Recuerden la foto del Excmo. presidente del Gobierno de España plantado en la escalinata y rodeado de sus cuatro vicepresidentas, como palmeras en una plaza, que le escoltan en una coreografía de tal modo que no le roben sombra y le creen a la vez esa atmósfera de domador de circo, dominador, en mitad la jaula, rodeado de sus leonas y sus panteras…
El mítico Don Juan, en cambio, el legendario y dislocado amante compulsivo que en ello reflejaba, dicen los psiquiatras, su propia impotencia, ya no logra estar a la altura de Sánchez y su figura.
Inerte en su estatua, como aquellas que despertaban en los cementerios, Don Juan Tenorio yace ahora solo en la plaza de los Refinadores de Sevilla, su ciudad, acompañado por la última bella dama que se resiste a dejar al héroe-villano que asaltaba conventos y robaba corazones.
Un bicho venido de muy lejos, el escarabajo del Nilo, ha corroído el tuétano a las damas que le cortejaban en su estatua y ha terminado con la vida de tres de las cuatro palmeras que circundaban su honrosa efigie de arquetipo universal.
La plaza, que da paso al barrio de Santa Cruz desde este lado de los Jardines de Murillo, ha perdido buena parte de la belleza y galanura de la hermosa coreografía que le dibujaban la esbeltez de las ‘damas’ ahora desaparecidas, que lucen sus muñones de un amor galante que porfiaba en sus arrebatos y luego… “fuese y no hubo nada”.
En la foto de Sánchez, sus ministras y vicepresidentas no están alineadas al mismo nivel en la amplia escalinata con el ilustre, para no restarle fuste, empaque, brillo, ni alcurnia. Se disponen, como las palmeras de Don Juan, a su alrededor, como escoltas del amor destemplado y compulsivo del sociópata y enfermo de su propia egolatría.
Don Juan, el gran amante y engreído sevillano, abandonado, sustituido por Sánchez en el narcisismo ciego y enfermizo de sus alardes y sus porfías.
Que se note quién es el paradigma, el Creador de este Genésis bíblico del feminismo imperecedero, el Hacedor del Popol-Vúh de tan magna obra mujeriega y purgue Don Juan sus pecados en la plaza que le daba sombra y que hoy luce destemplada por la desidia del Ayuntamiento sevillano.
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