Diríase que el presidente es un tarambana (“persona alocada, de poco juicio”), pero es algo bastante peor que eso: un soberbio incomprensible, un maleducado de pelotas (de basket), un ególatra infumable y, en sentido literal, un sedicente insoportable, o sea, alquien “que se atribuye a sí mismo un nombre, un título o un tratamiento del que carece en realidad”; además de un sedicioso: “alguien que induce al alzamiento contra la autoridad”.
Ni al más ínfimo gobernador de una provincia del Congo se le escaparía cuál es el protocolo reservado ante la presencia de dos jefes de Estado, pero va Sánchez y pretende situarse a empellones en mitad de la foto junto al presidente de Portugal.
Hasta que Felipe VI le espeta con cortesía un silencioso “Pero, ¿por qué no te callas?” de la escuela juancarlista aunque pasado por el pasapuré amable de Doña Sofía, y le invita a comportarse con la educación necesaria y le deja como lo que es, un chavezito sin bemba, un inmaduro sin chándal, un chanquete minúsculo, una gamba de leche, un quidam, un don Nadie, un idiota de libro, un tipo no homologable en ningún lugar civilizado…; es decir, un hortera de bolera y spa.
Que le pregunten a Jean-Claude Juncker, que tuvo que cogerlo por el hombro y arrastrarlo fuera de un photocall para ponerlo en su sitio, pero con eso nos toca lidiar a los españoles de puertas para adentro, y también hacia fuera, antes de que podamos agarrarlos del pico de la chaqueta y devolver a los corrales a esta banda de pillos embusteros, ineptos, negligentes, tunantes y charranes sin domesticar.
Suenan los himnos de Portugal y España y los dos mandatarios lusos, junto al Rey Felipe VI, forman un respetuoso trío en posición de firmes que dignifica y enaltece lo institucional y lo simbólico, lo que permanece más allá de la ocupación del cargo por un hijo de su tiempo y de sus padres…, mientras Sánchez, en posición de descanso y despatarrado, se coloca las manos sobre la bragueta como si se dispusiera a miccionar contra el muro del castillo fronterizo o en el mingitorio de una venta de carretera. O sea, un impresentable al que nadie le partió la boca, ni siquiera de un codazo cuando jugaba al baloncesto.
Para Sánchez, la posición de firmes y a formar está reservada sólo para los periodistillas de su cuadra, esos aduladores rupestres que se engolfan en la tarea de arrojar paladas de sedimento para tapar la incompetencia de un gobierno y que los 50.000 muertos no se le levanten de sus tumbas.
Ferreras está muy cerca de obtener el título de jefe de los enterradores en los mass media como otros obtienen el de patrón de yate, a base de poner la cara y de untar de grasa las preguntas, que no son preguntas, sino pantallas y bloqueos para que el fulano las enchufe en paz desde la línea de 6,25 de las 625 líneas…, que con la TDT y la Alta Definición son ya muchas más del doble.
Con Ferreras y sus análogos, Sánchez no precisa molestarse ni en pillar rebotes, sino en poner la pose guapa y lanzar a canasta, aunque luego sus lanzamientos pegan casi siempre en el borde del tablero y se van a tomar por saco. Como en el título de la divertida película de Wesley Snipes y Woody Harrelson (“Los blancos no la saben meter”), Sánchez no enchufa ni una, no las cuela; o sea, no la sabe meter.
Así, Marisú asevera en el Congreso que no le subirá los impuestos a la clase media ni a los trabajadores y Sánchez lo desmiente y no roza el aro cuando lanza a canasta y señala que necesita recaudar más pasta como sea, de quien haga falta y como haga falta, para pagar a la miríada de asesores sociatas y podemitas y el queroseno que consumen el Falcon y el Superpuma con tanto viaje secreto al refugio nuclear del Palacio de las Marismillas. Una auténtica ‘pedrada’ que no roza ni el tablero.
Hay comunicadores que reclaman rigor en los análisis que se realizan sobre la gestión del gobierno durante la pandemia y califican de frivolidad y demagogia cualquier crítica severa, pero esos análisis son más bien de orina, nada que ver con lo que se merece tanta inoperancia y tanto dolo.
España, con casi la mitad de habitantes que Alemania, acumula el doble de parados y de momento hace falta sumar los desempleados de 19 países de la UE para igualar el record logrado por el equipo de Sánchez en cuanto a desempleo. Y aún seguirán creciendo mucho más las listas de los desahuciados, ya lo advierto.
De la cifra de muertes mejor ni hablamos, porque hay periódicos que titulan que la India se derrumba por el impacto del covid19 cuando allí no tienen ni 20.000 muertos entre 1.300 millones de habitantes y en España contabilizamos 48.000 a ojo de buen cubero (no nos queda otra) con una población total 27 veces más pequeña. Para que el subcontinente indio nos alcance en la comparativa, tendrían que superar allí la cifra de 1,2 millones de muertos. Y a nadie se le cae la cara de vergüenza.
En el entretanto, el tal Simón, completamente venido arriba, posa en la portada de una revista con un disfraz extemporáneo de motero y una media sonrisa, entre Marlon Brando y Marty Feldman, de “El jovencito Frankenstein”, para repetir alguna de sus inanes declaraciones, que pretenden ser tibias y resultan sólo insustanciales, insultantes o inauditas. Y a éste le quiere dedicar el alcalde de Hinojos (Huelva), del PSOE, una plaza con su nombre, aunque mejor podría rotular el tanatorio del pueblo o el columbario, por su insigne participación en el incremento de uso.
El próximo virus insólito y mortal que aparezca en China debiera poder llevar el nombre de este individuo de rebequita de abuela y rizos de oveja astracanada. Se lo merece.
PS: Y C’s…, colgando quitasueños para la pesadilla.
He dicho.
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