Hay dos formas de emprender una batalla: olvidar las diferencias con tus posibles aliados al menos hasta después de terminarla o al revés, no emprenderla hasta no haber acabado con tus socios. Casado ha elegido esta segunda vía.
En términos de pura estrategia militar, Franco jamás habría ganado la guerra si hubiese tenido que arreglar antes de empezar todas sus diferencias con falangistas, carlistas, monárquicos, etc.; como tampoco Churchill habría ganado la suya si antes de declarar la resistencia contra el nazismo hubiese querido ahogar a la URSS como paso previo.
No quiero entrar a fondo en las peleítas internas que también se dieron entre generales del mismo bando, porque también las hubo en el PP cuando tocó el relevo de Soraya por Casado, pero, en el primero de los casos, sin perder de vista nunca el objetivo.
Así que repito que siempre en la Historia (insisto que en términos de pura estrategia) todos eligieron señalar y combatir al verdadero rival y no minar a los que podían ayudarte en la tarea esencial de ganar la gran batalla.
Ya sé que al PP le jode y no le conviene tener esa sangría de votos por ese flanco. La cuenta es muy sencilla: el último gobierno de Rajoy contaba con un Grupo parlamentario de 137 diputados. Sumen los 88 del PP y los 52 de Vox y me dirán cuántos les salen. Pueden añadir algunos más debido a la sangría que les supone la disgregación e ir por separado, lo que explicaría el hartazgo de la gente de Casado con Vox, a los que miran como parasitarios.
El problema es que si se enfrascan en esta guerra de guerrillas, la disgregación se polariza y uno de los dos seguirá perdiendo fuelle a costa del otro. Ante ese panorama estamos y a los que nos quedamos fuera, que ni nos va ni nos viene, se nos queda cara de pazguatos, porque lo que nos supera es una hecatombe sanitaria y económica en la que se barrunta un desplome intencionado del Estado de derecho, que podría desembocar incluso en que no vuelvan a darse elecciones libres o, como mínimo, la ruptura de España.
El diputado de UPN, García Adanero, lo puso a huevo sin restarle críticas a Vox: lo primero, le dijo a Abascal, es que ustedes debieron haber pactado con las fuerzas que pudieran apoyarles. Y no deja de llevar razón, pero al menos era una crítica al modo de proceder y no a la sustancia misma de las cosas, porque pretender restarle la legitimidad a Vox con 52 diputados y tercera fuerza en el Congreso se me antoja una ruina.
O en el PP no se enteran o no se quieren enterar. Su reclamación del espacio de centro-derecha para su partido pueden revestirla de la legitimidad que les parezca y no seré yo quien se la niegue ni por un momento, pero la realidad es la que es y el objetivo no es arruinar a Cayetana Álvarez de Toledo, victoria pírrica sobre quien de todos modos fue laminada hace unas semanas al destituirla como portavoz del Grupo parlamentario.
Sinceramente, no creo que dinamitar los puentes antes de que los crucen los aliados que vienen en tu ayuda (aunque vengan desordenados) no te sitúa en mejor posición frente al adversario y lo más probable es que cause los aplausos y hasta las risotadas en la trinchera contraria mientras descorchan el champagne. No por ello tus rivales serán más compasivos o combatirán a medio gas cuando llegue la hora de la pelea.
Quizá esperan convencer a todos los votantes de Vox para que regresen a la casa matriz, pero olvidan con torpeza que los que se marcharon algún día fue precisamente por esto que ahora vemos. Y parecen olvidar también que si el PP eligió esa vía despreciando a los que se marcharon fue por recuperar no tanto a los votantes que les abandonaron sino para ampliar su base por el otro lado.
El discurso de Pablo Casado sería impecable si estuviera sentado en un Consejo de Ministros de un gobierno de concentración o de emergencia nacional con el PSOE…, pero es que no es el caso. Ni lo será nunca.
Tan polarizadas están las cosas que ahora, me temo, el PP ha provocado otro éxodo de algunos de los suyos hacia Vox (aún por cuantificar) sin haber logrado nada o casi nada del espectro más moderado. Y en puridad no creo que eso beneficie tampoco a Vox, por más que reafirme y tense a sus votantes e incluso sume algo más de lo que ya tiene, porque el resultado último es que divide a los “coaligados sin coalición” que son los que podrían y deberían frenar este desastre.
No sé si hay vencedores, pero tengo claro que los vencidos somos los votantes.
He dicho.
Las cookies necesarias son absolutamente imprescindibles para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría sólo incluye cookies que garantizan las funcionalidades básicas y las características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.