Tablillas de Itálica. REGRESO DEL SANTO OFICIO

Dicen que se ha jubilado el periodista Iñaki Gabilondo. Durante años fue hombre de gran influencia pues repartía desde la radio certificados de izquierda y derecha. Fulanito es de izquierdas -aseguraba- y a fulanito le había tocado la lotería: el mejor cineasta, el más prestigioso artista, sabio profesor, honesto sin fisuras, filósofo de alto rango… Menganito es de derechas -decía en cambio- y menganito pasaba al basurero de la Historia.

Ha sido a modo de “consejero de príncipe”. Cierto día, después de una entrevista a Zapatero, entonces Presidente del Gobierno, el micrófono quedó abierto por inadvertencia y España entera pudo escuchar al famoso periodista susurrando a ZP: “Habrá que tensar (“tensionar” dijo) más a la sociedad para ganar las elecciones”. Así, fomentando la tensión, comenzó en nuestra democracia el discurso guerracivilista, la Ley de Media Memoria Histórica y el Santo Oficio Laico contra los llamados delitos de odio.

Pero en una sociedad que carece de dioses preceptores ¿quién define el odio? ¿Qué autoridad puede señalar con el dedo a los odiadores si Gabilondo ya se ha jubilado? A partir de ahora cada ciudadano puede hacerse su propia lista negra; yo empezaría, por ejemplo, con las “tricoteuses” rabiosas predicadoras del odio contra los hombres. La mitad de la sociedad contra la otra mitad: guerracivilismo.

Pedro Sánchez ha dicho que “la democracia está en peligro”. Tiene razón.




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