Dos personajes que para mí siempre han supuesto lo más antipático del puritanismo político-religioso son la figura histórica de Calvino y el ministro (1951-1962) de Franco Gabriel Arias-Salgado. Los discípulos del primero fueron grandes quemadores de brujas en los siglos XVI y XVII. El segundo, estuvo encargado de la censura de libros, periódicos y espectáculos; una censura que él veía como instrumento para salvar el alma de los españoles prohibiéndoles lecturas y películas heréticas o indecorosas. La libertad democrática y el giro de la Iglesia con el Concilio Vaticano Segundo nos libraron por fin de aquel horror beato. Por desgracia, hoy parece que vuelven los puritanos.
Leo en el periódico que un policía nacional ha sido juzgado y condenado a seis meses de suspensión de empleo y sueldo por participar en películas pornográficas. El policía alegó que no era incompatible con su trabajo, no cobraba por ello y era asunto de su vida privada. Sin embargo, la condena fue firme pues según el juez “la actitud del agente causaba daño a la imagen del cuerpo” (Diario de Sevilla, 18 enero de 2023). No me queda claro si ese “cuerpo” (con minúscula) es el cuerpo humano desnudo y actuante o el Cuerpo Nacional de Policía.
Y a eso ha llegado nuestra democracia. La conjunción del lenguaje políticamente correcto, el griterío de las tricoteuses contra todo lo masculino y la manía de la “transparencia” que puede acabar con el concepto mismo de vida privada nos retrotrae a los tiempos de Arias Salgado cuando para salvar nuestra alma se castigaba el cuerpo con la censura, las multas y hasta la cárcel.
Las cookies necesarias son absolutamente imprescindibles para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría sólo incluye cookies que garantizan las funcionalidades básicas y las características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.