Uno de los muchos efectos negativos que provocan los malos gobernantes es el de inducirnos al error de extender sus responsabilidades a los políticos en general, al Estado y, lo que es peor, incluso a la nación y a sus instituciones, dañando la afectividad natural que suele profesar el ciudadano respecto a su patria.
De ahí el profundo daño que nos están produciendo las políticas del actual Gobierno con sus cobardes cesiones en graves materias ante las exigencias de sus socios comunistas y de los partidos declaradamente enemigos de España (los separatistas y los herederos de ETA) para obtener sus apoyos parlamentarios, al mismo tiempo que abandona a simples ciudadanos que reclaman su derecho constitucional a educar a sus hijos en español, o a las víctimas del terrorismo ante las permanentes humillaciones de los proetarras y el trato de favor con los asesinos.
Un Gobierno dilapidador que despliega todo su potente aparato fiscal contra los asalariados, los funcionarios, la clase media y todo aquel al que pueda embargarle el último céntimo, pero que hace gala de la más lacrimógena y demagógica propaganda para indultar a los políticos delincuentes de su partido.
Un Gobierno sumiso con los chantajistas e inflexible con los ciudadanos de a pie, que genera un Estado depredador y cobarde que no se merece la España que hoy engrandecen nuestros mejores deportistas.
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