La Cumbre de Población y Desarrollo de 1994 tuvo lugar en El Cairo y supuso para la ONU el pistoletazo de salida, punto de apoyo a modo de árbol navideño en el que colgar todas las ‘bolas’ y adornos que vinieron luego, tales como la ideología de género, el cambio climático, el empoderamiento feminista y otras mil podredumbres unidas por una cuerda oculta y disolvente que las emparentaba a todas con el marxismo y cuyo ataque principal se dirigía y se dirige aún a la familia y a la libre voluntad de los individuos.
Desde los años 90, el discurso apocalíptico sobre el calentamiento global, que no era tal y que hubo que transformar a toda prisa por el del “cambio climático” (“causada por el ser humano”, coletilla que siempre se les olvida añadir en los debates para hacerlo todo más confuso) así como todo el cuento ‘ecologreta’, entró también de lleno y fue auspiciado por los Foros de Porto Alegre y de São Paulo, reuniendo así a lo mejor de cada casa y cada causa.
Pues bien, en la llamada Cumbre de El Cairo de aquel año estuvieron reunidos durante unos diez días unos 20.000 delegados (cifra invariable que repiten siempre en cada oportunidad que se les presenta y en cada foro de parecidas características) pertenecientes a varios gobiernos, agencias de la ONU, ONG y medios de comunicación.
“Se reunieron allí -lo resume hasta la Wikipedia- para discutir una variedad de asuntos relacionados con la población, incluyendo la inmigración, la salud reproductiva, la mortalidad infantil, los métodos anticonceptivos, la planificación familiar, la educación de las mujeres y la protección de las mujeres de las realizaciones del aborto inseguras”.
Asistió gente de muy diversos países, incluso de países que jamás se gastarían un dólar (porque muchos no lo tienen) en enviar a una manada de personas a conferenciar y a alojarse en un estupendo hotel en la otra parte del mundo. Piensen en todos esos países africanos, asiáticos o sudamericanos gastando en viajes y estancia de cientos de personas para participar en charlas y regodeos sobre asuntos tales.
Fuese la cifra de asistentes la que fuera, lo cierto es que en aquella Cumbre hubo miles de personas procedentes de países sin un euro cuyos viajes fueron pagados por terceros, por empresas, por otros países y por organismos supranacionales.
Durante los primeros siete días se debatieron y se votaron numerosos temas y documentos en los que una mayoría de países (sobre todo africanos, asiáticos y sudamericanos, y, en todo caso, todos los países musulmanes) se opusieron a la práctica totalidad de las propuestas relacionadas con lo que en los documentos denominan “planificación familiar y salud reproductiva” y que, en definitiva, se refieren al control de población y al aborto.
Una a una, los distintos salones de reunión tumbaron todas las propuestas y los documentos que se presentaron y se debatieron. Lo que los medios de comunicación recogieron de todo aquello (y aún figura así en todos los resúmenes de prensa) es que fue el Vaticano quien se opuso o presentó serias reservas sistemáticas a todo cuanto allí se debatía.
Pero no era sólo el Vaticano, como ya se ha dicho, sino la inmensa mayoría de participantes, muchos de ellos mujeres de todos esos países en los que la reproducción es la única garantía de perpetuación de sus sociedades debido a altas tasas de mortalidad o, simplemente, porque en sociedades precarias para mantener una familia en pie son precisas muchas manos.
Pues bien, transcurridos los primeros días, los susodichos asistentes de todos esos países comenzaron a abandonar la capital egipcia y emprendieron su viaje de regreso después de participar en decenas de votaciones y abandonaron uno tras otro la Cumbre de El Cairo. Sólo quedaba el último fin de semana para presentar las conclusiones de lo que allí se había discutido, desgranado y votado…
El domingo, al fin, con las salas y pasillos del lugar semivacíos, un grupo de participantes de apenas docena y media de países, entre ellos Holanda, Canadá, EEUU, etc. fueron los encargados de resumir las propuestas supuestamente pactadas y aprobadas en la Cumbre. Y ahí, de repente, aparecieron con su terminología ad hoc todas las propuestas que habían sido sistemáticamente rechazadas en los días de las votaciones por los participantes de esa gran mayoría de países.
Se dirá que podrían reclamar por tamaña tropelía cometida a sus espaldas, pero se olvida que esas cumbres no representan a gobiernos ni a instituciones, sino que son movimientos medio asamblearios. Los que van no defienden necesariamente posturas oficiales de sus gobiernos respectivos ni hablan en su nombre.
¿A quién reclamar, por tanto, cuando se manipulan o se retuercen los argumentos? ¿Y en nombre de quién? ¿Qué es una Cumbre de esta clase sino un foro de charlas individuales donde lo mismo hay una catequista salvadoreña que un tipo con intereses en la industria del aborto, lo mismo un tipo de una ONG danesa que un médico medio loco que vive en Laos y traslada a lo universal sus conclusiones particulares?
No, no es fuente de ninguna autoridad un foro de esa clase ni compromete a nada, a pesar de que, esto sí, servirá para citar sus resúmenes y conclusiones como si fueran un tratado internacional sólo porque la ONU presta sus siglas para q se desarrolle ese happening internacional de amigos o aficionados a la causa que se discute. Algo parecido ocurre con el clima y con otros muchos asuntos que sólo buscan retorcer y adaptar los argumentos predeterminados.
En fin, que así funcionan esos Foros y Cumbres, que terminan siendo siempre una gran estafa.
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