Fin de las vacaciones de verano y punto final de la desconexión terapéutica con los embustes, sandeces y destrozos que habíamos dejado atrás en la esperanza de no volver a encontrarlos a la vuelta. Pero no.
La guerra de Ucrania sigue, la guerra va. Basta mirar un mapa para darse cuenta del disparate que supone querer aislar y estrangular a Rusia con el pretexto de la defensa de un territorio que nunca ha sido un Estado (en la Alta Edad Media Kiev era el centro político de lo que hoy llamamos Rusia; en la Baja Edad Media la región ucraniana vivió bajo el dominio mongol; luego formó parte del Estado lituano-polaco y en el siglo XVII se integró en el imperio zarista, y allí permaneció hasta su secesión de la fenecida URSS).
Imposible ahogar a Rusia. Rusia es más que un continente; Rusia, con sus aliados (China, Irán, Turquía, India, el sudeste asiático, Hungría…) representa la mitad del globo terráqueo; la que en la práctica está ahogándose con sus inútiles sanciones es la propia UE en beneficio de USA.
“¡Hurra, cosacos del desierto!/ Europa os brinda espléndido botín”, cantaba Espronceda en pleno Romanticismo. Mas no, no son los cosacos del desierto quienes amenazan hoy a Europa; es Europa la que se suicida al generar una crisis económica y social que no tiene precedentes.
A las medidas punitivas en razón de la Pandemia, la mediocre clase gubernativa europea añade ahora nuevas medidas punitivas que oculten sus fracasos echándole la culpa a una guerra que ella y la OTAN alimentan cada día.
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