Opinadores, columnistas, politólogos y hasta algunos historiadores que estudian y comentan los acontecimientos políticos cotidianos suelen cometer el error de interpretar tales acontecimientos como jugadas de una partida de ajedrez: todo pensado, racional, meditando cada movimiento y donde nada queda al azar ni a las emociones.
Y sí, la política es una partida de ajedrez pero en la que continuamente el tablero se vuelca, las piezas ruedan por el suelo, nadie recuerda como estaban colocadas y vuelven a colocarse al buen tun tun entre gritos y manotazos.
Días atrás hemos presenciado en el tablero político un movimiento asombroso: la abstención de Vox salvando con ello a Pedro Sánchez de una derrota parlamentaria vergonzosa. ¿Qué había ocurrido para que tuviera lugar este acontecimiento imposible? ¿Cómo entender las palabras del presidente calificando a Abascal de hombre de Estado cuando hasta ahora sólo se dirigía él para insultarlo y despreciarlo? En realidad, lo sucedido era bien simple: un tortazo en plena cara de Pablo Casado.
Abascal devolvía así al líder del PP el bofetón que éste le habría propinado por sorpresa durante la moción de censura contra el Gobierno cuando en lugar de atacar a Sánchez se volvió iracundo contra su amigo de Vox. Y eso ha sido todo, dos bofetones cruzados. Una simple anécdota por más que augure malos tiempos para la derecha española que parece haber olvidado quién es su enemigo principal. “Manca fineza” dirán los italianos ante la tosca y patética manera de hacer política en España.
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