Me habla el profesor Macarro, antiguo senador en Cortes, de cierto periodista, progre pero ilustrado, que se alarma y lamenta porque sondeos recientes y solventes han sacado a la luz que la mayoría de los lectores españoles de libros de Historia son de derechas (los lectores, no los libros). Interesante; quizás tratan de buscar en tales obras lo que el pensamiento oficial obligatorio les oculta.
Es natural que sea así. Toda censura atrae siempre numerosos lectores hacia lo prohibido. La Ley de Memoria Histórica se estrangula a sí misma cuando ordena lo que debe y no debe decirse sobre el pasado.
He hablado muchas veces del triunfo cultural de la autoproclamada izquierda, dueña de la “corrección política” ya asumida por una mayoría de españoles. Pero no descarto que junto a la minoría disidente se esté creando de forma natural y silenciosa una corriente profunda harta del palabreo oficial y en busca de la verdad en los libros de Historia. Todo lo cual, por cierto, explica también la característica ignorancia histórica de una progresía alimentada tan solo con su propia propaganda.