culturales, como he expuesto anteriormente, consistiendo nuestra primera acción en comenzarle una vivienda a una familia con una niña con discapacidad.
Ya como adolescente, entramos algunos de los componentes en la JOC y en la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), que era el sistema con el que el PCE se fue infiltrando en las estructuras sociales, poniendo como tapadera a la Iglesia, hasta el punto que las primeras reuniones se celebraban en las sacristías de la parroquias.
El siguiente paso tuvo lugar tuvo lugar cuando las centrales sindicales comenzaron su proselitismo por los pueblos para captar adeptos, reuniéndose siempre en lugares distintos, algo muy propio de la clandestinidad a la que había que acudir en aquellos duros años de represión. Por La Puebla pasaron algunos de los sindicalistas más significativos de la provincia: Fernando Soto, Eduardo Saborido y Paco Velasco. En esas reuniones conocí a la familia Carmona, que, en aquellos momentos, eran los que llevaban el peso del PCE en La Puebla. Con ellos –y gracias a su coherencia, honradez y compromiso altruista- comencé a trabajar directamente con el Partido, aunque, en honor a la verdad, debo decir que jamás me afilié a él, ya que jamás lo he hecho a ningún partido político, exceptuando el mío, ya más tarde: el Partido Independiente de La Puebla del Río. Y ello por una razón muy clara: siempre me he considerado independiente en todas las facetas de mi vida y jamás me he identificado con ninguna ideología, entre otras cosas porque no creo en ellas. Si en aquellos momentos me decidí a trabajar con el PCE fue porque la única salida que veía para luchar contra el franquismo y en defensa de la clase obrera.
A partir de la muerte de Franco, creía –ignorante de mí- que ya se había solucionado el problema en España y la democracia estaba ya consolidada: ¡qué iluso! Aún así seguí colaborando con el PCE, pero ya de manera más relajada, centrándonos en la lucha desde la “Asociación de Vecinos San José Obrero”, que habíamos fundado en 1967 (y que, mera anécdota, me tocó fundarla de nuevo en 2013), y que aún pervive, aunque ya, como es natural, con otro carácter, más centrado en actividades culturales y sociales. Así llegamos a las elecciones municipales de 1979 en que triunfó el PSOE, siendo elegido su cabeza de lista (Julio Álvarez Japón) como alcalde, el cual, y ante la sorpresa de todos, al poco de hacerse con el cargo, implantó en el pueblo una verdadera dictadura (ahora de “izquierda”), dividiendo el pueblo en dos sectores muy bien definidos: uno, del actual Ambulatorio hacia abajo (su “territorio comanche”, su caladero de votos, la “zona obrera” a la que él pertenecía); el otro de ahí hacia arriba, donde estaban los “fachas” del pueblo, la clase pudiente, los ricos, los que habían sometido al pueblo durante toda la historia. Algo demencial, propio de un enfermo, como, con el paso del tiempo, ha demostrado ser. Dicha política cambió totalmente la idiosincrasia del pueblo, y de ser un pueblo unido, sin demasiadas diferencias sociales, se convirtió en un pueblo dividido y enfrentado.
Ante este panorama no se podía estar con los brazos cruzados, había que hacer algo y dar un paso al frente con el fin de acabar con esa situación. En ese ese sentido nos pusimos de acuerdo unos amigos (cada cual con su propia forma de pensar) para poner en marcha un partido independiente con el fin de presentarnos en las próximas elecciones de 1995, comenzando a trabajar en ello en la primavera de 1994. Y al ser el mayor y tener una cierta experiencia, como se deduce de lo anteriormente expuesto, de nuevo, me tocó la china. Así, y trabajando a marchas forzadas, y con el tiempo justo para poder estar presente en las municipales de 1995, apareció el Partido Independiente de La Puebla del Río.
En los comicios sacamos 6 concejales (unos 2.000 votos), siendo la segunda fuerza más votada, ya que el PSOE había obtenido 7, siendo la tercera Izquierda Unida con 3. La misma noche, al acabarse el escrutinio, nos pusimos de acuerdo Partido Independiente e IU para gobernar en coalición, ya que había que sumar 9 concejales para ello, pues nuestro Consistorio la componen 17 ediles. Con ello, conseguimos lo que se pretendía: quitar de en medio a la familia Álvarez González (debo aclarar que el patriarca de la saga familiar, Julio Álvarez Japón, no se pudo presentar por haber sido inhabilitado por prevaricación unos meses antes, lo que hizo que ocupara su puesto su hijo, Julio Álvarez González – que en 2011, aunque parezca una broma de mal gusto, y después de haber estado ocupando la alcaldía durante dos legislaturas, también fue inhabilitado por desviar caudales públicos en su propio provecho-). Así acabó el predominio de la perniciosa saga.
Pero todo ese esfuerzo se vio un tanto empañado por la actitud de dos de nuestros concejales (del Partido Independiente), que, al poco tiempo se quisieron liberar, lo que suponía que debían dejar su profesión (uno maestro de primera enseñanza y otro ATS), cuando nuestro planteamiento era que sólo se podrían liberar tres cobrando lo mismo que en su profesión (de hecho, lo hicieron dos maestros y policía local), con lo que el cupo estaba ya al completo. Ante tal actitud no tuvimos más remedio que expulsarlos del Partido, lo que supuso quedarnos en minoría, pues pasaron a una especie de Grupo Mixto que, en muchas ocasiones, votaban con la oposición y ponía nuestro trabajo muy difícil.
A pesar de ello, nuestra decisión de austeridad en el Ayuntamiento no varió lo más mínimo: continuamos con nuestra política de no pagar nada por asistencia a Plenos, a Comisiones de Gobierno, dietas, prescindimos del coche oficial y el chófer…
También, y para terminar con este apartado, debo decir que establecimos en los Estatutos que el Partido Independiente sólo tendría una vigencia de ocho años, con independencia de que estuviese gobernando o no, algo que cumplimos, estando una legislatura en el gobierno y otra en la oposición.
– ¿Qué situación económica presentaba el ayuntamiento cuando usted entró como alcalde?
– Cuando entramos en el ayuntamiento nos encontramos con una situación catastrófica en todos los sentidos, pero, sobre todo, en el económico: con una deuda que ascendía a 2.000 millones de pesetas (cuando el presupuesto del Consistorio era de 600 millones), llevándose la mayor parte lo que se le debía a la Seguridad Social, a Hacienda y a la banca (habría que hacer una relación exhaustiva, pero sólo decir, ya que fue sangrante, que a Villafranco del Guadalquivir, una pedanía de La Puebla, en plena Isla Mayor, para la que venía un dinero finalista, se le debía un montante de unos 150 millones de pesetas, así como 24,5 millones de devolución al INEM por no poder justificar conceptos de una Escuela Taller “Guadalquivir”, concedida a este Ayuntamiento en el año 1990). Ni que decir tiene que no es posible establecer, a ciencia cierta, a dónde fueron a parar tales cantidades de dinero. A pesar de todo, conseguimos rebajar los intereses de los préstamos bancarios que estaban en el 11% y el 17%, cuando ya estaban alrededor del 5%. Sin embargo, no conseguimos un acuerdo ni con la Seguridad Social ni con Hacienda en nuestro intento de aplazar la deuda pagando una cifra fija mensual, lo que considero fue una gran falta de solidaridad y humanidad, propia de una clase política para la que no existen los sentimientos sino sólo los votos. Pero ¿cómo se llegó a tal estado? ¿Cómo se generó tan desmesurada deuda, sobre todo con la Seguridad Social y Hacienda? Muy fácil: reteniendo a los trabajadores la cuota de la Seguridad Social y el IRPF y no ingresándola, dejando absolutamente desprotegidos a los trabajadores. Y todo ello con la aquiescencia del Gobierno Central, el del primer gobierno de la recién estrenada democracia, con el presidente Felipe González al frente, que no fue más que un fiel reflejo de la política de corrupción que el PSOE impuso en este desdichado país, y que después, se ha generalizado, y se tiene como normal tal despropósito, lo que nos ha llevado a la situación actual, en que la corrupción se ha generalizado y lo anormal se ha convertido en normal.
Pero lo más grave fue que, como castigo, el Ayuntamiento dejó de percibir todo tipo de subvenciones ya que iban a parar a Hacienda, a la Seguridad Social y a Villafranco. En tal problemática sólo pudimos subsistir con ingresos corrientes, como el IBI (siendo el de rústica el mayor, que ascendía a unos 100 millones, o sea la sexta parte del presupuesto) y otros tipos de impuestos. Como algo anecdótico, aunque significativo de lo que se estaba cociendo ya en Andalucía, decir que nos vimos un tanto aliviados en el tema de las subvenciones, al poder acceder a algunas “gracias” a una Mancomunidad que se estableció en Castilleja de la Cuesta con un fin no específico (casi todas las que fueron surgiendo eran así) que, bajo cuerda, nos fue facilitando las subvenciones que llegaban a ella destinadas a La Puebla, evitando así el “embargo” que nos habían impuesto. Otra ilegalidad más del sistema corrupto que implantó el PSOE en Andalucía, pero que en este caso nos benefició.
– ¿Qué logros destaca de su etapa como alcalde?
Conseguimos algunas cosas interesantes para el bienestar del pueblo, como la confección de un Polígono Industrial en una finca pública, “Los Juncales” (un ejemplo de buen hacer), con lo que terminamos con una gran economía sumergida existente, creamos una Bolsa de Trabajo (también ejemplar) con el fin de acabar con el enchufismo existente (siempre trabajaban para el Ayuntamiento los mismos), se comenzó a cobrar el impuesto de contribución rústica en las 13 urbanizaciones ilegales existentes en La Puebla, que prácticamente no se hacía, racionalizamos la plantilla del Ayuntamiento ya que estaba sobredimensionada (con lo que ello suponía para las arcas municipales), dotamos al Ayuntamiento de un nuevo campo de feria, impusimos una política cultural y educativa como nunca había vivido el pueblo, establecimos un vivero de empresas… Sin embargo, nuestra mayor conquista fue abrir las puertas del Ayuntamiento, insuflar aire fresco, modernizarlo, transformar por completo la forma de su funcionamiento, haciéndolo más democrático, más accesible al pueblo, acabar con el “coto de caza” en que lo habían convertido. De ello es de lo que lo que más orgulloso nos sentíamos. Pero ¿hasta qué punto el pueblo lo comprendió, caló en la gente lo que estábamos haciendo y lo que pretendíamos…? Me temo que no se enteró de casi nada, y de ahí nuestra frustración, pero no por nosotros sino por el pueblo mismo, que perdió la gran oportunidad que le estábamos ofreciendo para convertirlo en más moderno, democrático, libre, igualitario…
– He podido observar los resultados electorales de las municipales de 1999 en contraste con los de 1995 y se puede constatar que su partido (Independientes de Puebla del Río) subió en votos, pero la pérdida de la mayoría se debió a la caída de su socio de gobierno (IU), experimentándose un trasvase de votos en favor del PSOE. ¿Coincide con este diagnóstico?
– Efectivamente. Enlazo esta pregunta con lo anteriormente expuesto. Notábamos que el pueblo reconocía nuestra honradez, nuestro buen hacer, pero a la hora de la verdad, no teníamos mucha esperanza de la actitud del pueblo ante lo que estábamos pretendiendo hacer, y de hecho ello quedó plasmado en los resultados: el pueblo se decantó de nuevo por la política del amiguismo, el enchufismo, la corrupción… instalada desde el mismo momento de la Transición democrática, sistema que no llegó a La Puebla, que siguió viviendo bajo un sistema dictatorial pero de otro signo: ahora de “izquierdas”: el “nuevo régimen” impuesto por el PSOE en toda España, pero muy particularmente en Andalucía, y de aquellas tierras los lodos que vinieron muy poco después en forma de EREs y otras barbaridades. Y lo más grave: el pueblo lo aceptó sumiso, callado, resignado a su suerte, durante 40 años. Así que no nos podemos ni nos debemos quejar de la situación de desastre que vive nuestra Comunidad. Nos lo tenemos merecido.
– ¿Quiénes son sus referentes políticos?
– Si tuviera que destacar a algún político me quedaría con Adolfo Suárez, por su valentía, honradez y desprendimiento. Pero, en mi caso concreto, me decantaría más por dos sindicalistas: Marcelino Camacho (CCOO) y Nicolás Redondo (UGT), personas honradas donde las haya, ya que, por mi forma de ser, mi trayectoria ha ido más orientada a lo sindical que a lo político, aunque también me defraudaron los sindicatos y la clase trabajadora, ya más tarde, cuando fui consciente, a base de vivencias y de la realidad.
– Habida cuenta de que usted ha sido representante de un tercer partido y ha vivido toda la etapa democrática, ¿quién considera que ha sido el mejor presidente del gobierno?
– Como he expresado antes, si tuviera que quedarme con alguno lo haría con Adolfo Suárez. Los demás me han decepcionado todos, sobre todo Felipe González, en el que los de nuestra generación (que es la suya) luchamos por este querido país y pusimos todas nuestras esperanzas. Para mí, particularmente, fue un verdadero mazazo, algo que, a medida que va pasando el tiempo, se acrecienta aún más la desilusión y el cabreo, algo que no se puede olvidar, ya que lo tenía todo para haber conseguido hacer de España un gran país y lo que hizo fue sumirlo en la corrupción, estableciendo un sistema político piramidal al estilo del impuesto por Romero Robledo en el siglo XIX durante la Restauración, lo que vulgarmente conocemos como “caciquismo”. Imperdonable, pues, y considero que casi delictivo.
– ¿Qué opina de los nuevos partidos (Podemos, Ciudadanos y VOX) que han surgido en los últimos años como alternativa al tradicional bipartidismo?
– De los tres, salvaría algo a Ciudadanos, que, aunque cometió errores, como no intentar gobernar en Cataluña, se han mostrado honrados, coherentes y han caído cuando tenían que caer, como le sucedió a la UCD de Adolfo Suárez. De los otros dos creo no merece la pena hablar, pues son dos modelos distintos de populismo: uno de derecha y otro de izquierda, pero siempre en los extremos, y estos nunca son buenos.
– Como conservador quería preguntarle su opinión sobre cuestiones como las siguientes:
Aborto
– En cuanto al aborto (tema muy delicado y con una gran carga moral) soy de la opinión que depende de las circunstancias, que son muchas y muy diferentes, y la verdad es que me da bastante reparo pronunciarme. Pero sí tengo algunas cosas claras. Por ejemplo, si una mujer ha sido violada o si está en peligro la vida de la madre y del niño, yo priorizaría, como padre o como marido, salvar a mi hija o a mi esposa sin ningún tipo de duda. Prefiero que se salven ellas, ya que no creo que el cigoto sea aún persona en un momento determinado y se esté cometiendo un crimen evitando su desarrollo; pero también creo que el aborto debe practicarse en casos puntuales y no indiscriminadamente, y siempre, por supuesto, respetando las leyes vigentes.
Matrimonio homosexual
– Para mí un/a homosexual es una persona normal, es algo que viene en los genes y contra eso no creo que haya nada que decir, la naturaleza es caprichosa y nos lanza al mundo a cada uno de una determinada manera. Y punto, no creo haya más que decir. Partiendo de esa premisa, creo que, al igual que existe el matrimonio heterosexual ¿por qué no va a existir el homosexual? Creo que no merece la pena ahondar mucho más en el tema. Por ese mismo planteamiento creo innecesarias todas esas caravanas que organiza el colectivo gay, ya que con ello, ellos/as mismas hacen anormal algo que es normal. De todas maneras, lo justifico, ya que considero que lo hacen por desagravio –y no es mal motivo- por la represión que, efectivamente, han tenido que sufrir durante mucho tiempo.
Eutanasia
– La apoyo con matices, y ese matiz lo da el estado de la persona. Cuando un individuo (y no digo “individua”, como tampoco digo “miembra”) sufre como nos pone de manifiesto la película “Mar adentro” está completamente justificado. No existe razón alguna para que una persona tenga que vivir vegetando, sufriendo y voluntariamente pida dejar de existir. De ahí que esté completamente de acuerdo de que se legalice la eutanasia, pues considero que es una manera digna de morir.
Laicismo
– Creo que la libertad es la palabra clave, y siempre que no haya favoritismo de ningún tipo, cada uno puede hacer lo que quiera. Si el Estado es laico lo es para todos, y cuando se permiten clases de religión casi siempre se refieren a la católica, cuando lo suyo es que se deben dar todas las religiones o ninguna.
Estoy de acuerdo, pues, con el laicismo en las escuelas y creo que el gobierno no debe dar dinero a las escuelas privadas sean del signo que sean (católicas, musulmanas o Testigos de Jehová), aunque no digo lo mismo de las escuelas concertadas, que existen porque hay una demanda que la enseñanza pública no puede cubrir en su totalidad, del mismo modo que sucede con la Seguridad Social. Si la Seguridad Social no puede, ¿por qué esperar un año para hacer una prueba si en dos o tres meses se puede hacer en un hospital privado? ¿Es una barbaridad derivarlo a él si el que gana es el enfermo, que, al final, es lo que cuenta? La educación concertada, pues, no es un negocio, sino un favor que dichos centros le hacen al gobierno. Distinto es el caso de la enseñanza privada pura y dura, que es una empresa y como tal hay que entenderla y tratarla. Todo ello lo considero un despropósito producto del enfrentamiento político por hacerse con el poder, a costa de lo que sea.
– Para terminar, quería hacerle una pregunta mucho más trivial a modo de curiosidad. ¿Es usted bético o sevillista?
– Soy del Betis, y, además, el único de mi casa que lo es, o sea, el “garbanzo negro” de la familia. Y lo soy porque conviví mucho con una familia en la que todos eran béticos y me contagiaron el beticismo que profeso. Pero quiero dejar algo claro: que no soy antisevillista, lo que por estos lares no está muy bien visto, ya que el ser bético conlleva el ser antisevillista “a muerte”.
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