Nos enfrentamos estos días a la quiebra del Estado de derecho. Sin ninguna duda, esta es la mayor crisis institucional que ha sufrido nuestra nación desde 1978. Un asalto a las bases de nuestro sistema de libertades, la separación de poderes y la constitución misma. Todo ello, perpetrado por un sátrapa con ansias infinitas de mantenerse en el poder al precio que sea. Los escrúpulos, la vergüenza o la honra, no serán un impedimento para que Sanchez triture la ley, modelando sus restos como arcilla fresca, para hacerse la estatuilla de presidente.
Todo esto es posible gracias al realismo mágico que despliegan su fábula y los medios de comunicación. Intentando trasladarnos a un mundo soñado por él y fabricado a la medida de su traición a los españoles. Pero no es solo Sánchez, un solo hombre no puede acometer este latrocinio. Necesita a todo el PSOE sin fisuras. Cada uno de los miembros del partido defiende en su plaza, grande o pequeña, la falsa necesidad de conciliación en Cataluña. Cada cargo orgánico o electo del PSOE, desde los ministros, hasta el último concejal del pueblo más recóndito de nuestro país, justifica la necesidad nacional de poner la gobernabilidad de España, en manos de un prófugo de la justicia. El que se mueve no sale en la foto, como decía Guerra y como comprobará Page. La fuerza de los socialistas emana de su unión, “prietas las filas, recias, marciales”, es el único camino para que, entre todos puedan asaltar la Constitución.
Cada socialista que calla, suscribe o justifica, es tan responsable de esta pérfida traición, como fiel a los dictados de su esotérico líder. Una responsabilidad que los impregna todos, uno por uno, mientras no renuncien al relato del perverso y condenen el golpe. Hombres abyectos los que justifican tan despreciable acometida al Estado de derecho, la igualdad y la libertad de todos los ciudadanos. Seres indignos de los pies a la cabeza, a los que habríamos de colocar la letra escarlata en el pecho, para que nuestros hijos los identifiquen y puedan evitarlos.
Sin embargo, nuestro alcalde considera al PSOE como un socio adecuado para pactar. Lo cual por sí mismo, ya dice mucho de éste. Parece ser, que aliarse con aquellos que justifican el golpe a nuestra Constitución tampoco es para tanto. Siempre que, a cambio, le permitan sacar su hoja de ruta adelante. Algo así como que, a Sánchez, Otegui le parezca un “hombre de paz”, siempre que le permita mantenerse en el poder. “Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”, parece querer decirnos el Sr. Sanz, cuando busca un pacto con los socialistas, este mismo mes de noviembre, en el que Sánchez anuncia perpetrar su abordaje. Sin parche, que ya no le hace falta esconder el ojo huero.
Haría bien el alcalde, en plantearse qué piensan sus votantes de sus pactos con este PSOE. Por mucho que nos venda la ficción, de que es necesario pactar por el bien de la ciudad ¿no hay otra opción menos despreciable? Supongo que pactar con VOX, que defiende la constitución y el cumplimiento de la ley, es mucho peor. Será porque los de Abascal están llevando a los tribunales los pactos anunciados. Eso debe ser, que entiende más adecuado asociarse con los delincuentes que con los denunciantes. No tiene otra explicación fuera del mundo onírico de la patraña de Sanchez, que parece comprar Sanz sin ningún reparo.
Sr. Alcalde, por sus actos le conocerán y por sus compañías más aún. Recapacite, tiene que sacar una ciudad adelante, pero no a cualquier precio. Sabemos que el PP no se distingue precisamente por la firmeza de sus principios, pero no todo vale, ni en política ni en la vida. Busque consensos entre gente honesta, que los hay y los tiene muy cerca. O pídale al Sr. Muñoz, que se manifieste en contra de la vil fechoría que está acometiendo su partido, antes de sentarse en una mesa a pactar. Es de hombres honorables reconocer errores, rectificar y tomar el camino de la decencia.