En los últimos meses de la Guerra Civil española, cuando ya no podían quedar dudas sobre la derrota republicana, Manuel Azaña (“Paz, piedad, perdón”) y el socialista Julián Besteiro buscaban una rendición honorable al ejército de Franco. Los comunistas, por el contrario, querían prolongar la guerra con la loca esperanza de que el estallido de un gran conflicto europeo envolviese a España salvando a la República y a ellos mismos. La guerra de España terminó el 1 de abril de 1939. La Segunda Guerra Mundial comenzó el 1 de septiembre de 1939.
Una cosa similar puede estar sucediendo ahora en Ucrania. Con su constante petición de armas pesadas a Estados Unidos, capaces de alcanzar las ciudades rusas, el presidente ucraniano parece buscar un enfrentamiento directo entre la OTAN y el gigante ruso, lo cual significaría una tercera guerra mundial.
No va bien la guerra para Europa. Las sanciones económicas contra Putin no le están afectando como se esperaba y en cambio están arruinando, empezando por España, a la propia UE. Y lo que es peor, ya comienzan las primeras protestas y conatos de vetos de algunos gobiernos europeos.
Sería trágico que la Europa unida colapsara por su intervención en una guerra lejana de oscuros comienzos y motivos.
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