Seis años tardó Hugo Chávez, desde que accedió al poder en 1999, en crear el llamado Centro Espacial Venezolano, ya en su segundo mandato, luego transformado en la Agencia Bolivariana para Actividades Espaciales al mismo tiempo que se vaciaban las estanterías de los supermercados y se montaban enormes colas para acceder a un rollo de papel para limpiarse el culo.
Hoy, los bolivarianos precisan que los españoles le rescatemos la aerolínea Plus Ultra no para ir a las estrellas, sino para explorar la cara oculta de sus finanzas maltrechas y la ruina reseca de sus bolsillos por el latrocinio sideral de la revolución en marcha.
En la mitad de ese tiempo, apenas tres años, pero también en su segundo mandato, “la pareja del barranco” formada por Iván y Pedro, Pedro e Iván, ha concebido la prodigiosa idea de poner en marcha el programa espacial de España para proyectarse fuera del tiempo con la agenda 02050 y ahora también fuera del espacio terrenal, donde la gente aguarda en las parroquias para llevar a casa un cesto con garbanzos y donde se hacen colas para vacunarse o para depositar el voto.
En la zona norte de Madrid, por ejemplo, donde la mayoría vota a Díaz Ayuso, muchos colegios electorales demoraron su apertura y se formaron colas, por ver si las señoras bien antes de ir a misa se cansaban y se marchaban a casa sin depositar el voto.
De este modo, ahora sí, Pedro Sánchez se sitúa fuera de las coordenadas del tiempo y del espacio, en una nube sin relojes ni calendarios, donde el plácido vacío de la estratosfera desconecta los motores y los gases del Falcon y el silencio te suspende en una nada que no mancha, donde la fuerza de la gravedad de los problemas no te roza ni te cansa.
Me parece haber leído en “El Congo al borde del colapso”, de Michella Wrong, el empeño enloquecido y repentino que puso el sátrapa Mobutu en crear una escuela de astronautas africanos cuyo programa de entrenamiento incluía meter a los seleccionados en una vieja lavadora industrial situada en el jardín de una vieja residencia abandonada y les daban vueltas sin descanso hasta que los ojos se les escapaban de las cuencas como huevos de paloma.
También en “La brújula verde”, de Guillermo Carvajal, se narra el proyecto desquiciado del profesor Makuka Nikoloso, fundador de la Zambia National Academy of Science, Space Research an Philosophy, de conquistar el espacio a comienzos de los años 60 con un cohete de fabricación propia que sería lanzado con un sistema de catapultas y en el que viajarían a la Luna doce astronautas y dos gatitos.
La UNESCO denegó su solicitud de 7 millones de libras esterlinas para llevar adelante el proyecto, así que pronto cambiaron la Luna por un mejor destino a Marte, lo que redujo la plantilla de futuros astronautas a un misionero y una mujer con su gato.
Nada impidió que durante un tiempo se iniciase en la capital, Lusaka, el programa de entrenamiento de los aspirantes, entre cuyas enseñanzas se incluía que no debían poner demasiado empeño ni usar malas artes en convertir al cristianismo a los marcianos con los que contactaran. La aventura terminó cuando Matha Mwambwa, la primera mujer de raza negra que pisaría Marte, quedó embarazada durante los entrenos (imagínense los ensayos que le harían) y se marchó a su casa con su único gato.
Está visto que la república, o el reino, de Sánchez y Redondo no es de este mundo y que ambos están dispuestos, juntos, “hasta el final”, según confesión propia de Iván, que es nombre de astronauta ruso, a llevarnos a la Luna a cualquier precio, cueste lo que cueste, y plantar allí una multibandera plurinacional con todas las banderitas de colores de las naciones de España y una leyenda que incluya también traducción al bable en la que los selenitas aprendan que hemos llegado allí para acabar con los fachas de todos los planetas y que pronto les depositaremos, si dan permiso, la momia de Francisco Franco para alejar de nosotros la venganza de su mal fario.
A Pedro Skywalker y a Iván Sputnik no se les resiste ni el tiempo ni el espacio, así que mejor proyectarse hacia el 2050 y fuera de nuestra galaxia para dedicarse a conceder indultos a Darth Vader, a Darth Maul y a Darth Sidious, porque aquí ya no les queda ningún maligno más por indultar.
Para mí que estos tíos ya están instalados en la luna.
He dicho.