Sevilla y sus Losas (o sus locas, o sus cosas)

La madurez física me ha llegado en Sevilla. Estoy ya como Sophia Loren siciliana. Yo, caminante de pro, parece que echo raíces. Eso, dicen, es sinónimo de hacerme mayor; no de madurar el psico, ni de envejecer, sólo de hacerme mayor. Y no me apetece en absoluto.

Envidio a los hijos de mis amigos y a mis adolescentes, a los que les queda aún casi todo por vivir. Pero ya me da pereza volver a tener tanto que decidir… Y es que yo lo tengo todo decidido; todo lo que me gusta, dentro; lo que no, fuera. Como aquella muralla de los dos comunistas más de derecha de toda España: AnaBe y VictorMa.

La buena comida, los paseos al sol, la gente de cara, la claridad en los ojos, el Ribera del Duero, la ginebra con tónica y cáscara de limón. Mis amigos; mis (cada vez más elegidos) amigos.

No voy a decir “mi Sevilla”, porque suena a chicle y a manido, que no se puede ser más rancio para decir eso. Y sobre todo, porque no es mía. Y quien se crea que lo es, va de nalgas, o de culo, que ya con esta madurez mía no me corto un pelo (sólo el del flequillo).

Sigo leyendo en mi tiempo libre, más pero más elegido.

Estoy cansada del “otra vez lo mismo” en los artículos, del copiar y pegar en todo: en la literatura, en el cine, en la música, en la moda, EN LA VIDA.

Por eso me gusta este periódico también. Porque, por ahora, no hay copias; es real de composición. Cada uno de su pa y de su ma. Y así, cada cual escribe lo que quié y como quié.

Por eso me he hecho mayor. Porque si me gusta me quedo y si no, me voy; porque me importa un pi si tengo que explicarle a alguien el significado de estos párrafos, que igual tiene que volver a leerlos para entenderlos…o no: y me seguirá haciendo gracia, pero sin importarme. Porque sé lo que quiero y quiero bien. Porque soy una disfrutona, ya no tengo prejuicios (tampoco es que haya tenido nunca muchos, la verdad), y porque ¡señores!, mayores o no, sólo tenemos una vida. Y ya hay en ella demasiados amargados y “porcus”, para que yo o ustedes, también lo seamos. Hagámonos mayores, pero lo justo para perder un poco la cordura también. Y vivamos. Que después desearemos volver a tener esos 15 de los que les hablaba antes y ya estará el forraje duro para pita.




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