Sánchez a bordo del Enola gay

El gran logro del sanchicomunismo es haber reducido los plazos en la consecución de los catastróficos niveles de empleo tanto de Zapatero como de Felipe González.

Felipe necesitó casi cuatro legislaturas completas para entregar un país con unas cifras de paro nada desdeñables, pero lo superó su par con creces, Rodríguez Zetaparo, que en poco más de legislatura y media, y viniendo de la mejor situación en muchas décadas, dejó la tabla en límites africanos y con una economía arrasada, endeudada hasta las orejas y con el rastro imborrable de un dispendio inútil del que no nos recobraremos nunca.

Ahora llega Sánchez, de la mano de los secuaces del narco bolivariano, y en ocho meses sitúa el listón tan alto que competimos con Perú en la cifra de muertos y contagios y en el desplome de su economía. Tengo que mirar las cifras de Nigeria y Mozambique, por ver cuándo los alcanzamos.

No salimos de un disgusto cuando nos meten en el siguiente. A un ministro le sucede otro ministro (o ministra) en la pantalla y cada cual pone su huevo de pato donde mejor le venga, aunque contradiga al anterior y sucesivamente. Así no es posible dar un paso ni avanzar sin pisar un disparate, una ocurrencia, una sandez o un soliloquio.

Se asombra Iglesias porque Ana Botín paga el mismo IVA que cualquier otro ciudadano cuando se toma un café o se compra un helado. Y le parece injusto, porque sugiere que habría que asociar ese impuesto al nivel de cada renta y volver, quién sabe, a la economía del trueque o del regateo moruno, que ya nos dirá el Estado lo que vale cada cosa…, por ser usted oiga.

Lo siguiente será el arroz subvencionado si tienes el carnet de su partido y la libra de pollo en cartilla de racionamiento (en Cuba la denominan de abastecimiento), con el jabón como artículo de lujo porque la peste es revolucionaria y ducharse es un signo insufrible de aburguesamiento. Como se enteren en Bruselas de los silogismos del marqués del moño y los pendientes nos terminarán expulsando de la UE o nos pondrán en cuarentena.

El tipo, como puede verse en Tuiter, se dedica a ver series de TV sin desmayo durante el caos y casi cada día emite un rebuzno anunciando que ya ha terminado de clavarse entre sus pestañas varias temporadas de un serial de Filmin o de HBO, como si en lugar de vicepresidente segundo con tres hijos, fuese un jubilado con nada por hacer salvo aburrirse y contarnos su minúscula impresión de televidente en paro.

Su señora no dice que él ayude en casa, sino que asume su parte de responsabilidad en las tareas domésticas, lo que viene a ser que coge el mando a distancia y no lo suelta ni para calentar un biberón en la madrugada. A ella, en cambio, le sobra tiempo hasta para posar en el Diez Minutos con disfraz de adocenada clase media cuando sale de terrazas, aunque no tanto como para introducir en el portal de transparencia cuántas asesoras tiene enchufadas en el ‘Ninisterio’ y cuánto cobran mientras le hacen las uñas en la planta baja, a la vez que el puterío se le pone en jarras por pretender que cierren los prostíbulos del mundo. Escucha, mona, ¿tú de qué vas?, si nos dedicamos al trompetazo pero hasta hoy con menos suerte…

El ególatra hace como que no se entera y sigue a lo suyo, que consiste en reunir a los malos/malísimos del Ibex 35 (aquellos que eran los parientes más cercanos al demonio, según recitaba Iglesias en sus mantras hasta hace diez minutos) y nos promete un período de gobierno largo y estable, pero no puede prometer que sea fructífero porque eso, según dice, no depende de él, sino del resto.

Ante semejante tesitura, uno preferiría que la promesa fuese la contraria: un gobierno corto e inestable, pero fértil y beneficioso; es decir, un imposible, porque a Sánchez lo que le preocupa no es lo que beneficie a nadie su estancia en el poder y en La Mareta, sino que se le prolongue la vida entera en el cargo y sin que nadie le rechiste. Lo demás le importa poco o nada, aunque se hunda el continente. ¡Marismillas forever!

Reclama unidad de todos porque califica los próximos presupuestos de únicos e históricos, pero no hay día que no diga una cosa similar y en unas horas mande a uno de sus chambelanes a escupir en el ojo del PP, esta vez al gañán de Castilla-La Mancha, García Page, que dice que las desastrosas cifras de contagios en su comunidad son por culpa de “la bomba radioactiva vírica que se plantó en Madrid”, sin decir que desde el inicio de la pandemia y desde antes del 8-M el mando único estaba en manos de su jefe. O sea, el Enola Gay, el B-29 que lanzó la Little Boy sobre Hiroshima, se llama ahora Pedro Sánchez y los campos de Valdepeñas hasta Ciudad Real es Nagasaki.

La onda expansiva del virus chino lanzada por sus jefes con extrema inoperancia e irresponsabilidad, se ha llevado por delante en cinco meses dos millones de empleos y cientos de miles de empresas y autónomos se han petrificado. No menos de la cuarta parte de las empresas españolas se encuentran en quiebra técnica, contaminadas por el hongo radioactivo del zambombazo sanchicomunista. A Sánchez, sin embargo, nada de esto le preocupa, sino despejar las dudas sobre cómo pagar la inmensa red clientelar que le sostiene el Falcon.

He dicho.




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