Durante los años 60 y 70 del pasado siglo un género literario de gran consumo entre los intelectuales fue la novela de ciencia-ficción. Se escribieron obras maestras. Luego, pasó la moda y ese tipo de literatura cayó en un olvido absoluto. Sin embargo, cuarenta años después parece regresar a los escaparates de las librerías. El último Premio Goncourt se le ha concedido a una de esas novelas: “La anomalía” de Hervé Le Tellier.
En junio de 2021 se produce un hecho prodigioso e imposible de explicar y comprender. Querer explicarlo, dice uno de los personajes del libro, es como si una lombriz quisiera explicar la inteligencia del hombre. Los sabios de todo el mundo se reúnen para intentar comprender; y es aquí cuando, de paso, el autor de la novela pone de manifiesto por qué la ha escrito y qué quiere decir con ella.
La reunión científica comienza apartando de un papirotazo la explicación religiosa. Para Le Tellier el cristianismo, ya residual, es un cúmulo de disparates desechables: que si el arca de Noé, que si Sodoma y Gomorra, que si la ballena de Jonás, que si el maná del desierto… El novelista y sus científicos imaginarios revelan con esto al lector un desconocimiento absoluto de la historia de las religiones, y que siguen proponiendo el ateismo con los mismos argumentos de los comecuras del siglo XIX.
Pero el lector es más inteligente que el premiado novelista. La reunión científica concluye con el dictamen de que sólo una entidad enorme (nada de alienígenas) puede ser la autora del inexplicable acontecimiento. Y el lector se pregunta ¿por qué, si para la ciencia es plausible un ente capaz de alterar el cosmos y sus leyes, no es plausible en cambio Dios? Una novela muy entretenida y bien escrita pero tramposa.
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