Lee Morgan, ¿quién fue Lee Morgan?
He de confesar que yo mismo, que me considero un buen aficionado al jazz, no me interesé por saber quién había sido Lee Morgan hasta ver la fabulosa teleserie que protagoniza ese detective del Cuerpo de Policía de Los Angeles, hijo putativo del Sam Spade o el Phillip Marlowe de Dashiell Hammett y Raymond Chandler, y del Humphrey Bogart dirigido por Huston o Hawks, llamado Bosch (el protagonista y la serie), uno de los mejores personajes y una de las mejores series de los últimos años.
Pues bien, Bosch, Titus Welliver el actor, no escucha otra cosa que jazz en su fantástica casa con vistas a la macrourbe angelina, una envidiable choza obtenida, según ideó su creador, Michael Connelly, gracias a los derechos sobre una película rodada basándose en uno de sus casos….
En las noches solitarias de reflexión sobre algún caso no resuelto, con un whisky o una cerveza entre las manos, suenan, uno tras otro, clásicos del bebop y del jazz en general en el tocadiscos (siempre vinilos, por favor, Bosch no quiere saber nada de Spotify ni similares, hasta ahí podíamos llegar…).
A Bosch le debo pues, además de alegrarme muchas noches con sus indisciplinadas correrías, el verme impelido a conocer más sobre algunos interpretes del jazz de los que sabía poco o (imposible abarcarlo todo) directamente me resultaban desconocidos.
Era el caso de Lee Morgan.
Morgan pudo ser un digno sucesor de Charlie Parker, alias Bird por su gusto por comer pollo, aunque en realidad su influencia principal vino de otro grande, Clifford Brown, del que llegó a recibir clases de trompeta.
Nacido en una familia no desestructurada y con firmes convicciones religiosas, en unas condiciones y circunstancias que no presagiaban el dramático futuro que le esperaba, Lee siempre contó con el apoyo de esta en su afición musical, hasta el punto que parece ser que fue su hermana mayor la que le regaló su primera trompeta, si bien comenzó tocando el piano y el saxo alto, no decantándose por el instrumento por el que es conocido hasta, increible precocidad, los trece años. A los quince ya era profesional y a los diecisiete ya tocaba en la Big Band del mítico Dizzy Gillespie. En su breve carrera tocó con muchos y variados acompañantes y en muchos estilos. “No me gustan las etiquetas; si puedes tocar, puedes tocar con todo el mundo”, dijo en una ocasión, y también “Soy de los que prefieren el swing, pero he experimentado con músicos y formas libres”.
Su precocidad y brillantez técnica le llevaron a participar, con tan solo diecinueve años, en la grabación del clásico vínilo “Blue Train” del no menos legendario saxofonista John Coltrane, y, apenas cumplida la veintena, entró en la banda del gran baterista Art Blakey, los fabulosos Jazz Messengers donde, además de actuar como solista, compuso muchos temas.
Más este paso por los Messengers, que podría haber significado su despegue definitivo al estrellato y, de hecho, lo puso en el mapa de los trompetistas de jazz a seguir con atención, también supuso el comienzo de su final. Fue en esta época, y parece ser que introducido por el propio lider de la banda, Art Blakey, cuando comenzó a consumir heroina habitualmente. Blakey tenía la suerte de que, consumidor habitual de heriona como era, esta no afectara su trabajo. Lee, al igual que tantos otros, no la tuvo. Se descontroló de tal forma que hubo de abandonar la banda.
A partir de ahí comienza su temprano declive y se va fraguando su triste y dramático final. Tan solo contaba veintitres años y ya era un desecho humano.
Lee intentó desintoxicarse volviendo a la tierra de sus raices, Filadelfia, e internándose en un centro para ello, el mismo donde había estado otro machacado angel caído a causa del caballo, Chet Baker, el James Dean del jazz. El centro se llamaba eufemísticamente “la granja de los narcóticos” (the narcotic farm)…
En el año mil novecientos sesenta y tres parece recuperado de su adicción y regresa a Nueva York para grabar discos como solista con el sello Blue Note. Tan solo un año después le llega su primer gran exito como músico solista, The Sidewinder. que llega a alcanzar puestos altos en listas de ventas.
Pero solo tres años después de este gran exito, caído de nuevo entre las malditas garras de la droga, había quemado todas las ganancias conseguidas y volvía a ser un paria, apenas un homeless cuyo día a día describía así Jeff McMillan en su biografía sobre Lee, a la que puso por nombre “Delightfulee”, “encantador” en castellano (como el título de uno de los discos del trompetista) :
“Dormir en la acera frente al Birdland sin zapatos , dormir en las mesas de billar en bares, usar un traje sucio sobre su pijama, robar un televisor del lobby de un hotel para obtener algo de dinero…”
Aún tuvo Lee una última oportunidad de salir del profundo pozo en que estaba sumido, pero la misma persona que pudo representar su salvación fue, irónicamente, la que se la quitó.
Una gélida noche del año sesenta y siete, Helen More, una desconocida hasta entonces para Lee, hizo una reunión de puertas abiertas en su casa, en Hell’s Kitchen, un barrio pobre de Manhattan, donde habría jazz y comida. Enterado del chollo, allí se presentó Lee Morgan, sin abrigo y sin trompeta.
Comenzaron una relación de convivencia, Helen, trece años mayor que Lee, lo salvó de dormir en la calle y le ayudó en su recuperación, consiguiendo que ingresara en un “programa de desintoxicación” con un tratamiento con metadona. Además se convirtió preacticamente en su manager regresándolo a la actividad musical y haciendo que volviera a ganar dinero.
“Se aferró a mí”, dijo Helen, que tomó el control total de su vida. Le dio de comer, lo cuidó, lo vistió, lo hizo ingresar en el programa de metadona, lo llevó al dentista para que le arreglaran los dientes que tenía flojos y que dificultaban su embocadura… More lo describió como “andrajoso y lamentable, pero por alguna razón mi corazón estaba con él”. Lo primero que hizo Helen fue recuperar la trompeta de Lee, y así fue como Lee Morgan comenzó a tocar y a componer de nuevo. Quedaba sellada así, desde el principio, una relación de afecto y dependencia mutua.
Nunca se casaron pero se presentaban como marido y mujer; incluso Helen adoptó el apellido Morgan. Ella le controlaba, le cuidaba, velaba porque no malgastara sus ganancias, reservaba las fechas de sus conciertos y sesiones de grabación y, en fin, le hacía comportarse como un profesional puntual y responsable.
El periodista Stuart Nicholson, de la revista Jazzwise, señaló en su día que el saxofonista Bennie Maupin definía a Helen More, como la confidente, amiga y amante de Lee, y fue su tabla de salvación en su peor momento de decadencia: “Tenía una fuerza realmente tranquila y él confiaba en ella”. Siempre impulsado por Helen, Lee montó un circuito con tres clubes, Left Bank Jazz Society, en Baltimore, Slug’s Saloon, en el East Village, en Manhattan, y el Club Baron, en Harlem, donde tocaba habitualmente.
En el verano de 1970, de nuevo recuperado y como músico afamado, Lee graba en unión de un potente grupo de instrumentistas, entre los cuales estaba Jack DeJohnette en uno de los temas, el disco “Live at the Lighthouse”, grabado en ese famoso club de jazz de Hermosa Beach (California). Todo iba por el camino correcto por fin, pero… Helen comienza a desconfiar de Lee. Sus horarios y conductas habían cambiado. Muchas noches no regresaba a dormir a casa. A pesar de las inventadas excusas su intuición femenina le decía que algo estaba pasando, y es que, efectivamente, Lee estaba viéndose con otra mujer, Judith Johnson. No solo eso, había vuelto a la droga y consumía cocaina.
Todo acabo una noche de febrero. La noche final de Lee, este había llevado a su nueva amante a su presentación en Slug’s. Entre tema y tema apareció Helen que se encaró con él pidiéndole explicaciones agriamente. Lee, lejos de excusarse, la agredió verbalmente, insultándola con las palabras “ya no estoy con esta perra” (“I’m Not With This Bitch Anymore”) y la sacó a empujones del local. Helen vio caer de su bolso el revolver que el propio Lee le había regalado, un 32 corto plateado, lo recogió del suelo y regresó al interior del club disparándole y acertándole en el pecho.
Todavía unos segundos antes de exhalar el último suspiro, consciente Lee del camino tortuoso que le había llevado hasta este final, susurro al oído de Helen, que instantes antes había gritado: “Oh, ¿qué te he hecho?”, esta frase: “Yo sé que realmente no querías hacer esto. Yo también lo siento”.
Lee murió desangrado. La ambulancia se retrasó debido a la nieve en las calles. Era la noche del sabado diecinueve de febrero de 1972. Tenía treinta y tres años.
Cerca de mil personas fueron a su entierro en Filadelfia. Helen se declaró culpable de homicidio en segundo grado y pasó dos años en la cárcel. Poco antes de morir de un ataque al corazón, en febrero de 1996, concedió su única entrevista al escritor de jazz Larry Reni Thomas, el cual escribió el libro “La mujer que mató a Lee Morgan”. Con base en aquella entrevista se realizó el documental “Yo le llamaba Morgan”.
Lee Morgan, como tantos otros instrumentistas y vocalistas de jazz, murió antes de tiempo. Todos ellos eligieron vivir rapido y morir jovenes, aunque no dejaran un bonito cadaver, en lugar de tener una larga carrera de exito. La fascinación por lo oscuro, por el desorden vital y el exceso que, combinada con la técnica musical depurada, la brillantez y la inspiración, han sido el denominador comun de tantos genios. Fats Navarro, Charlie Parker, John Coltrane, Billie Holliday, Nat King Cole, Chet Baker, el mismo mentor de Lee en su aprendizaje de la trompeta, Clifford Brown…..Genios de carrera breve, vida azarosa y, en muchos casos, dramática, que han pasado a engrosar la extensa mitología del jazz. Y que dejaron una huella de vidas vividas con dolor, un rastro de sufrimiento, pero también de belleza, de algo trágico….PERO HERMOSO.
* NOTA: BUT BEAUTIFUL (PERO HERMOSO) es el nombre de uno de los más clásicos y versionados standards del jazz. Compuesto por Jimmy Van Heusen, “But Beautiful” se estrenó en la película Camino de Río, protagonizada por Bing Crosby y Bob Hope, por entonces pareja habitual en una serie de comedias. Y, aunque esto no hacía vaticinar su futuro como tema clásico del jazz, a comienzos de 1948, Frank Sinatra y Crosby lograron un éxito relativo con sendas versiones de la canción de su amigo Jimmy. A partir de ahí But Beautiful ha sido versionada por una pleyade innumerable de músicos y vocalistas, desde Mel Tormé a Stan Getz y Lionel Hampton, desde Nat King Cole a Billie Holiday pasando por Lena Horne, Betty Carter o Johnny Hartman. El grandioso pianista Bill Evans la tocó tanto con su trío como en colaboraciones estelares con Tonny Bennet y Stan Getz.
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