Estarán de acuerdo conmigo en que viajar se ha convertido en un deporte practicado por casi todos y en una de las necesidades más importantes para muchas personas (según recientes encuestas, los jóvenes españoles la colocan entre las tres primeras). El caso de los masivos desplazamientos de los seguidores de un club de fútbol, viene a ser el típico ejemplo que no deja de sorprendernos.
A principios de septiembre tuve la oportunidad de viajar con mi esposa a Bilbao, en el otro extremo de la península, para disfrutar de un fin de semana en la ciudad del Nervión, en compañía de unos amigos de la juventud, José Mari y Mari Carmen, que, aunque oriundos de Valladolid y Zamora, respectivamente, llevan residiendo allí prácticamente toda su vida.
Es un lujo disponer de un anfitrión que te resalte los aspectos más destacados para un visitante que no conoce la ciudad, y así, nos llevaron en primer lugar desde el aeropuerto al mirador de Artxanda. Gracias a su composición, con la barandilla roja de Bilbao y la ciudad a sus pies, este espacio, un parque de más de cien años de antigüedad, está llamado a convertirse en el nuevo photocall de la urbe, un lugar de peregrinaje para todas aquellas personas que quieren llevarse una bonita panorámica y un espacio obligatorio para los Instagramers. Lo mejor, además de las epatantes vistas, es que cuenta con un funicular que facilita el acceso desde el centro de Bilbao en tres minutos.
Fueron varios los puntos que me gustaría compartir con los lectores por si les sirven de referencia para animarse a disfrutar de esta ciudad y que para mí han constituido una verdadera serendipia: En primer lugar, los transportes. Desde las conexiones aéreas, hasta la magnífica estación intermodal (autobuses, metros, taxis y alquiler de vehículos en un mismo edificio) sin nada que envidiarle a ninguna capital europea, pasando por las modernas líneas de metro, tres en funcionamiento y dos en construcción, que salen del casco urbano para continuar por Portugalete y Baracaldo, y detalles como que los pasos de cebra no tengan dos rayas pintadas para evitar resbalones con las motos.
En segundo lugar la limpieza: cómo una ciudad cuya imagen hace pocas décadas era la de humo de fábricas, suciedad en la ría y oscuridad en las fachadas, ahora tenga impolutos sus parques y jardines, haya ausencia de restos en el suelo y se beneficie de un baldeo diario del casco viejo con agua jabonosa que transmiten una imagen acendrada de sus calles y plazas.
Quedé muy sorprendido por la ausencia de ruidos en los lugares públicos (bares, transportes, …) y en la conducción de vehículos (ni una solo moto estruendosa, ni un claxon, …), daba gusto poder hablar sin levantar la voz ni siquiera en la zona del caso viejo (las siete calles) con jóvenes sentados en el suelo departiendo sobre sus cosas y sin estorbar a los viandantes.
Si hay algo que a una persona del sur le llama la atención es el verdor de la vegetación en toda la cornisa cantábrica, pero es que en Bilbao el fondo de las calles casi siempre es un monte con un bosque frondoso (más del 60% de la superficie de Vizcaya está cubierta de árboles), con pinos (radiatas y marítimos), eucaliptos, encinas, hayas, … ¡Qué alegría poder disfrutar de un rato de senderismo andando desde tu propia casa en la ciudad!
La cercanía de la playa de Las Arenas en el municipio vizcaíno de Getxo, muy próxima del Puente de Vizcaya, junto al Muelle de Churruca, nos permite, además de refrescarnos del calor en aguas templadas, poder practicar piragüismo, vela y windsurf, entre otros deportes náuticos: estemos atentos al próximo desplazamiento de turistas de sol y playa hacia el norte como sigan estos veranos de altísimas temperaturas en el sur.
No faltarán quienes al leer esto estén pensando en una ciudad habitada por personas que sólo hablan euskera, con una chapela, la sombra de ETA, el cupo vasco y partidos expertos en conseguir de Madrid todos sus objetivos. No da el artículo para este debate. Me limitaré a decir que me he encontrado con una ciudad acogedora, amable en el trato, cosmopolita (vi en el recreo de un colegio a niños de distintas procedencias, jugando y riendo, y en la peña del Athletic del casco viejo nos sirvió una colombiana y el camarero era mexicano) y, qué quieren que les diga, con algunos aspectos que ya quisiera yo para Sevilla.
Y es que para un sevillano, Sevilla es lo mejor del mundo, y puede que lo sea, como decía Antonio Gala, pero el chovinismo es un defecto que se cura viajando, y nada mejor para motivarnos a mejorar nuestra ciudad que el ver como otras, con una población menos indolente y unos dirigentes que han peleado por sus conciudadanos, lo han conseguido sin tener que esperar ad calendas graecas para conseguirlo.
Alberto Amador Tobaja: aapic1956@gmail.com
3 Comments
Excelente artículo !
He viajado en varias ocasiones a Bilbao por motivos profesionales y acabe pronto viajando por turismo , por todo lo que has contado y coincido contigo . Creo que Bilbao es una excepción , o esa fué mi impresión.
Diferente es el medio rural. Hace dos años estuve en una localidad de San Sebastián para asistir a un evento taurino y la realidad que viví fué deprimente . Ningún cartel o señal o advertencia en español, el euskera por idioma y el mínimo esfuerzo por atender a los de fuera. No volveré . A Bilbao sí,
Un cordial saludo
qué ganas me han entrado de visitar Bilbao. confirmas lo que me habían comentado.
Bonita semblanza.
Gracias por compartirlo.
Ganas de conocer Bilbao me has dejado. Con tu gran descripción parece que la he visitado.
Me la apunto como destino.
Gracias.