Unas elecciones municipales (sí, sí, municipales) le sirvieron a los partidos de izquierda para proclamar la II República. Y eso que las perdieron en el total de concejales obtenidos en toda España frente a las candidaturas monárquicas, aunque ganaron en varias grandes ciudades.
Fue como lo de esos boxeadores que terminan la pelea con la cara destrozada y asfixiados por la tunda recibida pero se ponen a celebrarlo nada más sonar la campana del final por ver si logran contaminar o sustituir el veredicto de los jueces por el griterío del público. Una estafa, una asonada. Su mejor golpe aquella noche fue… un golpe de Estado.
No sé si las elecciones del 4-M en Madrid les recuerda a eso, pero a mí me resulta un calco exacto de aquella jugada, sólo que el Rey de entonces, Alfonso XIII, ante el temor de que aumentaran las algaradas, prefirió largarse y abdicar para que nadie le considerara nunca responsable de uno solo de los heridos ni de los muertos que flotaban ya en el aire.
Aquella misma noche empezaron los atentados a las iglesias y conventos y se inició el contador de las violaciones, los saqueos y los asesinatos.
Ese y no otro es el mapa que tiene en la cabeza el infame Iglesias (triste paradoja su apellido) y sus conexos de la izquierda y cuyos sucesos deberían tener en cuenta todos los votantes madrileños. Las iglesias contra los monasterios: o sea, un cisma.
Tezanos ya se puso el traje de engañar y es muy posible que vuelva a lucirlo antes del 4-M para sembrar la duda por adelantado, porque lo que necesitan Gabilondo y Errejón no es un milagro, sino apenas un resultado corto o ajustado para iniciar la asonada de los somatenes y de los milicianos encendidos que el otro día desfilaron por la Gran Vía a las órdenes de las gargantas eléctricas de los megáfonos. Del resto se encargará Juan Manuel Serrano, el presidente de Correos, que podrá sembrar de dudas las urnas con las sacas (en la acepción de “femenino de sacos”) que transporte.
Europa mira a Sánchez con la misma suspicacia que miran a Maduro y la única medida que tienen en cartera es la de interrumpirnos el flujo del dinero, aunque tal vez desconocen o no se enteran de que en la antigua Yugoslavia, que no pertenecía a la UE, la pasta nunca es el verdadero problema cuando existe voluntad de arrancarse las higadillas con los dientes.
Luego, sí. Cuando comienza la hecatombe, entonces el dinero y los suministros cobran su importancia, porque hay que comprar armas o sostener la red clientelar de las colas del hambre y recompensar los sacrificios, la moral y la mentira. Todo bajo la apariencia de una legalidad reventada en sus costuras.
Todo consiste en sembrar el odio y hacerle creer a mucha gente que la violencia está justificada porque se encuentran en peligro. Ocurrió en Ruanda, donde en los primeros meses del cataclismo, una vez encendida la mecha con un atentado de falsa bandera que acabó con la vida del presidente hutu, los salvajes a los que patrocinaba en vida se aplicaron a una campaña de bulos que atribuía a los tutsi las barbaridades que estaban perpetrando.
Bajo el engaño, la masa huyó despavorida hacia el infierno, como si aquí dijeran que en los desmanes de Vallecas las piedras las lanzaban Abascal, Ortega Smith y Monasterio… Y eso, exactamente eso, es lo que dijo el otro día en la tribuna del Congreso, el secretario general del Partido Comunista y secretario de Estado en el gobierno de Sánchez, Enrique Santiago, un portavoz de los narcoterroristas de las FARC, y luego repitieron desde Errejón y el marqués de Galapagar a los propios tertulianos y presentadores de la Radio Televisión Española de las Mil Colinas con sede en Prado del Rey y en los territorios de Ana Pastor, Ferreras o la Griso.
En estos días hemos visto a presentadores de las Mil Colinas comportarse como verdaderos hutus de la causa que ninguneaban los argumentos de sus entrevistados como si fuesen enemigos de la democracia. Pero sólo a los de un lado.
Una medida aproximada de lo que está ocurriendo puede contemplarse en los programas de la emisora pública andaluza de radio y de TV, cuyos tertulianos y colaboradores contemplan lo que ocurre con la parsimonia y el desdén de quienes pasean por el parque y asumen que Vox es un partido de ultraderecha que incita a la violencia con el mismo desparpajo y sin respuesta que ocurre cuando la chica del tiempo anuncia que mañana lucirá el sol o lloverá.
Menos mal que fui represaliado y expulsado hace tres meses de esas tertulias por el capricho gratuito de sus directivos y con la indisimulada satisfacción de los sectarios, entregados al runrún complaciente de la concordancia y de que todo va como la seda, porque hoy un relato argumentado de advertencia como este, sobre los riesgos que está corriendo la política española, les habría resultado intolerable. Mejor no hacer ruido, piensan, e infundir optimismo en los oyentes para que no se enteren de lo que está ocurriendo y sigan ocupados en lo de vacunarse, cuando lo que considero que necesitamos con mayor urgencia es una vacuna contra el sectarismo ciego.
Guardo cierta curiosidad por ver qué medidas correctoras adoptará la dirección el día que una insigne tertuliana al uso adopte lo del “hijos, hijas e hijes”. Está muy cerca de que ocurra. Lo mismo nos dicen que eso es… libertad de expresión. Por no molestar.
He dicho.
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