Sin principios inquebrantables

Las cartas boca arriba… Ahora tocan los envidos, las invitaciones a alguien con el deseo manifiesto de que no lo acepten y las apuestas.

El senador popular Rafael Hernando recordará la definición un tanto insolente y desprejuiciada que hace poco enunciaba, pensando en VOX, sobre la necesidad de no tener “principios inquebrantables”, porque tenerlos, decía, “te convierte en una opción inútil”.

En C’s, una formación líquida y gomosa que se adapta al paisaje de sus intereses de supervivencia como un camaleón o un pulpo, tomaron buena nota de estas palabras, o quizás fue que el propio Hernando dijo eso a base de roce o de contagio con sus medio socios de gobierno en muchos ayuntamientos y gobiernos regionales.

Si los principios inquebrantables no son un limes, o peor, no existen, la conclusión es fácil: todo es Cataluña y salga el sol por Guernica, que a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.

En Murcia, por quítame allá un teniente-alcalde que gobierna en coalición en la capital con el PP, han roto la baraja a nivel regional y el castillo de naipes estatal de la oposición se tambalea, para pasmo de Iván Redondo y Pedro Sánchez en Moncloa, donde habrán decidido descorchar otra botella de champagne de las pagadas por Ábalos con billetes de 500 euros en Canarias, para brindar por la prórroga en el uso del Falcon.

Ayer mismo, el ex presidente Aznar, refundador del PP, proclamaba que era una obviedad que para ganar la mayoría era necesario que “el centro-derecha” acudiera unido a unas elecciones. Eso dijo, pero lo que no resulta tan obvio es, primero, que C’s sea una formación de centro-derecha (aunque tal vez sí muchos o la mayoría de sus ya escasos votantes); y segundo, tampoco me queda claro si la unidad a la que se quiso referir Aznar es la del centro-derecha o, como él mismo hizo en su día, propiciar que el centro y la derecha viajen en un único autobús, un partido o una coalición.

En definitiva, si consideramos que a Aznar le salió bien la refundación, fue porque recogió bajo unas únicas siglas a todos los votantes de la extinta UCD (y CDS) más los de AP, pagando el precio de cambiar las siglas. O sea, una verdadera “refundación”, strictu senso, donde todos pagaron un peaje sin dejar lugar a la soberbia.

Por resumirlo mucho, pero no deja lugar a dudas, todos los empeños por clasificar a C’s como una opción de centro-derecha se darán de bruces, les guste o no a sus errados votantes y a sus coaligados de ocasión, con la realidad de que en Barcelona presentaron a un candidato a la Alcaldía que venía de ser primer ministro, nada menos, de un gobierno socialista como el de Francia. ¿Alguna duda? Obviar u olvidar tamaña demostración es no querer enterarse de qué va esto, aunque hay muchos más datos que acreditan lo mismo, además de que, de facto, lejos de estas reflexiones, los cuadros medios y candidatos de C’s son, en gran parte, personas sin ideología alguna y muchos arribistas que legítimamente han encontrado una manera de saltarse todas las escalinatas que contiene el edificio de cualquier partido para llegar arriba de una lista.

Repito que si el nacimiento de C’s tiene alguna explicación no es la de que hubiese algún espacio que no pudiese ocupar el PP (máxime con un PSOE en la deriva radical de sus socios comunistas), sino la necesidad de ponerle a la socialdemocracia europeísta en España una red o un salvavidas por si las circunstancias llevaban al desplome del socialismo nominal del PSOE, como así había ocurrido antes en todo nuestro entorno geopolítico, tanto en Grecia o en Italia como en Francia y en muchos otros países, donde han quedado disminuidos hasta la casi irrelevancia.

Es decir, lo de C’s era una tirita preventiva o un presagio, auspiciado por la élite socialdemócrata de Europa antes de que sus aspirantes cayeran como ahora vemos en los enredos municipales y en las cuitas localistas de sus candidatos improvisados.

Hoy, la socialdemocracia subsiste sin nombre, porque ha impregnado a casi todos los partidos, y vive camuflada en Europa entre una confusión de siglas que casi nadie sabe mencionar. ¿O acaso serían muchos los que podrían nombrar qué partidos son la equivalencia de los extintos PASOK, PSI y PSF en sus respectivos países?

Así que el corrimiento del PSOE en España hacia la extravagancia izquierdista y al borde del constitucionalismo abrió ese hueco que el PP quiere llenar con una vaga indefinición, sin “principios inquebrantables”, que quizá no tuvo del todo en cuenta que lo que podía ganar por ese lado lo perdía por el otro y que le nacería ese sabañón de Vox que ahora amenaza los sueños de una mayoría necesaria y suficiente, según la lógica aznarista.

Sea como fuere, los bandazos y medias tintas de Arrimadas en los últimos meses son la gasolina que alimenta ahora estos desmanes que pueden hacer tambalear los gobiernos en Andalucía y en Madrid y que han encendido todas las alarmas por si resultase conveniente adelantar elecciones antes de que C’s pueda acometer su último bandazo y asalte el poder de los populares con mociones de censura por sorpresa en media España.

Al senador Rafael Hernando le conducirá a la melancolía su enunciado sobre los “principios inquebrantables” el día que Ignacio Aguado o Juan Marín rompan los pactos de gobierno y anuncien mociones de censura en comandita con el PSOE y hasta con Podemos, cuando ni a Isabel Díaz Ayuso ni a Juanma Moreno Bonilla les quede opción de adelantar elecciones para intentar formar gobiernos con VOX; o sea, el centro-derecha que sugería Aznar.

He dicho




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