En una época como la actual, donde se va perdiendo el trasfondo de celebración que tienen las fiestas, me ha parecido oportuno recordar que estamos en el Tiempo litúrgico de Adviento: período aproximado de cuatro semanas y media antes de la solemnidad de la Navidad, en el que los cristianos se preparan para conmemorar la venida de Enmanuel, Dios con nosotros. “Adviento” significa venida o llegada. Se celebra con una mirada puesta en la triple venida de Jesús, según indicaba San Bernardo: “Jesús vino” (nacido de la Virgen María), “viene” (hoy, en los signos de los tiempos), y “vendrá” (con gloria, al final de la Historia, en la Parusía).
El Adviento es un tiempo de espera, conversión y esperanza: la gozosa espera de la llegada del Señor. Por eso en las celebraciones litúrgicas se proclaman textos y cantos alusivos a su Venida. El Dios de la gloria se ha hecho niño en el seno de una mujer pobre y humilde. Los fieles son especialmente sensibles a las dificultades que la Virgen María tuvo que afrontar durante su embarazo y se conmueven al pensar que en la posada no hubo un lugar para José ni para María, que estaba a punto de dar a luz al Niño. Las grandes figuras que la liturgia presenta en este período son el profeta Isaías, San Juan Bautista, y la Madre de Dios.
Las fechas del Adviento se fijan en torno al tiempo que prepara, esto es, al de la Navidad. Siempre cuenta con cuatro domingos, aunque las semanas no sean completas. Empieza el domingo cuarto anterior a la Navidad, que suele rondar entre el 27 de noviembre y el 3 de diciembre. Solamente si Navidad (25 de diciembre) es domingo, como este año 2022, tendrá cuatro semanas completas, pues siempre se cuentan los domingos anteriores a esta festividad.
Durante este tiempo, los sacerdotes utilizan vestiduras de color morado en las Eucaristías, como color de penitencia, mostrando así la preparación a la fiesta de Navidad, como también se hace en Cuaresma con la Pascua. Además, en Adviento no se dice ni se canta el Gloria, ni se adorna el templo con flores, como en los demás días de penitencia, aunque sí se conserva el canto del Aleluya antes de la proclamación del Evangelio, omisión propia únicamente de la Cuaresma.
Sin embargo, llegados a la mitad del tiempo, en el tercer domingo, llamado antiguamente y aun nombrado “Gaudete”, que significa “Gozad” (nombre tomado de la versión latina de la antífona de entrada propia de este día, Filipenses. 4, 4-5, “Estad alegres en el señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca”), se puede suavizar el color morado de las vestiduras con el color rosa, si bien no es obligatorio, dando a entender así la alegría al acercarse ya la festividad del nacimiento del Señor. También se puede adornar la iglesia con algunas flores.
Dentro de este tiempo, con propiedad considerado muy vinculado a la Virgen María, se celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre), patrona de España, de la Infantería del Ejército español, de los Colegios de abogados, de la Universidad de Sevilla y de algunos países de América, y en México, la solemnidad de su patrona, Nuestra Señora de Guadalupe (12 de diciembre). En estas solemnidades se omite la supresión del Gloria y de los adornos florales.
Los signos y celebraciones propias del Adviento son:
* La Corona de Adviento: De origen germánico. Ilumina con su luz la noche de la espera, hasta el amanecer del Sol de justicia (Malaquías 3,20 y Lucas 1,78).
* Las procesiones de Adviento: La clara estrella (Italia) y las posadas (España).
* Las témporas de invierno.
* Novenas y Tríduos a la Inmaculada y a la Virgen de la Esperanza. En Sevilla, entre otros, hay cultos a la Virgen de Gracia Y Esperanza (San Roque), Esperanza de la Trinidad, Esperanza de Triana y Esperanza Macarena.
* Novena de Navidad, del 17 al 23 de diciembre.
* Preparación de los nacimientos en las casas, cuyo origen se remonta a San Francisco de Asís, en Greccio (Italia), en 1223.
La piedad popular, a causa de su comprensión intuitiva del misterio cristiano, puede contribuir eficazmente a salvaguardar algunos de los valores del Adviento, amenazados por la costumbre de convertir la preparación a la Navidad en una “operación comercial”, llena de propuestas vacías, procedentes de una sociedad consumista que nos satura antes de la gran celebración del 25 de diciembre.
Por cierto: no es verdad que esta fecha del 25 tenga su origen en la celebración romana del solsticio de invierno, y que fuera “cristianizada” por los cristianos. Teniendo en cuenta que Jesucristo murió un viernes (calendario romano) el día de la Pascua (calendario judío, luna de Parasceve), se cifró la muerte de Jesús en un 25 de marzo. Según una tradición judía, todo profeta muere el día de su concepción. De ahí que la fiesta de la Encarnación sea un 25 de marzo y la de Navidad nueve meses después. ¡No nos dejemos robar el Adviento!
Alberto Amador Tobaja: aapic1956@gmail.com