Para comerte mejor…

Me parece que en la UE ya han pillado lo que tantas veces señalé sobre la forma de actuar de Pedro Sánchez y su gobierno, cosa que a muchos de ustedes se les olvida porque tienen mala memoria o no son muy aplicados en lo que digo…

A ver, repasamos: cada vez que alguien del sanchismo anuncia o niega algo, la mejor manera de saber lo que dice es entender todo lo contrario. O sea, que si la ministra de Hacienda asegura que no subirá los impuestos a la clase media y trabajadora (sepan que ambas cosas son la misma, anoto al margen para ir limpiando la fraseología idiota de este post marxismo fuera del tiempo), uno debe adquirir la certeza inmediata de que van a crujirnos a impuestos. Y no hay más.

En Podemos la cosa va de otra manera y, aunque son igual de mentirosos y tan estafadores como sus socios, el intríngulis consiste mayormente en renombrar conceptos y cambiar los términos, de modo tal que convierten en fascistas a los demócratas y a los comunistas los pasan a ese casillero.

Una vez trastocadas las posiciones para ocultar que los violentos y fascistas son ellos, el paisaje parece haber mudado y los discursos se amontonan como las pelusas en un rincón hasta la pretensión absurda de hacernos creer que demócratas serían, por ejemplo, Antonio Maestre o el niño que heredó la Facua y que progresista sería Cristina Fallarás, la que sostiene que Cultura o Literatura es escribir un tuit en bragas sentada en el retrete o en el borde de la bañera. Y Homero con estos pelos…

Comprendo que así no haya manera de entenderse, pero deben acostumbrarse si quieren adaptarse a la nueva normalidad del medio ambiente porrillero y churrigueresco al que nos someten a diario no ya estos especímenes excéntricos o como circenses, sino incluso cualquier ministro tipo Marlaska o Calviño y hasta el director de la DGT, que no puede ser tan estúpido como para pensar que los peajes en las carreteras sólo repercuten en el usuario de las mismas, pues todo lo que se transporte por las mismas tendrá reflejo en el precio de los productos y servicios que lleguen a los consumidores aunque éstos se muevan en patinete o bicicleta.

Ya les advertí a ese respecto que una campaña de publicidad que pretende convencerte de la bondad innegable de usar el cinturón de seguridad y te recuerda con tono siniestro que una de cada cuatro víctimas mortales de tráfico no lo llevaba puesto, sólo permite concluir que tres de cada cuatro sí lo llevaban y también resultaron muertos.

Es un virus, sí, el de esta infantilización argumental que Iván Redondo confunde con dirigirse antes a lo emocional que a la razón. A lo emocional, por ejemplo, se dirigen Bach o Mozart; Vargas Llosa y Lorca; Rembrandt y Picasso, pero sin hacer el memo, oigan.

En esa vía de la emocionalidad lerda de Redondo se mueven, por citar dos casos, el feminismo irredento de Irene Montero o el supremacismo delincuente de Black Lives Matter.

Ahora dos radicales californianas, del San Francisco Chronicle, creo, la han tomado con Blancanieves y el parque Disney porque sugieren que el beso del príncipe mientras ella está dormida es un abuso sin consentimiento y una como pitonisa argentina afirma que en La Bella y la Bestia se consolida el estereotipo de que el varón machirulo secuestra a la chica y la somete y luego la enamora mediante el amor romántico.

Es lástima que no hayan caído en analizar el arquetipo de las tres hermanastras de la Cenicienta que maltratan y fustigan a la humilde proletaria, la cual encuentra su liberación en el lujo y el dinero que le proporciona el amor principesco.

Aunque ya puestos a encontrar subliminalidades grotescas en los cuentos infantiles podrían detenerse un rato en las mentiras maliciosas de ese lumpen que arruina la vida del bueno de Pinocho o en las fullerías y falsedades como de sociata que utiliza el lobo en Caperucita Roja para comerte mejorrrrr…

He dicho.




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