Ojalá que el afán pirómano del marqués del FRAP se limitara a las tarjetas de móviles de su militancia, pero todos sabemos que no es así y que, si le dejasen, en este país arderían hasta las catedrales.
Con semejante compañía en el gobierno se presenta el ególatra Sánchez a negociar los préstamos (¡vade retro!) de Bruselas y, como dice Juan Ramón Rallo, “queríamos ser Suecia hasta que han venido los suecos y nos han explicado cómo ser Suecia”.
A partir de ese momento, Sánchez finge, se tira al suelo, hace gestos de dolor insoportable y, lo más horrísono, se envuelve en la bandera del patrioterismo y se pone a hablar de respeto a la soberanía española y a calificar de anti español a todo el que pretenda ponerle condiciones o se muestre comprensivo con las limitaciones que exigen los prestamistas.
El bochorno que nos causan con todo este teatro retorcido es expansivo. Un ditirambo el otro día en el Pravda hispano clamaba moderación a Pablo Casado: no a Sánchez, no a Iglesias y ni siquiera a Bildu, sino, lo repito, a… ¡Casado! Y tan feliz, oye.
Nuestra deuda pública ha superado ya el 101% del PIB, pero el organismo que presidía el ahora ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, la AIReF, sospecha que a final de año alcanzaremos el 123%, lo cual hace por completo insostenible nuestra economía. Y cuantos más préstamos, peor.
Las socialdemocracias homologadas de Suecia y Dinamarca se niegan a ese festival de gasto sin control ni reformas del tal Sánchez, lo mismo que Holanda y Austria desde el rincón liberal-conservador. Entre las dos esquinas nos van a dar guantazos como panes de Alcalá.
Si queremos la pasta, Sánchez no puede refugiarse en echar la culpa a la oposición, como proponía el del ditirambo, sino asumir el collarín y confinar el gasto, igual que él ha hecho con nosotros hasta hace cuatro días.
La otra papeleta es subir impuestos a los ciudadanos y penalizar el consumo a través del IVA para que seamos los de siempre los que sostengamos el presupuesto y la maquinaria, pero contener la presión fiscal sobre las empresas. O nos ahogaremos todos. El problema es que si hacen eso no pueden vender entonces que los empresarios son los malos y los que nos arruinan y nos explotan.
O el gobierno concede la ventaja necesaria a los activadores del empleo, que son las empresas, o nos vamos a pique envueltos en toda la demagogia habitual de un socialcomunismo que sigue sin tener un ejemplo que ofrecer a lo largo de la Historia que sirva de referencia para lo que pretende.
Y si dejan hablar al marqués de Bousselham, la cosa es aún peor, porque nos salpica con ejemplos fatales, como los de Cuba o Venezuela, donde más del 96% de la población vive en los umbrales de la pobreza… y bajando.
Sí, la presión fiscal en países como Suecia o Dinamarca es mayor que en España, pero sobre los ciudadanos. A cambio ofrecen los mayores índices de libertad de empresa del planeta y una carga fiscal por impuesto de sociedades muy por debajo de las pretensiones de este gabinete de Espinete y sus muchachos. Y recaudan más y con salarios más altos.
Uno ya no alcanza a comprender cómo es posible ni apenas la ocurrencia de proponer que te regalen el dinero o que si te lo prestan no te exijan las reformas necesarias para que no te vuelva a suceder y dentro de diez años regreses a la ventanilla a repetir la jugada sólo que con otros cien mil millones más de deuda acumulada.
La pretensión de que sean los contribuyentes holandeses o suecos los que paguen las facturas del gasto despepitado de un gobierno inconsecuente y manirroto parece un chiste o un engañabobos. Y puede que muchos votantes socialistas lo sean (bobos…, o sectarios, o ambas cosas, pero contumaces en todo caso), pero no ocurre lo mismo en todas partes y allí saben muy bien que quien la hace la paga.
El socialcomunismo es tan moderno y tan europeísta (recuérdese que los de VOX eran unos super fachas porque cuestionaban cierta clase de europeísmo que renunciara a la soberanía propia) que en cuanto nos señalan el freno han amenazado con seguir el ejemplo de Reino Unido y el Brexit.
Ocurre, claro está, que los británicos reclamaron la salida porque consideraban que contribuían demasiado a las arcas comunes de la UE, mientras que nuestros fantásticos zurdos plantean la patochada porque no recibimos todo lo que a Sánchez y a Iglesias les gustaría.
En fin, que una vez más el Narciso en su jardín piensa que todo el mundo es imbécil menos él y pregona cualquier paparruchada y luego deja a su ministra de la gorra para que corrija a los periodistas porque aquello no lo dijo el presidente del Gobierno, sino Pedro Sánchez, que entonces no era todavía presidente del Gobierno. Y todo en ese plan.
De todos modos, recuérdese que la misma amenaza macarra de salirse del euro la emplearon Tsipras y Varoufakis cuando lo de Grecia, y la Merkel y la Comisión les indicaron el camino de salida. Plegaron velas en 48 horas y se comieron el rescate con pepino y kéfir. Y que aproveche. El zurdo nunca aprende. Los ególatras, aún menos.
He dicho.
Las cookies necesarias son absolutamente imprescindibles para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría sólo incluye cookies que garantizan las funcionalidades básicas y las características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.